Venezuela y Cuba: la obra de un escritor venezolano a la luz de la crítica martiana.

Autora:

Lic. Yudith Pupo Pupo

 

Resumen  

El presente artículo aborda elementos de la vida y obra del escritor venezolano Juan  Antonio Pérez Bonalde,  representante del romanticismo en ese país latinoamericano, así como la visión que ofrece José Martí acerca de este autor en el prólogo de su “Poema del  Niágara."  Bonalde es poco estudiado  y casi desconocido en Cuba.

Palabras claves: José Martí, Juan Antonio Pérez Bonalde, Cuba, Venezuela,  romanticismo, poesía.

 

Abstract

The present article approaches elements of the life and the Venezuelan writer's work Juan Antonio Pérez Bonalde, representative of the romanticism in that Latin American country, as well as the vision that José offers Martí about this author in the foreword of his "Poem of the Niagara."  Bonalde is little studied and almost unknown in Cuba.

Key words: José Martí, Juan Antonio Pérez Bonalde, Cuba, Venezuela, romanticism, poetry.  

 

Cuba y Venezuela son dos naciones de América que están unidas por fuertes lazos de amistad, de solidaridad, de lucha por el progreso de la humanidad entera. A lo largo de los siglos, estas dos naciones han tenido personalidades ligadas por la hermandad. Tal es el caso de José Martí y del poeta de Caracas, Juan Antonio Pérez Bonalde, poco conocido en la tierra del Apóstol.

Estos dos grandes hombres de las letras hispánicas fueron amigos; la pluma inigualable del cubano dedicó elogios a Bonalde en el prólogo de su “Poema del Niágara” en Nueva York, en 1882, y que la Revista de Cuba reprodujo en el tomo XIV, en el año 1883. Merecidas palabras son empleadas por Martí para referirse al escritor caraqueño que pertenece a la considerada segunda generación del movimiento romántico en Latinoamérica. (1)

En el artículo se abordan algunas ideas martianas presentes en el referido escrito en relación con este hombre ilustre de las letras venezolanas.

¿Quién fue Juan Antonio Pérez Bonalde? Escritor, traductor y políglota. Nace en Caracas, Venezuela, el 30 de enero de 1846. Es el noveno hijo del matrimonio compuesto por Gregoria Pereira y Juan Antonio Pérez Bonalde. La familia se traslada a Puerto Rico en 1861, huyendo de la Guerra Federal. Para sostenerse, fundan un Colegio donde el joven poeta es profesor. Felipe Tejera dice que por entonces el adolescente se había dedicado al estudio de la música, el dibujo y los idiomas extranjeros. (2)

La familia se trasladó entonces a la Isla de Santomas, lugar en el que Bonalde se emplea como tenedor de libros. En 1864, cuando su país natal se había pacificado, los Pérez Bonalde regresan a Caracas e idean crear un nuevo Colegio; pero la muerte repentina del padre obstaculiza el proyecto. Entre 1864 y 1870 vive en Caracas. Trabaja como puede para  ganarse la  vida. Interviene en asuntos de política con el Partido Liberal.

El enemigo político de este hombre de letras, el General Adolfo Guzmán Blanco, llega a la primera magistratura en 1870 y empieza a gobernar como un verdadero dictador. El poeta se marcha de su país en ese año. Vuelve por poco tiempo en 1876, y no regresa definitivamente hasta 1889, llamado por el gobierno del doctor Raimundo Andueza Palacio. En estos 18 años, su centro de creación es Nueva York. Se emplea en la casa Lenman y Kemp-Barclay y Cía., y viaja por casi todo el mundo como representante de dicha firma. Aprende nuevos idiomas y perfecciona los que ya sabe.

En 1879 se casa con Amanda Shoon Mahter. Este matrimonio es desafortunado. En el dolor del exilio nace su hija Flor y en esta pequeña niña el poeta concentra todos sus afectos. La pequeña muere en 1883. De esos momentos amargos surge su elegía “Flor”. El inmenso dolor de la pérdida irreparable, el poeta lo expresa en estos conmovedores versos.

Sus lecturas, su vida errante, su aguda sensibilidad, lo conducen al escepticismo. A partir de  la muerte de Flor, no vuelve a publicar libros de poemas suyos, sólo sus traducciones, de Heine y de Poe. Se refugia en el alcohol y en las drogas, y su salud empieza a quebrantarse. Quienes lo conocen, como José Martí, advierten en él la melancolía y el tedio; la falta de fe en el presente y en el futuro.

Regresa a Venezuela en 1889. El gobierno de Andueza Palacio le ofrece un cargo diplomático y el poeta accede. Marcha rumbo a Amberes, mas la salud no se lo permite y tiene que regresar desde Curazao. Trata de aliviarse en las aguas termales de San Juan  de los Morros y en La Guaira, pero no logra recuperarse. Fallece el 4 de octubre de 1892. Once años después sus restos se trasladan a Caracas y desde 1946, año del centenario de su nacimiento, sus cenizas reposan en el Panteón Nacional. (3)

Este venezolano fue Masón Grado 18 y demostró cariño por la institución. Se afirma que realizó una vasta labor cultural dentro de las Logias y es citado por las publicaciones masónicas como un liberal de fuerte sentimiento nacionalista. Fue amigo de prestigiosos intelectuales y dirigentes de la masonería: Santiago Pérez Triana, Roberto de Narváez, y del admirado y recordado siempre José Martí.

Su obra poética está representada en 2 libros: Estrofas (1877) y Ritmos (1880). Sus traducciones más importantes son: El cancionero (1885), del alemán Enrique Heine, y El cuervo (1887), del norteamericano Edgar Allan Poe. (4) Quiso llevar  al castellano el poema “Calla Rookh”, de Thomas Moore, pero su estado de salud sólo le permitió traducir unas cuantas páginas”, que luego Martí continuo y terminó. (5)

Este poeta, que según la crítica (6) no imita a los románticos (7) europeos, sino que sus temas son tomados de su propia vida, escribió poemas en diversos lugares que están marcados por la melancolía y por un tono poético rico en matices.

El “Poema del Niágara”, que como ya se conoce Martí le escribió el prólogo, tuvo la autoría de Bonalde en 1881 y pertenece a su libro Ritmos. Es considerada su obra maestra. Lo compuso, como el célebre poeta cubano José María Heredia y Heredia, a la vista de las deslumbrantes y maravillosas cataratas, espectáculo imponente de la naturaleza. El hecho inolvidable le hacen imaginar que en ellas está oculto un genio, a quien Bonalde interroga acerca de los enigmas de la vida y de la muerte, a lo que el eco le responde que después de esta existencia efímera, no existe nada más.

José Martí, como crítico, ensayista y escritor que fue, reconoció en estos versos una creación digna de admirar, de leer y de aprender, y destaca la figura de Juan Antonio Pérez Bonalde como uno de los escritores más importantes de su tiempo. Y apunta: “¡Pasajero deténte!... Este que viene conmigo es grande, aunque no sea de España, y viene cubierto: es Juan Antonio Pérez Bonalde, que ha escrito el ‘Poema del Niágara’. Y si me preguntas más de él, curioso pasajero, te diré que se midió como un gigante  ...” (8)

El Apóstol lo llama grande, porque sabe que la obra, sincera y elocuente de este hombre de letras, sólo puede nombrarse así, y así demuestra que únicamente no son buenos los poetas de España, sino que el continente está poblado también por intelectuales de vasta cultura, por hombres de letras tan importantes como los españoles, como cualquier europeo. Se debe reconocer la calidad de estas personas y no desdeñar ni menospreciar a nadie porque no se haya formado en la Metrópoli. Asegura que se midió como un gigante. Y  es que este venezolano tuvo que enfrentar una vida llena de tristezas y de conflictos.

En el referido escrito martiano se expresan algunas sentencias, aplicables también a todos los tiempos y a todas las personas: ”... este es tiempo de amor, aun para los que odian”. (9) En los tiempos difíciles que le tocó vivir al autor en estudio, había que amar a todo y a todos, aun hasta a los enemigos. Y Juan Antonio amó; amó a su Patria, a su hija Flor, a la poesía mágica que brotó de su pluma, a la educación y a la vida; tanto, que cuando creyó que ya no tenía solución para su andar errante, buscó refugio para olvidar esa realidad, y lo que logró fue empeorar su salud. Pero su corazón también albergó el odio para el hombre que ahogaba a su Patria  en una cruel y despiadada tiranía.

Afirma Martí: “Una gran montaña parece menor cuando está rodeada de colinas.(10) Y Pérez Bonalde fue una gran montaña, pues su creación es muestra de inteligencia, su obra fue excelsa, aunque estuvo rodeado de figuras prestigiosas de la época romántica del siglo XIX en Venezuela. Él fue, sin dudas, un hombre grande, hoy recordado y venerado por muchas personas que han podido leer su obra.

Asegura el poeta cubano que si este hombre hubiera vivido en épocas de la corte, hubiera sido un poeta de “epopeya”, puesto que dedicó valiosos adjetivos a la madre naturaleza; y afirma: “La  batalla está en los talleres; la gloria, en la paz; el templo, en toda la tierra; el poema, en la naturaleza.” (11) Es ahí donde está la vida digna de ser cantada, las maravillas a las que hay que dedicar toda poesía. ¿Acaso no es una escena digna de admirarse los majestuosos torrentes despeñándose desde tan alta distancia? Mucha sería la emoción de aquel poeta al observar tan digno paisaje, al llamarlo “deidad rugiente”, “genio terrible del torrente”, “espíritu del cielo magnífico y bravío”, “genio sombrío”. No quedó pusilánime el autor al observar las cataratas, sino que las inmortaliza para siempre.

Por eso dice Martí. “¡Entre ahora el buen bardo del Niágara, ha escrito un canto extraordinario y resplandeciente del poema inacabable de la naturaleza!” (12) Para este hombre, sabedor de los secretos del alma, la naturaleza en sí misma es un poema  por todo cuanto encierra:  quietud, verdes arboledas,  familias de aves,  manantiales, arroyos, ríos impetuosos que corren hacia el mar; y precisamente Juan Antonio dedica  esos versos que engrandecen este elemento tan sublime de la Geografía.

Acerca de la creación literaria dice el revolucionario cubano: “¡El  Poema del Niágara! Lo que el Niágara cuenta, las voces del torrente, los gemidos del alma humana; la majestad del alma universal; el diálogo titánico entre el hombre impaciente y la naturaleza desdeñosa... vuelve a sí el hombre ebrio de fuerza y júbilo, fuerte como un monarca amado, ungido rey de la naturaleza! “ (13) Reconoce el crítico la grandeza que encierra esta página lírica del venezolano, la excelencia de la obra del hombre que se enfrenta a la naturaleza y le plantea sus inquietudes; quiere obtener respuestas afortunadas y optimistas del futuro incierto; necesita ánimos y sólo encuentra las mismas soluciones que  él, como ser humano vivo, tiene. Comprende que es a él a quien le toca decidir en aspectos de la vida terrenal. Entiende que es el individuo quien transforma a la naturaleza, es su elemento más importante, aunque el medio natural lo contenga.

Escribe José Martí en esas páginas: “Como este poema es obra representativa, hablar de él es hablar de la época que representa... Mueven el alma de este poeta los afanes, las soledades, las amarguras, la aspiración del genio cantor(..)” (14)

Evidentemente Bonalde vivió con deseos constantes de lograr los objetivos de su vida, de necesidad de compañía. Él recurre a la madre naturaleza para intentar despejar incógnitas que habitan en el cerebro humano alrededor de su existencia.

No cantó en esta gran creación a los hombres, pues tal vez los sucesos de su tiempo no llegaron a despertar más admiración en él, como el majestuoso Niágara, y por eso, aunque en su obra también le canta a ellos, buscó exaltar el paisaje que cautivó su alma triste y sola. Por eso el cubano escribe: “Y fatigado de buscar hazañas en los hombres, fue el poeta a saludar  la hazaña de la naturaleza.” (15)

De las estrofas de esta obra lírica, dice Martí que son cuadros, ráfagas de ventisqueras, columnas de fuego. En cada verso se observa el amor, el respeto a las maravillas naturales, la admiración por todo lo que lo rodea. No puede quedarse el poeta inerte, impávido ante las maravillas y lo místico del paisaje que contempla. 

El cubano ve en el amigo venezolano el hombre que sabe cómo moldear los vocablos de manera que describan lo que desean, que adora el idioma español y lo utiliza adecuadamente. No en valde dice: “ Y Pérez Bonalde ama su lengua y la acaricia, y  la castiga; que no hay placer como este de saber de dónde viene cada palabra que se usa, y a cuánto alcanza, y no hay nada mejor para agrandar y robustecer la mente que el estudio esmerado y la aplicación oportuna del lenguaje. Siente uno, luego de escribir, orgullo de escultor y de pintor.” (16)

Hoy, a la luz  de estos tiempos, resulta esta crítica martiana de obligada lectura para conocer la dimensión intelectual y humana del notable caraqueño que mucho aportó a la literatura venezolana, latinoamericana y universal.

En Cuba, en la Revista Islas, en 1982, se publicó el artículo martiano, en honor al centenario de su edición.

Mucho se le debe a Martí por haberlo colocado en un lugar cimero. Estúdiese a Bonalde y divúlguese su obra. Conózcase en América a este hombre de talla universal,  al que el Héroe Nacional Cubano dedicó tan heroico tributo. Bien merece el poeta la lectura de sus obras y el recuerdo perenne en esta nación cubana hermana de la tierra de Bolívar y Chávez.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

(1)Cfr.Texto Sentido-Plumas Célebres-Escritor invitado José Antonio Pérez onalde.mht.

(2)Cfr.http/: Juan Antonio Pérez Bonalde.mht.

(3)Cfr. Ibid.

(4)Cfr. Ibid.

(5)Cfr. Luis García Pascual. Entorno Martiano, p.193-194.

(6)Cfr. Ibid.

(7)Cfr.Texto sentido-Plumas Célebres- Escritor Invitado José Antonio Pérez Bonalde.

(8)Juan Marinello. Crítica Martiana, p.137.

(9)Ibid., p.141.

(10)Ibid., p.144.

(11)Ibid., p.146.

(12)Ibid., p.148.

(13)Ibid., p.148-49.

(14)Ibid., p.149.

(15)Ibid., p.150.

(16)Ibid., p.152.

 

BIBLIOGRAFÌA:

GARCÍA PASCUAL, LUIS. Entorno Martiano. Ciudad de La Habana, Casa Editora Abril, Ediciones Abril,  2003.

HTTP/:WWW. JUAN ANTONIO PÉREZ BONALDE.mht

HTTP/:WWW. Texto sentido-Plumas Célebres-Escritor Invitado Juan Antonio Pérez Bonalde.

MARINELLO, JUAN. José Martí. Crítica Martiana. Ciudad de La Habana, Ediciones Nuevo Mundo, s.a.

MICROSOFT ENCARTA 2005. Literatura venezolana.

REVISTA ISLAS, No. 71, enero-abril, 1982.