La polémica económica de los años 60 en Cuba.
Autor:
MSc. Ángel Alberto Alberteris González
alberteris@hlg.rimed.cu
El trabajo expone cómo se efectuó en los cinco
primeros años de la década de 1960 una interesante polémica en torno a cómo
dirigir la economía en un país de una estructura económica deformada por el
subdesarrollo capitalista, a partir de los presupuestos teóricos de la economía
política burguesa. Muestra cómo se realiza en un contexto caracterizado por una
fuerte emotividad revolucionaria, donde la confrontación de ideas se asumía
como el estado natural de las cosas en la búsqueda de ideas asignadas para el
desarrollo del país. A la vez plantea
el importante papel que jugó el Che desde su posición de ministro y muestra su
preparación en la teoría marxista, totalmente separado del dogmatismo que en
esa época imperó entre los estudiosos de la teoría económica. Indudablemente,
esta polémica es parte sustancial de la historia del pensamiento económico
cubano y un referente indispensable para comprender los cambios emprendidos por
la Revolución Cubana en sus inicios.
Palabras claves:
Ernesto Che Guevara, teoría económica marxista, pensamiento económico cubano,
polémica económica.
This work states
how a very interesting polemic took place in the first five years of the 60
(s), on how to direct the economy of a
country with an economical structure transformed by the capitalist
underdevelopment based on the theoretical support of the bourgeois political
economy. It also shows how it is carried out in a context characterized by a
very strong revolutionary motivation, where the confrontation of ideas was
assumed as the natural state of things in the searching of ideas assigned for
the development of the country. At the some time the author expresses the very
important role Che Guevara played from his position as a minister the states
his preparation on the marxist theory; completely separated from dogmatism a
philosophical trend, among the ones who studied the economical theory undoubtedly,
this polemic is an important part of the history of the cuban economical
thinking and an indispensable element
to understand the different changes brought about by the Cuban Revolution.
Key words: Ernesto
Che Guevara, theory economic Marxist, Cuban economic thought, economic
polemic.
Dentro del amplio marco del pensamiento
social cubano, el estudio del pensamiento económico no posee una expresión ni
una periodización tan sólidas como la tienen otras formas de ese pensamiento.
Por ello aún no se conocen muchos autores y aspectos que han incidido
sustancialmente en su desarrollo.
La idea
anteriormente expresada se ve agudizada para el estudio del pensamiento
económico cubano en la Revolución. Particularmente afectada está la década de
1960, en la que la riqueza de este pensamiento es extraordinaria, y se produce
y desarrolla con una originalidad que sólo puede otorgarle una Revolución
genuina, máxime cuando ocurre en una etapa de cambios y búsqueda de soluciones
a problemas que van surgiendo rápida y constantemente.
En el ámbito de
ese pensamiento, como una muestra elocuente de riqueza, se presenta la polémica
económica de los años 60, la que a nuestro juicio no ha sido abordada con la
suficiente profundidad, independientemente de que se trate como elemento
colateral en el estudio de diferentes temáticas económicas cubanas, como ocurre
con Carlos Tablada en sus estudios del pensamiento económico del Che, o con
Alberto Recarte, quien desde el extranjero incluye en su libro “Economía y Poder” un epígrafe sobre la polémica.
Esta polémica
constituye un hecho trascendente en el pensamiento económico cubano, pues sin
lugar a dudas, traza vías para lograr el desarrollo de la economía del país,
tanto en el aspecto teórico como el práctico. Sin embargo, no ha sido lo
suficientemente estudiada y por ello no ha sido posible introducir sus
enseñanzas y aportes al mundo de nuestros estudios económicos.
El Gobierno Revolucionario, instaurado a
inicios del año 1959, se enfrentó a su primer problema de índole práctica, en
el aspecto de la dirección económico–financiera, en las postrimerías del año
1960, al tener que hacerse cargo de todo el proceso de dirección y control de
las empresas que habían pasado a manos del pueblo a través de las
intervenciones y nacionalizaciones.
Especialmente la nacionalización de las industrias
económicamente más fuertes, tanto las extranjeras como las nacionales,
aconsejaba que se pusiera en práctica la centralización de sus cuentas
bancarias y a corto plazo, las de todas las empresas que estaban en poder del
Estado. Con esto fue creado un fondo centralizado, en el cual se depositaron
todos los ingresos y del que se asignaban los recursos monetarios disponibles
que necesitaban las empresas por medio de un presupuesto–programa que dichas
empresas estarían encargadas de elaborar.
Pasado un año, con la nacionalización de la Banca y
la correspondiente reestructuración de los organismos financieros, este fondo
centralizado se transfirió al presupuesto estatal conjuntamente con el
financiamiento de los gastos de las empresas; a la vez, la captación de los
ingresos quedó a cargo del Ministerio de Hacienda.
Este proceso al que se acaba de hacer referencia, que
en lo esencial presupone un alto grado de centralización de los recursos
monetarios y financieros, puede considerarse como el embrión de lo que se llamó
Sistema de Financiamiento Presupuestario, aplicado en la mayor parte de
la industria, el transporte y otros sectores, quedando exceptuados de su
aplicación la agricultura, el comercio exterior y las industrias de
subordinación local.
En el año 1961 se comienza a elaborar en Cuba el
primer plan de la economía nacional, el que se instituye en 1962, concebida su
duración hasta el año 1965. Esta planificación tiene un carácter de elevada
centralización que responde a la necesidad de utilizar al máximo posible el
escaso personal técnico con que se contaba, así como garantizar el
aprovechamiento óptimo de los pocos recursos materiales de que disponía el
país.
Estos elementos justificaban la utilización
de un sistema altamente centralizado, criterio que se reforzaba por el hecho de
que la administración de las empresas nacionalizadas debió asumirse por obreros
que nunca antes habían administrado y que, en su inmensa mayoría, tenían muy
bajo nivel de instrucción.
En este contexto, en agosto de 1963, se promulga la ley reguladora del Sistema
de Financiamiento Presupuestario, la cual establecía, entre otros aspectos,
que las unidades subordinadas a una Empresa Consolidada (unidad básica de este
sistema) no tenían independencia económica. En sus ventas no mediaban
relaciones de cobros y pagos, y ni las Empresas Consolidadas ni sus unidades
subordinadas tenían cuentas bancarias con recursos propios independientes, sino
que operaban con cuatro cuentas bancarias que fueron denominadas de la
siguiente manera:
0.1.- Salarios.
0.2.- Gastos e inversiones.
0.3.- Otros gastos corrientes.
0.4.- Ingresos.
Como una peculiaridad aparecía que el total de la
cuenta 0.4, es decir, ingresos, tenía que ser remitida al presupuesto estatal.
En la antes mencionada ley también se establecía que "(...) El Gobierno Revolucionario determinará como
parte de su política económica, la cuantía de los recursos que con cargo al
presupuesto nacional, se destinarán a premios o estímulos materiales de las
empresas y dictará las bases que regirán para el otorgamiento de tales premios,
tanto individuales como colectivos". (1)
El Sistema de Financiamiento Presupuestario tenía lo que sus
defensores consideraban una ventaja adicional, que los fondos financieros
temporalmente libres u ociosos en una empresa podían ser utilizados en otra,
algo especialmente favorable en actividades cíclicas como la industria
azucarera.
Ha quedado expuesto que este sistema fue aplicado en la industria y el
transporte, no así en la agricultura y el comercio exterior. Cabe preguntarse
entonces cómo se dirigió en esos sectores el proceso económico.
A la par que se instauró el Sistema de Financiamiento Presupuestario
en los sectores mencionados, para la agricultura, el comercio exterior y las
industrias de subordinación local se establecía el Sistema de Cálculo
Económico, también conocido en los medios económicos y en su estructura
como Sistema de Autogestión Financiera. El mismo consistía,
esencialmente, en que las empresas debían cubrir sus gastos con sus ingresos y
producir una ganancia; podían recibir créditos bancarios para atender sus
insuficiencias temporales de recursos monetarios que tuvieran por variaciones
estacionales de la producción, debiendo inmediatamente que cesaran las
condiciones que provocaran las variaciones, amortizar los créditos con los
ingresos que recibiesen por la realización de sus productos en el mercado. La
empresa podía crear un fondo propio para financiar inversiones centralizadas,
ya que tenía personalidad jurídica propia que también le permitía operar su
propia cuenta bancaria en la que depositaba sus ingresos y de la que realizaba
todos sus pagos.
Por supuesto, la descripción antes realizada permite comprender que este
era un mecanismo mucho más autónomo, con un mayor grado de descentralización,
con el que se aspiraba a una iniciativa empresarial superior, supliendo las
rigideces que podían estar presentes en la planificación centralizada.
La breve exposición realizada, referida al contenido esencial de los dos
sistemas de dirección económica que se pusieron en vigor a partir del año 1962
en Cuba, permite apreciar que entre ambos existía una diferencia fundamental,
ya que si el Financiamiento Presupuestario accionaba a partir de la
total centralización de sus medios monetario–financieros, el de Autogestión
Económica lo hacía con una autonomía, que aunque no absoluta, sí tenía un
carácter bastante amplio que le concedía una alta descentralización.
Los mismos, aunque tenían igual objetivo en tanto que se habían
concebido para dirigir y controlar el proceso económico, se presentaban como
antagonistas; no por la diferencia en su concepción teórica, pues ambos se
basaban en la teoría económica marxista, pero sí por las vías de su aplicación
práctica: mientras uno propugnaba la centralización casi absoluta de los
fondos, el otro tendía a una autonomía amplia que daba posibilidades a la
iniciativa de soluciones dentro del proceso económico.
Sistemas contrapuestos engendrados, sin embargo, por la idea común de
dirigir la economía, abrirán la posibilidad de la discusión, de la polémica,
entre los defensores de la aplicación de uno u otro. En realidad así ocurrió.
En los años 1963 y 1964, en la economía cubana se desarrolla una polémica en
torno a la aplicación de los sistemas mencionados.
Por una parte, las ideas sobre la aplicación del Sistema de
Financiamiento Presupuestario, que tienen como principal artífice al
Comandante Ernesto Guevara, se aplicaban a la industria y otros sectores como
ya se ha expuesto; por otra parte, el Sistema de Cálculo Económico,
aplicado en la agricultura y otras empresas, era defendido por Carlos Rafael
Rodríguez, Marcelo Fernández, Charles Betlelheim y otro grupo de economistas.
Plantear una polémica en este difícil campo de la economía no expresa
que la misma se manifestara con un contradictorio carácter antagónico, pues,
como muy bien ha expresado Carlos Rafael Rodríguez refiriéndose al tema:
"Se ha escrito mucho en el extranjero, y hay
hasta libros hablando de las contradicciones del Che con algunos compañeros, y
particularmente se me señala a mí. Yo tengo como orgullo el poder decir que,
aunque algunas contradicciones existieron, en lo fundamental, en lo esencial,
al abordar el problema económico, estuvimos siempre profundamente identificados
y trabajamos juntos (...) para lograr la máxima eficiencia de la economía
cubana y por establecer (...) el control económico". (2)
Y esto es esencial; se polemizó, pero con un objetivo común, algo que es
necesario que quede claramente establecido, pues algunos autores en el
extranjero presentan la polémica de manera totalmente tergiversada, dando una
interpretación de la misma, según la cual se trataba de hacer prevalecer
criterios personales, sin atender al objetivo supremo de dirigir la economía.
Así tenemos cómo el español Alberto Recarte en su libro “Cuba, economía y poder (1959–1980)” dedica un epígrafe a la
polémica, que titula “La época del gran debate económico 1963–1964”, y entre
otros criterios respecto a la misma, expresa que el debate económico en esos
años en Cuba era una situación de enfrentamiento de grupos de individuos por
hacer prevalecer un sistema, sin importar los resultados que a largo plazo su
establecimiento pudiera implicar para el país. Le daba a la polémica un
carácter personal e impositivo y no el verdadero carácter creador; en tanto que
se hacía en función de la acción práctica de dirigir la economía, tratando de
aplicar mecanismos que respondieran a las condiciones imperantes y buscando
respuestas a las necesidades muy complejas de lograr la estabilidad del proceso
económico, en un país que acababa de eliminar la propiedad privada, con lo que
el lugar del dueño, director por excelencia de ese proceso, debía ser ocupado
por quienes hasta ahora sólo habían trabajado y no tenían experiencia ni
conocimiento para hacer funcionar el mecanismo económico de un país.
Con estas breves palabras, trata Recarte de transfigurar el contenido de
la polémica: “ El gran debate económico
que iba a marcar la evolución económica de Cuba, se forjó en los años 1963–1964
y se zanjó con la salida de Guevara del país”. (3) Sin embargo, pese a dar este criterio de
que la polémica era sólo un problema personal, no puede dejar de reconocer, que
era trascendente cuando dice: “... iba a
marcar la evolución económica de Cuba”.
La cuestión de dirigir la economía tenía otro complejo problema y era
que se trataba de hacerlo con una plataforma teórica marxista, en función de
producir para satisfacer necesidades y no para obtener ganancia, asunto
totalmente desconocido, al menos en el orden práctico, incluso por los más
altos dirigentes del nuevo Gobierno. De ahí que para todos los polemistas,
independientemente de su afiliación a uno u otro criterio, era evidente que se
trataba de dirigir la economía en condiciones totalmente diferentes a las
existentes hasta finales de 1958, pues los sujetos del proceso eran ahora
propietarios de los medios de producción y de sus resultados; de ahí que sus
motivaciones por el trabajo y la producción eran radicalmente diferentes, en
tanto que producían para sí.
Precisamente, el elemento referido a la propiedad social sobre los
medios de producción fundamentales desató criterios diferentes respecto a su
acción, ya que si el hombre es dueño de los medios con que trabaja, debe sentir
una motivación para producir, impulsada por resortes de índole moral,
independientemente de su acceso a los bienes materiales, pensaban unos. A ellos
se oponían los que postulaban la preponderancia del resorte económico
(material) como motivación primera para crear bienes de consumo, pues aún ese
estrenado propietario no había asimilado conscientemente su papel, y, por
tanto, el resorte moral no desencadenaría la motivación por el trabajo.
Alrededor de estas dos opciones, se mueve uno de los aspectos más
sustanciales de la polémica económica: lo fundamental es el estímulo material o
el estímulo moral. Para cada uno de ambos criterios se esgrimían argumentos
bien hilvanados, basados no solo en elementos teóricos, sino en experiencias de
la U.R.S.S. y otros países socialistas de Europa del Este. Sin embargo, no
puede pensarse que los criterios opuestos eran absolutos en cuanto a la
utilización de uno u otro tipo de estímulo.
Quizás por mala interpretación y en el caso de escritores contrarios al
proceso revolucionario cubano en el extranjero, se ha dicho que en la polémica
el Che planteaba la no utilización del estímulo material, pero en realidad esa
idea es ajena a la verdad de lo ocurrido, pues:
"(...) el Che admitía el interés
material como un elemento fundamental al cual había que acomodarse, pero
partiendo de la necesidad de luchar rápidamente por su eliminación. Che decía:
precisa aclarar bien una cosa; no negamos la necesidad objetiva del estímulo
material. Sí somos renuentes a su uso como palanca impulsora fundamental. No
hay que olvidarse que viene del capitalismo y está destinada a morir en el
socialismo". (4)
Estas palabras de Carlos Rafael Rodríguez, figura prominente de la
economía cubana y uno de los principales polemistas, ilustran con exactitud el
tono de la polémica, en tanto que muestran cómo la misma partía de posiciones
diversas pero no inflexibles, al estar sus protagonistas muy interesados en
aplicar la teoría económica marxista con un espíritu creador, en consecuencia
con las condiciones del país.
No solo se ocupó la polémica del problema de la utilización de los
estímulos por el trabajo, sino que también fijó su interés en otros aspectos
muy relacionados con el funcionamiento de la economía. Entre ellos estaban la
utilización en la construcción del socialismo de la Ley del Valor y la
Planificación, teniendo ambos grupos criterios diversos respecto a la acción de
una u otra, presentándolas incluso como contradictorias, siendo una la negación
de la otra.
Fue también tema de polémica la correspondencia entre las formas y las
relaciones de producción, es decir entre fuerzas productivas y relaciones de
producción en cuanto a la acción de las últimas como marco de las primeras. Se
debatía si era posible que en un período de transición la correspondencia
pudiera no ser exacta y aparecerían desfasadas las relaciones de producción en
correspondencia con las condiciones existentes para su acción.
Alrededor de los grandes temas en los que se debatían los polemistas, se
discutía también respecto al papel de la banca en el socialismo, las funciones
del dinero en este y la manifestación de la eficiencia económica.
Como puede apreciarse en lo que hasta aquí se ha expuesto, en los
primeros años de la década del 60 se llevó a cabo en Cuba una polémica en el
campo económico que, por la amplitud de los elementos que la integraban, aportó
una enorme riqueza al pensamiento teórico de los economistas cubanos de la
época y, pese a la diversidad de enfoques, no provocó el abandono del objetivo
común de dirigir una economía en un país que trataba de emerger de los
escombros de un capitalismo subdesarrollado y dependiente de los Estados Unidos
de América.
·
Plataforma teórica de la polémica:
Toda forma de manifestación del pensamiento tiene una plataforma teórica
sobre la que descansa, a la vez que le proporciona los nutrientes
indispensables para su desarrollo. No es ajeno a este axioma el pensamiento
económico, en relación con el cual, desde lo tiempos antiguos, se han elaborado
teorías y han surgido escuelas basadas en diferentes formas de analizar los
procesos económicos, regidos siempre por la interpretación que de estos hacen
los individuos a partir de su posición en la sociedad, de su pertenencia a una
u otra clase social.
El marxismo nos enseña que teorías económicas muy acertadas no pudieron
explicar totalmente los problemas que abordaron por las limitaciones que en su
proyección tuvieron sus autores. Valga como ejemplo los clásicos de la economía
burguesa inglesa y sus teorías del valor del trabajo.
La polémica económica en Cuba en la década de 1960 no puede sustraerse
de una plataforma teórica, aunque como ha quedado precisado en párrafos
anteriores, perseguía la consecución de formas de dirigir y controlar la
economía nacional en el orden práctico.
Lo peculiar que en el aspecto teórico presenta la polémica objeto de
nuestro estudio, es que los protagonistas, en su mayoría, poseen una formación
teórico–económica marxista y los que no la tienen, están imbuidos en su
estudio, en total correspondencia con el momento de inicio del período de
transición al socialismo, que se lo plantea como una necesidad. Esto significa
que la polémica rompe con la base teórica que rigió la economía del país antes
del triunfo revolucionario.
Esta peculiaridad hace que aumente el interés en adentrarse en su
contenido, pues su apariencia se nos presenta como la disimilitud de criterios
respecto a cuestiones de índole económica entre individuos que parten en su
análisis de una misma concepción teórica, pero que no coinciden, al menos en
aspectos esenciales, en la forma de aplicación a la dirección del sistema.
También es preciso reconocer que la polémica en nuestro país ocurre en
un período en que la economía de América Latina está marcada por la llamada
ayuda económica norteamericana y sus ideas de desarrollo económico se basan en
la materialización de esa ayuda, lo cual, como la historia nos ha demostrado,
independientemente de esfuerzos
realizados en algún momento por gobiernos más o menos nacionalistas, no
fructificó de forma beneficiosa para la región.
Para recordar la situación latinoamericana de una manera muy breve,
baste señalar que entre 1950–1957, esa ayuda sólo tuvo el 7% dedicado a la
economía, mientras que el 10% se desvió a la llamada colaboración técnica y
otras finalidades, dedicándose el 83% restante a la “ayuda militar”. (5)
Hay que añadir que, salvo muy
contadas excepciones, esta ayuda no fue gratuita, sino que devengaba interés
como cualquier préstamo bancario.
A partir del 13 de marzo de 1961, fecha en que se dio inicio a la Alianza
para el Progreso, y a través de diferentes instituciones que la
canalizaban, se invierte una considerable suma de dinero, sobre todo dedicado a
obras públicas, de las cuales puede aprovecharse la industria privada; con esta
ayuda, los Estados Unidos toman a su cargo el financiamiento directo de las
obras necesarias para la explotación de las riquezas de los países de la
región.
En este contexto, la economía cubana no tiene, ni puede tener como
alternativa, la búsqueda de soluciones en los países del área, pues estos están
en una situación similar a la nuestra
hasta el triunfo revolucionario. De ahí que las ideas de los economistas
latinoamericanos respecto a la solución de sus problemas, no hayan sido adoptadas
por nuestros economistas y que dentro de la polémica, no se haga referencia a
ellos.
Planteado el criterio de que todos los polemistas tienen ideas
económicas basadas en la teoría marxista, cabría preguntarse de qué manera
puede polemizarse a partir de la misma plataforma teórica, que, además, sería
utilizada como método de análisis.
Al entender del autor de este trabajo, es posible hacerlo porque se
trata del enfoque de un mismo problema con puntos de vistas diferentes en
cuanto a su acción y su correspondencia con la teoría económica marxista, que
es precisamente el núcleo central de polémica, o sea, cómo aplicar el marxismo
a la realidad de la economía cubana en el tránsito al socialismo. Por supuesto,
esta idea de manera tan sencilla no puede explicar con profundidad la
diversidad de criterios que la polémica abarcó, pues habría que profundizar en
las temáticas abordadas y el contexto en que pretendían ser aplicadas, así como
en la forma en que se daba explicación a la utilización del marxismo en el
análisis de cada temática.
De lo que no debe caber duda es que los polemistas poseen, con mayor o
menor profundidad, una formación marxista y son consecuentes con sus preceptos
teóricos. Esto es reconocido, incluso, por autores que no son precisamente defensores
del socialismo y en especial de su desarrollo en Cuba. Algunos de estos autores
cuando intentan dar una interpretación de la polémica económica reconociendo
que sus protagonistas son marxistas, los contraponen a partir de las tendencias
dentro del marxismo en ese grupo de economistas. De hecho, los enfrentan como
dos grupos, en uno de los cuales hay marxistas ortodoxos, fieles a la letra y a
la interpretación del espíritu de la teoría marxista, tratando de aplicarla sin
atender a las condiciones concretas del momento histórico cubano de los años
60, y teniendo como modelo de aplicación lo realizado hasta el momento por la
Unión Soviética y los países socialistas de Europa del Este; y en el otro,
teóricos más liberales, que hablan de aplicación del marxismo en nuestras
condiciones, haciendo las necesarias adaptaciones para lograr los resultados
que proponen.
En esto se detiene Recarte cuando expresa, refiriéndose a la polémica: "Los temas discutidos
guardan estrecha correspondencia con la postura que se haya tomado en esta
discusión y llevan bien a apoyar a Bettelheim, a Carlos Rafael Rodríguez y
Marcelo Fernández Font o adoptar la postura del Che, de Fidel y de todos los
movimientos comunistas revolucionarios, apartados del marxismo ortodoxo".
(6) Pero no solo exponen
el problema como contradicción entre marxistas ortodoxos y liberales, sino que
ven la polémica a partir de la posición de personalidades, cuyas acciones y
criterios son el móvil de las contradicciones y no, como fue en realidad, una
polémica de opiniones basadas en el marxismo para lograr la mejor opción de
dirección.
Aunque no se debe descartar cierta ortodoxia, esencialmente en
Bettelhein, aceptar estos criterios de Recarte significaría llevar la polémica
a ridículos planos de contingencia académica, entre pensadores que intentaban
hacer prevalecer sus ideas por sólo realizar un ejercicio intelectual y
personalizado, de forma tal que la reducirían a un hecho no trascendente en el
panorama económico y político de los años de la más cruenta lucha por las
transformaciones en Cuba, una vez que triunfó la Revolución.
La realidad, evidentemente fue otra, pues ambos grupos “luchaban” por la
aplicación de un sistema de dirección de la economía, que aunque para cada uno
tenía un eje central, ya fuera el estímulo moral, en el caso del Financiamiento
Presupuestario, o el estímulo material, para el Sistema del Cálculo
Económico, presentaban en sus planteamientos y ejecución posiciones que
permitían obtener resultados concretos en las diferentes ramas de la economía
cubana.
Carlos Rafael Rodríguez reconoce que el Che admitía la utilización del
estímulo material como palanca para elevar la producción y la entendía como una
necesidad objetiva de la que era absurdo prescindir.
Es sabido también que el Che reconocía lo necesario que resultaba la
utilización de los mecanismos de mercado en la economía socialista, a la que
expresaba su preocupación por los efectos que podría tener sobre el desarrollo
de la conciencia.
Él con frecuencia ha sido acusado de una extraordinaria rigidez en su
pensamiento económico, por la forma en que plantea la utilización de los
estímulos morales en contraposición con los materiales. Sin embargo, es
reconocido también por Carlos Rafael Rodríguez, supuestamente su principal
“enemigo teórico”, que "el Che ponía más acento en los estímulos
morales, pero hablaba siempre de una adecuada combinación de los estímulos
morales y los estímulos materiales. Y en cuanto al Cálculo Económico, en el
sentido de contabilidad y eficiencia, ninguno de nosotros fue más exigente que el Che". (7)
Por su parte, los pensadores que propugnaban la aplicación del Sistema
del Cálculo Económico, que pudieran parecer los más ortodoxos, también se
ciñen con flexibilidad a la teoría económica marxista. Así puede apreciarse en
el análisis hecho por Charles Bettelheim, uno de los defensores de este
sistema, donde se aprecia una completa comprensión de que las categorías del
estímulo no pueden realizarse por un mero ideal, sino que deben estar ligadas
al desarrollo de las fuerzas productivas, de las que forman parte principal los
hombres con sus conocimientos, su educación y más generalmente con su cultura.
Un estudio detallado y cuidadoso de las exposiciones realizadas por las
figuras revolucionarias en la polémica, a través de sus diferentes artículos,
discursos o análisis de diversa índole, nos muestra que en todos los casos la
teoría marxista sustenta las argumentaciones y los enfoques que realizan, con
una adecuada utilización del sistema categorial–conceptual de la teoría
económica de Marx y con conocimiento de las leyes que rigen el movimiento
económico de la sociedad, aunque no siempre con la profundidad requerida
respecto al conocimiento de esa teoría.
Conocedores todos de la mencionada teoría, con más o menos limitaciones,
argumentan a partir de la misma cómo resolver los problemas de la dirección del
proceso económico en el socialismo y, aunque con enfoques diferentes en su
proyección, persiguen el objetivo de dotar al socialismo cubano de una
argumentación teórica que permita establecer un sistema de dirección económica.
Independientemente de que pueda considerarse el mayor o menor apego de
los polemistas a una concepción marxista ortodoxa, avalada por la experiencia
socialista europea, o al no manejo enriquecedor de la teoría a partir de las
condiciones concretas de Cuba, de ningún modo podemos reducir la polémica al
enfrentamiento entre marxistas ortodoxos y marxistas liberales. Lo que ocurre
realmente es la participación en la misma de revolucionarios, académicos unos,
dirigentes otros, algunos funcionarios, o simplemente relacionados por su
actividad laboral con la economía, que siendo marxistas, tratan de explicar
cómo y a partir de qué presupuestos puede instaurarse el mejor sistema de
dirección económica, con independencia de las influencias, indudablemente
lógicas, de sistemas establecidos en países socialistas que ya para entonces
tenían un desarrollo en la dirección económica avalado, aunque muchos años
después hayan desaparecido por una práctica con resultados palpables y
reconocidos, pues fueron la base económica de la existencia del socialismo en
una parte considerable del mundo.
Es importante hacer la consideración de que esta plataforma teórica
marxista no pretendía sustentar la existencia de una nueva escuela de economía
política, ni realizar en el orden teórico aportes notables a la metodología
marxista; su pretensión era lograr encausar el desarrollo de la economía en un
país subdesarrollado, que se proponía transformaciones sociales radicales y que
para ello contaba, ante todo, con sus propias fuerzas, sobre todo en el campo
intelectual, con las insuficiencias que la dependencia a los Estados Unidos
había ido acumulando a lo largo de un período que iba desde inicios de siglo
hasta los finales de la década de 1950.
Las limitaciones quedan muy bien expresadas en el Informe Central al Primer Congreso del
Partido Comunista de Cuba cuando expone: "Carecíamos
realmente de economistas profundos y científicos del marxismo como para
pretender realizar aportes realmente significativos a la teoría y la práctica
de la construcción del socialismo, habíamos buscado más con modestia digna de
revolucionarios, todo lo que puede aprenderse y aplicarse en las
condiciones concretas de nuestro país en aquellas fuentes". (8)
Quede bien establecido que la polémica económica de los años 60 en Cuba
no es contraposición de escuelas de pensamiento burgués con la teoría económica
marxista, ni la lucha por implantar un sistema de dirección copiando las
existentes en los países socialistas. Es la búsqueda sobre una plataforma
teórica marxista, con limitaciones que el desconocimiento parcial de su teoría
económica y las condiciones propias del momento y el lugar en que se suscitaba
imponían, para establecer un sistema económico coherente que lograra encausar
el desarrollo del país con un control y una organización que posibilitaran la
eficiencia del proceso productivo y el consecuente aumento de la producción de
bienes de consumo.
Realizarlo con un alto nivel de centralización, como proponía uno de los
dos sistemas, o con una autonomía relativa, idea que defendía el otro sistema,
sería la cuestión práctica del problema; pero, en lo esencial, no había
discrepancias y en general todos los polemistas coincidían con el Che en que “(...) el comunismo es un fenómeno de
conciencia y no solamente un fenómeno de productividad” (9), y con ello dejaban explícita la idea común
de la defensa del socialismo, aunque no estuvieran de acuerdo en cómo
estructurar su dirección para el desarrollo económico.
Las ideas que han sido expuestas no deben conducir al pensamiento de que
la polémica fue un acto baldío con el que no se logró ningún elemento valioso
para el pensamiento económico cubano. Su acción desencadenó en la época todo un
movimiento de estudios económicos, que pudo servir de pauta a quienes tendrían
la responsabilidad de dirigir la esfera económica.
Carlos Rafael Rodríguez piensa que, incluso, realizó alguna
contribución: “La principal contribución del Che en el terreno de la teoría del llamado
período de transición (...) es sin duda el Sistema de Financiamiento
Presupuestario de Dirección de la Economía.” (10)
Siguiendo esta línea de reflexión, se puede
decir que también el Sistema del Cálculo Económico, con su diseño para
ser aplicado a nuestra economía, fue una seria contribución al período de
tránsito cubano y, en general, sobre la base de una plataforma teórica marxista
y la búsqueda de soluciones al proceso de dirección de la economía, aportó
elementos sustanciales al pensamiento económico cubano de la Revolución.
En la discusión,
por la validez de uno u otro sistema, fueron abordados como temas colaterales,
los relacionados con las categorías de la Ley del Valor y del Mercado, así como
los que están íntimamente ligados a la utilización de los estímulos morales
como forma primordial de incentivación del proceso de producción y del aumento
de la productividad del trabajo.
Aunque la polémica
tuvo un fuerte componente teórico, en tanto que la mayoría de los polemistas se
basaban en elementos de la teoría económica marxista, en las defensas de sus
criterios y opiniones, no era precisamente la búsqueda de la elaboración de una
teoría económica el centro y fin de la polémica. Por el contrario, su
pretensión y objetivo estaban enfilados a dotar al país del mejor sistema de
dirección y control de la economía, que en el orden práctico posibilitara, no
solo dar solución a los problemas inmediatos, aquellos con los que se
enfrentaba la economía en los momentos de la polémica, problemas que por su naturaleza
habían sido engendrados por una nueva forma de economía; eran complejos en su
novedad. También abarcaba ese objetivo, sentar pautas para la dirección de un
proceso económico posterior, que debía desarrollarse bajo las condiciones de la
propiedad social sobre los medios de producción fundamentales.
Este debate
contenía en sí mismo las ideas fundamentales del pensamiento económico de Cuba
en esa época que, sin lugar a dudas, estaba basado en la teoría marxista,
independientemente de que fueran conocidas otras corrientes que por aquel
entonces habían tenido una amplia entrada al país.
Todos los
participantes de la polémica cuando abordan las cuestiones teóricas lo hacen a
partir del marxismo, pero desde su propia interpretación y fuentes primarias.
No es característica la referencia a ideas expresadas en manuales elaborados
por autores que daban su interpretación de la teoría económica de Marx.
Lo anterior es una
muestra válida de la intención de creación, de la utilización del aspecto
metodológico del marxismo y de lo genuina que resultaba en su esencia la
polémica; pues aunque en pocos casos hubo una que otra tendencia a copiar lo
realizado en otros países, lo general era elaborar un sistema propio adaptado a
las condiciones del país.
Lo original de la
polémica le otorgó una riqueza tal que le impuso el sello de propiedad e
independencia en los marcos del pensamiento económico cubano. Fue un debate
novedoso y desarrollado en un ámbito en el que los criterios opuestos, aunque
discutidos, eran expuestos con entera libertad, lo que propició el desarrollo
de una cultura del debate, en la que el respeto por la opinión ajena siempre
estuvo presente.
Independientemente
de que estuvieron involucrados economistas con posiciones más o menos ortodoxas
respecto al marxismo, no se trató de una polémica por establecer una nueva
corriente del pensamiento económico; era una contienda entre revolucionarios
cubanos interesados en crear las formas y métodos más apropiados para dirigir
una economía que, sin antecedentes en nuestro país, debía permitir el
desarrollo del socialismo.
1 Revista Trimestre, p. 49.
2 Rodríguez, Carlos Rafael. "Sobre la contribución del Che al desarrollo de la economía cubana", p. 3.
3 Recarte, Alberto. “Cuba, economía y poder (1959–1980)”, p. 49.
4 Rodríguez, Carlos Rafael. "Sobre la contribución ... ", p. 21.
5 Datos tomados de Pelegrín Torras. " La 'ayuda' imperialista, instrumento de opresión y saqueo de la América Latina". En Cuba Socialista, No. 11, julio de 1962.
6 Recarte, Alberto. “Cuba economía y poder (1959–1980) )”, p. 49.
7 Rodríguez, Carlos Rafael. El nuevo sistema de dirección y planificación de la economía. Lo que pensaba y no pensaba el Che, p. 538.
8 Castro, Fidel. Informe Central al Primer Congreso del P.C.C. , p. 103.
9 Tablada, Carlos. Pensar al Che, p. 227.
10 Rodríguez, Carlos Rafael. "Sobre la contribución ... ", p. 3.
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