Che: una personalidad excepcional.

Autores:

Lic. Emilio Díaz Sánchez

MSc. Luis R. Cruz Díaz

luisruperto@hlg.rimed.cu

Lic. Norge Batista Pérez

norge@hlg.rimed.cu

 

Resumen

El trabajo trata una temática que constituye una prioridad del trabajo político-ideológico de la actualidad. Refiere las características de la personalidad del Che que matizaron su conducta en diferentes contextos de actuación. El mismo fue escrito con un carácter ontogenético y etario, a partir de la consulta de fuentes bibliográficas dispersas y significativas, que tienen el valor particular de testimoniar y atestiguar criterios emitidos por prestigiosos escritores revolucionarios vinculados estrechamente a la vida del Guerrillero Heroico. El procesamiento de esa valiosa información, unido a la socialización del contenido consultado en el seno de diferentes actividades docentes y científico-metodológicas, permitieron, además, hacer inferencias que pueden ser útiles para la labor docente-educativa en la Educación Superior.

Palabras claves: Ernesto Che Guevara, características de su personalidad, valores morales.

 

Summary

The paper deals with a priority topic in political and ideological work at present. It describes the traits of Che’s personality that characterized his behavior in different contexts. It was written with ontogenetic and age character, on the bases of scattered and significant bibliographical sources that have the particular value to bear witness and testify criteria provided by prestigious revolutionary writers tightly linked to the life of the Heroic Guerrilla. The processing of that valuable information and the socialization of the material consulted in different teaching experiences and scientific-methodological activities provided ground for inferences that may be valuable for the teaching-educational activity in Higher Education.

Key words: Ernesto Che Guevara, characteristic of their personality, moral values.

 

No es fácil reunir en una persona todas las virtudes que estuvieron presentes en la personalidad del Che. Rara vez un sujeto, de manera espontánea, fue capaz de desarrollar una  personalidad como la suya. Por su conducta, por su carácter y sus principios, fue una de las personas casi imposible de igualar y superar.

Afirman los que con él compartieron su niñez, adolescencia y juventud, que se caracterizaba por su decisión, audacia y seguridad en sí mismo; por su temeridad, falta total de miedo ante el peligro, intrepidez e independencia en sus opiniones. Fue rebelde desde su niñez, en especial con su hermana Celia, la cual era muy dulce y callada. Su deporte predilecto fue el fútbol rugby, que lo ayudaba a precisar otros rasgos característicos que lo distinguían: ser más duro y fuerte que sus compañeros. La práctica de este deporte, unida a la lectura de los versos de Baudelaire, lo templó espiritualmente y lo hizo psíquicamente sano.

Che era una persona a quien todos le tomaban afecto inmediatamente por su sencillez, naturalidad, carácter, compañerismo y personalidad, aún cuando no se le conocían las demás virtudes que lo caracterizaban. Él se forjó a sí mismo; tenía un alto sentido de la amistad, en tal medida que aseveraba enfáticamente: “si tienes un amigo, cuídalo…”

Cuando el joven Ernesto cursaba el bachillerato, ya era un lector incansable y tenía una sed de conocimientos insaciable. En este período establece amistad con Alberto Granados, quien entonces estudiaba Bioquímica en la Universidad de Buenos Aires. Con este amigo emprendería un largo viaje en moto y juntos decidieron recorrer la costa del Pacífico. Guevara quería andar por el continente; conocerlo; buscar las huellas de las civilizaciones anteriores a la conquista; ver la gente; recorrer a pie sus caminos... Anterior a este viaje, ya había viajado por el norte y el oeste de su país.

Al retornar a Argentina en 1944, su familia viene a vivir a Buenos Aires; ahí el joven Guevara continúa sus estudios. Su familia y amistades pensaban que por sus conocimientos y facilidades para las Matemáticas se podía dedicar a la Ingeniería, y quedan todos sorprendidos cuando les dice que había matriculado en la Facultad de Medicina. ¿Qué lo hace estudiar Medicina y no Ingeniería? En primer lugar, el cuidado de su abuela paterna, con la cual permanece junto a la cabecera de su cama durante los últimos quince días de agonía de una penosa enfermedad; y en segundo lugar, la observación crítica de la situación social de los pueblos de América Latina visitados en compañía de Granados.

El joven Ernesto se interesó más en la Universidad, por lo que le iba a ser útil y no para obtener buenas calificaciones, a pesar de caracterizarse por su inteligencia y sus profundos conocimientos. Casi concluyendo la carrera de Medicina, emprende viaje nuevamente con Granados por América Latina, en moto. Este viaje le permite conocer, una vez más, el estado de miseria social en que vivía la gente pobre de Chile, Perú, Colombia y Venezuela. En particular se impresiona mucho con los enfermos internados en los leprosorios de Machu Picchu del Perú. Cuando llegan a Venezuela, Granados se queda a residir en ese país y Ernesto continúa viaje hacia Argentina. Al despedirse, recibe la invitación de su amigo para que regrese a Venezuela, una vez concluida  la carrera de Medicina y compartir juntos el trabajo en un laboratorio.

Ernesto retorna a Argentina y reinicia su carrera; examina trece asignaturas pendientes y se titula de médico. Una vez graduado, su familia piensa que se dedicará a la investigación, sobre todo de cuestiones alérgicas; pero al joven médico le interesaban más los problemas sociales del continente, que los propiamente de salud, aunque estos no dejaban de ser sociales también. Emprende nuevamente viaje, ahora hacia Bolivia, y cuando su familia lo acompaña a la terminal de trenes, el joven se despide de esta diciéndole: “aquí va un soldado de América”. El tiempo fue testigo de su advertencia.

De Bolivia continúa viaje a Guatemala; allí se conoce su actitud y disposición para luchar junto a los guatemaltecos contra la intervención mercenaria de Estados Unidos para derrocar el gobierno progresista de Jacobo Arbenz. Su tránsito por Guatemala significó la primera experiencia en la que participa como protagonista revolucionario, al elegir el campo donde se va a situar en el conflicto. En esta circunstancia, ya tiene la convicción que para ser médico y revolucionario lo primero que hay que tener es una revolución.

Parte de Guatemala hacia México. Aquí viene en fecunda sucesión: el encuentro con Fidel, el Granma y su participación en la guerra revolucionaria en Cuba, hasta alcanzar el triunfo definitivo el Primero de Enero de 1959. Ya no sólo es Ernesto; adopta el seudónimo de Che. Al respecto escribió: “Para mí, 'Che' significa lo más importante, lo más querido de mi propia vida, ¿Cómo no podría no gustarme? Todo lo anterior, el nombre y el apellido son cosas pequeñas, personales, insignificantes. Por el contrario, me gusta mucho que me digan 'Che' ”.

Fue un hombre de excepcional capacidad de liderazgo, basada fundamentalmente en la fuerza de su personalidad. No solo fue un hombre de acción insuperable, sino de pensamiento profundo, de inteligencia multifacética y visionaria, de vasta cultura y honradez suprema, de sinceridad absoluta, de extraordinaria sensibilidad, unido a un carácter de hierro, a una tenacidad indomable, de lealtad sin límite a sus principios y de conducta intachable.

Era un hombre callado, poco expresivo, pero siempre actuaba como pensaba; era extraordinariamente fraternal y respetuoso, portador de un desprendimiento y altruismo total. Gozó siempre de una gran autoridad, de acrisoladas virtudes morales. Jefe humano, quien sabía ser exigente y en ocasiones severo, pero lo era para sí en mayor grado que para los demás, predicando siempre con su ejemplo.

Su humanismo revolucionario lo acompañaba siempre en todos los escenarios de actuación. Su proverbial sensibilidad humana, con la cual sabía tocar la conciencia y el honor de cada hombre, hacia vibrar las fibras de cada revolucionario.

Fue profundamente observador y analítico; muchas veces matizado de un fino humorismo, aunque su arma favorita era la ironía y su forma más usual de utilizarla, era contra sí mismo. En tales casos lo hacía de manera defensiva para proteger su modestia, agredida por la necesidad circunstancial de tener que hablar de sí mismo.

Encarnó en su forma más pura y desinteresada el espíritu internacionalista, como uno de los sentimientos más nobles que caracterizan a un revolucionario. Consideraba que todo revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Con toda razón en él se construyó el más alto escalón de la especie humana: ser revolucionario. No obstante, algunos de sus detractores lo consideraban un aventurero y en carta a sus padres escribió: “Muchos me dicen que soy aventurero y lo soy, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades”. En carta a uno de sus amigos de la infancia y la adolescencia expresó: “Ya tengo dos hijas, pero sigo siendo un aventurero, sólo que ahora mis aventuras tienen un fin justo”.

El Guerrillero Heroico fue extremadamente valiente, sobre todo cuando era necesario vencer el miedo en situaciones extremas. Consideraba que era natural sentirlo y vencerlo; eso es lo que él concebía como una actitud valiente. Esta cualidad lo acompañó hasta los últimos momentos de su existencia física. En el mismo instante en que entra el rangers, ebrio de ron, a asesinarlo en la escuelita de La Higuera, el Che herido, con las piernas destrozadas por las heridas recibidas en su último combate, le expresó a su asesino: “Permítame ponerme de pie para que vea como muere un hombre”.

Che murió físicamente, mas no lograron liquidar sus ideas; las fecundó con su propia sangre y su ejemplo. No pudieron desaparecer su cadáver, su imagen, su símbolo, porque él tenía, no solo las virtudes y todas las cualidades humanas y morales para ser un símbolo; tenía también la estampa del símbolo. Tampoco pudieron impedir su regreso postmortem, ahora en una nueva dimensión: comandando el destacamento de refuerzo, para quien la Revolución le erigió un sitial de honor en la ciudad de Santa Clara, la que lo declaró su hijo pródigo e ilustre.

 

BIBLIOGRAFÍA

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