El aprendizaje casual y el aprendizaje debidamente orientado y organizado desde las concepciones de A. V. Petrovski

Autor: DrC. Carlos Ezequiel Pino Pupo

            ezequiel@hlg.rimed.cu 

 

Resumen

Para trabajar la dirección del aprendizaje es necesario conocer, ante todo, los fundamentos teóricos del mismo en los sujetos. Resulta de gran importancia tener dominio de las posiciones teóricas de los clásicos de la Psicología respecto a la temática. Es por ello que una tarea del Proyecto de Investigación “Dirección del aprendizaje de los estudiantes de la Educación Técnica y Profesional de nivel medio y superior”, radica en abordar los postulados fundamentales de la Psicología Soviética. Este trabajo pretende divulgar las posiciones teóricas de A. V. Petrovski acerca del aprendizaje casual o incidental como una vía inevitable de aprendizaje, y del aprendizaje debidamente orientado y organizado, es decir, dirigido a través del estudio como actividad.

Palabras claves: Aprendizaje casual, aprendizaje dirigido, dirección del aprendizaje.

 

Abstract

To deal with the direction of learning means, first of all, to know the theoretical foundation of this process in the learners. It is very important to know the theoretical positions of the classical scientists of Psychology in reference to this topic. That is why, one of the tasks of the research project “Direction of the learning process in students of junior and senior high levels from  Technical and Professional Education” deals with the study of Soviet Psychology. Through this work, the author try to publish A.V. Petrovski´s theoretical positions about casual and incidental learning as an inevitable way to learn. In the same way properly oriented and organized learning, that is to say, learning directed through study as an activity is also dealt with.

Key words: Casual learning, directed learning, direction of learning.

 

 

A partir del análisis de las concepciones de Petrovski (1985) sobre el aprendizaje, se evidenció cómo evoluciona este concepto hasta llegar a su esencia en el hombre. Teniendo en cuenta que “el aprendizaje consiste en la asimilación por el hombre de determinados conocimientos y de determinadas acciones y comportamientos...” (Petrovski, 1985, p. 209),  condicionados por dichos conocimientos en determinadas situaciones, el mismo transcurre en el hombre como un proceso complejo y escalonado en los niveles reflejo y cognitivo.

En el nivel reflejo el aprendizaje se expresa en la asimilación de determinadas reacciones y se lleva a cabo de forma automática e inconsciente. Este nivel incluye dos tipos de aprendizajes: sensorial y motor. La síntesis de ambos es el sensomotor. En el nivel cognitivo se ponen de manifiesto dos subniveles de aprendizaje: el aprendizaje práctico y el aprendizaje intelectual.

Esta clasificación de los tipos de aprendizaje dada por Petrovski (1985) responde a la manera en que son asimilados por el hombre los conocimientos, las acciones y los comportamientos. Lo que incluye además el aprendizaje de conceptos, del pensar y de aptitudes.

De acuerdo con la forma en que se dirige u orienta el aprendizaje, es decir, a cómo se recibe la información que será asimilada por el hombre, Petrovski (1985) define dos tipos. Estos son:

1.      El aprendizaje casual o incidental.

2.      El aprendizaje adecuadamente orientado y organizado.

Para el análisis de estos tipos de aprendizaje partimos de las siguientes preguntas, que intentaremos responder a lo largo del trabajo: ¿Se puede aprender por casualidad? ¿Todo lo que el hombre aprende se ha dirigido alguna vez?

Según la opinión de Petrovski (1985),  el aprendizaje puede ser espontáneo. El hombre recibe diversas influencias del mundo que lo rodea y en la comunicación e interacción con los demás puede surgir este aprendizaje. Es innegable que de forma casual se recibe información proveniente de los libros, de los medios masivos de comunicación, de relatos de otras personas, de las observaciones personales y de otras fuentes. De esta forma se asimilan determinados conocimientos de forma casual.

Pocas personas van a una escuela para aprender a manipular una grabadora o una cámara fotográfica; sin embargo, no cabe dudas de que se aprende a operar con estos aparatos. ¿Cómo se logra? Pues de diversas formas. Puede ser a través del manual de instrucciones, de la experiencia de quienes ya los han usado, de consejos de quienes nos rodean, de pruebas e imitaciones. Quiere decir esto que cuando el hombre participa en diversos tipos de actividad, al ir acumulando experiencia de acciones con los objetos, aparatos y equipos, puede asimilar espontáneamente ciertos hábitos y aptitudes.

¿Se puede afirmar entonces que mirando se aprende? Desde luego que sí, sobre todo si ese “mirando” se entiende como observando; pero como bien aclara Petrovski (1985): ciertos conocimientos, ciertos hábitos y ciertas aptitudes. Se puede aprender, aunque no todo lo que se desea. Por ejemplo, en la formación de un profesional técnico. Un técnico medio en Electrónica puede aprender a soldar por iniciativa propia, a partir de la experiencia de otro o sencillamente observando cómo otro lo hace, pero aprender a explicar el principio de funcionamiento de un simple transistor bipolar requiere de otros procesos. Es posible para algunas personas aprender, incluso, conocimientos teóricos con alto grado de complejidad, vencer cursos de carreras universitarias de forma autodidacta, Lenin lo logró; mas esa no es la regla, bien puede ser la excepción. Los sistemas educativos de la mayoría de los países propugnan otras formas de aprendizaje.

Para Petrovski (1985) “El aprendizaje en el curso de una actividad cuyo objetivo es otro fin se llama casual o incidental (p. 218). Este autor ejemplifica con el niño en su desarrollo. Los actos prácticos y de comunicación, la manipulación y el uso de diferentes objetos, y el lenguaje le revelan y concretan al niño el destino de las cosas que lo rodean, sus funciones y el modo de manejarlas; es decir, forman en él sistemas de significados sociales de las cosas y las acciones, modos de clasificarlas y designaciones verbales, en otras palabras, forman el pensamiento. El juego enseña al niño utilizar dichos significados, a encarnarlos en sus acciones, a subordinar a ellos su conducta, es decir, la regulación ideal y volitiva. El hombre en el curso de toda su vida es enriquecido constantemente mediante el trabajo, la comunicación con los demás, la lectura, los medios de comunicación masiva. En esta interacción se nutre de nuevos datos, conocimientos, aptitudes, hábitos, costumbres, modos de pensar, formas de conducta, sistemas de acciones prácticas y verbales.

En estos tipos de actividad y de conducta hay una peculiaridad que reside en que su resultado final que es la asimilación de la experiencia social, no coincide con los fines inmediatos de la actividad y la conducta. Tal es el caso del niño que no manipula los objetos ni juega para aprender algo. Cuando da sus primeros pasos o pronuncia sus primeras palabras, él no lo hace para aprender a caminar o a hablar, sino para satisfacer determinadas necesidades directas de investigación, actividad, dominio de las cosas, influencia sobre los demás. El aprendizaje o la asimilación de las acciones y de la información no son para él un fin, sino un medio para satisfacer sus necesidades. También puede ocurrir esto con un obrero que opera una máquina para elaborar determinado producto de cierta calidad. El perfeccionamiento de los  hábitos y procesos reguladores en la producción surge en él como resultado paralelo de la actividad y no como fin de esta.

A partir de Investigaciones y experimentos, muchos psicólogos y pedagogos propugnaron la idea de que el aprendizaje no intencional  o incidental es la mejor forma para desarrollar la enseñanza y destacan su naturalidad. Los partidarios de esta idea plantean que el hombre para aprender tiene que relacionarse con la vida en su realidad, con objetos y cosas reales, no con objetos e informaciones artificialmente preparados. Según estas ideas, los motivos y estímulos para el aprendizaje se originan desde dentro y no desde fuera, en otras palabras, la psiquis del alumno por sí sola realiza la selección y fijación de los datos y acciones necesarios, sin que se requieran esfuerzos especiales por parte del maestro. Así justifican la elevada disposición del alumno para el aprendizaje, su gran actividad en el estudio y los elevados y estables resultados que se obtienen.

Como consecuencia de estos puntos de vista en la Pedagogía surgieron diversas teorías de la “educación libre”. Su máxima expresión lo constituyó la “teoría de la adaptación”, difundida en los Estados Unidos, según la cual el alumno elige el material de aprendizaje y el tipo de actividad de estudio. Estas teorías tienen en común la concepción de la eliminación del aprendizaje como actividad especial independiente y la sustituyen por lo que se aprende como producto colateral de otros tipos de actividad.

Surgió la interrogante acerca de qué se aprende así, sobre todo si se tienen en cuenta los plazos que la sociedad adjudica al hombre para prepararse para la vida y el trabajo. Se realizaron múltiples experimentos e investigaciones y los psicólogos, según Petrovski (1985, p. 219) llegaron a las siguientes conclusiones:

1.      El aprendizaje casual e incidental, no intencional, es en la mayoría de los casos menos eficaz que el intencional y organizado.

2.      Cuando este tipo de aprendizaje transcurre exclusivamente a través de la actividad independiente de los alumnos exige mucho tiempo. El alumno tiene que descubrir, comprender y reunir todos los datos que necesita.

3.      El alumno delimita y asimila únicamente lo que está vinculado en forma directa con sus necesidades, intereses y tareas corrientes, mientras todo lo demás queda a un lado.

Teniendo en cuenta que lo que aprenderá el alumno depende de su personalidad, de sus intereses y necesidades, los resultados de ese aprendizaje serán casuales, fragmentarios y no sistemáticos. Dichos resultados constituyen un cúmulo desordenado de informaciones, aptitudes y hábitos dispersos al que se le denomina experiencia. No será posible la asimilación de un sistema científico de conceptos y de las consiguientes estructuras de la actividad psíquica, así como el desarrollo multilateral y uniforme del alumno. Para ello hace falta la actividad específica del hombre que tiene como fin directo el aprendizaje y se llama estudio.

Además del aprendizaje casual, las condiciones del aprendizaje pueden ser especialmente organizadas y creadas. En este caso, según Petrovski (1985) el aprendizaje será adecuadamente organizado y orientado (p. 215). “Esa organización adecuada del aprendizaje se denomina enseñanza (Petrovski, 1985, p. 215).

El ejemplo más universal de enseñanza lo constituye la escuela, que es donde fundamentalmente transcurre, aunque no es solo allí. En Cuba este proceso abarca el hogar, las vías no formales en las comunidades, los círculos infantiles y en el caso de la Educación Técnica y Profesional, y la Educación Superior, las entidades productivas y de servicios.

La enseñanza, según Petrovski (1985), puede considerarse como la transmisión al alumno de determinados conocimientos, aptitudes y hábitos. Antes de recibir la enseñanza el hombre carece de los mismos. Los toma del maestro que es quien domina dichos conocimientos, aptitudes y hábitos. Este autor aclara que tanto los conocimientos, aptitudes y hábitos, así como las percepciones, representaciones, conceptos y el pensamiento no son cosas que se puedan trasvasar de una cabeza a la otra. Son formas y resultados de procesos reflectores y reguladores en la psiquis del hombre. Pueden surgir en la cabeza del hombre solo como resultado de su propia actividad.

En la actualidad existe cierto prejuicio en la pedagogía cubana con respecto al término transmisión. Prejuicio infundado, justificado solo por el desconocimiento de los postulados de los clásicos de la Psicología Soviética. En el caso de Petrovski (1985), siempre quedó claro que este psicólogo consideraba que la relación maestro-alumno durante la enseñanza no puede ser reducida a la relación transmisor-receptor y por ello definió en términos más precisos la enseñanza “como el proceso de interacción entre el enseñante y el enseñado como resultado del cual en este se forman determinados conocimientos, aptitudes y hábitos” (p. 216) y precisó que esto solo ocurre en caso de que las influencias del maestro provoquen determinada actividad física y psíquica del alumno.

Las influencias del exterior, al decir de Petrovski (1985, p. 216) que provocan determinada actividad de respuesta del organismo se llaman estimulación. Dichas influencias, como resultado de las cuales se logra determinado fin, propuesto con anterioridad, se llama dirección. Dicha dirección no es ni más ni menos que la dirección del aprendizaje. Esto lo justifica Petrovski (1985, p. 216) cuando expresa: “la enseñanza se puede definir como el proceso de estimulación y dirección de la actividad exterior e interior del alumno como resultado del cual se forman en él determinados conocimientos, hábitos y aptitudes.” Si se tiene en cuenta que uno de los conceptos de aprendizaje que ofrece este clásico de la Psicología Soviética radica en que “el aprendizaje se expresa en una modificación adecuada de la actividad externa e interior (o de la conducta)” (Petrovski, 1985, p. 205), entonces no hay lugar a dudas.

En el proceso enseñanza - aprendizaje, el que enseña, el maestro que representa a la institución, puede y debe crear las condiciones para organizar la actividad del alumno y además controlarla. Deben garantizarse los medios y la información para que este proceso se realice; sin embargo, el aprendizaje de conocimientos, aptitudes, hábitos, acciones, conceptos, comportamientos y del pensamiento solo se hace posible a través de la propia actividad del alumno. Ante la interrogante: ¿Cuál es precisamente la actividad del alumno que conduce al aprendizaje? Petrovski (1985) afirma que cualquiera. Esta aseveración cobra mayor fuerza si dentro de las actividades del alumno están concebidas, al decir de Álvarez de Zayas (1999), las tareas docentes que conlleven a su desarrollo.

El aprendizaje adecuadamente organizado y orientado se concreta a través del estudio como actividad. “El estudio tiene lugar cuando las acciones del hombre son dirigidas por el fin consciente de asimilar determinados conocimientos, hábitos, aptitudes, formas de conducta y tipos de actividad”.  (Petrovski, 1985, p.220).

En los animales es posible el aprendizaje, pero el estudio es una actividad exclusivamente humana y solo es posible cuando el hombre es capaz de regular sus acciones según un fin ideal que comprende. Dicha capacidad adquiere un desarrollo suficiente a los cuatro o cinco años de edad y se forma sobre la base de los tipos de conducta y actividad precedente, que en el niño han sido el juego, el lenguaje, la conducta práctica.

Retomando las interrogantes: ¿Se puede aprender por casualidad? Sí se puede, aunque como se explicó: ciertos conocimientos, ciertos hábitos, ciertas aptitudes, y agregaríamos, ciertas formas de conducta y ciertos tipos de actividad. Se puede aprender, aunque no todo lo que se desea.

¿Todo lo que el hombre aprende se ha dirigido alguna vez? Sin dudas, no todo. Aunque lo que ha aprendido institucionalmente ha sido objeto de un aprendizaje dirigido y orientado a través de la actividad de estudio. Luego de analizar este tipo de aprendizaje, en opinión de Petrovski (1985), el hombre puede aprender: conocimientos, hábitos, aptitudes, formas de conducta y tipos de actividad. A diferencia del aprendizaje casual,  en este caso el proceso cobra una mayor rapidez y eficiencia, sobre todo, por la ampliación del carácter social del mismo.

                                                                                                                         

 BIBLIOGRAFÍA:

ALVAREZ DE ZAYAS, C. M. Didáctica. La escuela en la vida. La Habana, Editorial Pueblo y Educación, 1999.

PETROVSKI, A. V. Psicología evolutiva y pedagógica. Moscú, Editorial Progreso, 1985a.

-----. Psicología general. La Habana, Editorial Libros para la Educación, 1979.

-----. Psicología general: manual didáctico para los Institutos Superiores Pedagógicos. Moscú, Editorial Progreso, 1985b.