¿Cómo se pueden medir las actitudes
medioambientales?
Actitud,
actitudes medioambientales, escala Likert, cuestionarios actitudinales.
ABSTRACT
The authors of this article make an aoutline of the most used techniques
to measure people´s attitudes, wish some remaerks in respect to the
environmental ones. Its main objetive stands on clering up certain deep-rooted
conceptions present in a big partion of the teaching community that intent to
minimize the work with this psychological construct alluding the impossibility
of measurement as a consequence of its subjective aspect. For those people we
ask: are values measurable? Why are they treated wich so much frequency?
KEY
WORDS
Attitude,
environmental attitudes, Likert, questionnaires actitudinales climbs.
Las
actitudes sólo son un indicador de la conducta, pero no la conducta en sí. Por
ello, las mediciones de actitudes deben interpretarse como “síntomas” y no como
“hechos” (Padua, 1979. Citado por: Sampieri y otros, 1998). Ampliando un poco
más las palabras de Padua, se puede comprender el hecho de que si un grupo de
personas posee actitudes en contra de la contaminación, esto no significa que
ellas estén realizando acciones para evitar contaminar el medio ambiente. Como
máximo podemos inferir que sus predisposiciones indican que en un futuro pueden
manifestar conductas o comportamientos que expresen hechos concretos hacia la
preservación del medio ambiente.
En la
literatura se expresa que las actitudes tienen dos propiedades muy importantes:
la dirección (positiva o negativa) y la intensidad (alta o baja), las cuales se
han tratado de medir con variados instrumentos.
Las
actitudes de un sujeto vienen a ser un conjunto de escalas de predisposiciones
internas que le determinan su manera de pensar, opinar y actuar. Esto permite
asegurar que “en la actualidad no existe ningún instrumento que nos permita
acceder directamente a este mundo de valores internos de los individuos.
Si pretendemos obtener información sobre las predisposiciones o creencias
ambientales de las personas, la única posibilidad que tenemos es inferirlas y
deducirlas indirectamente a partir de lo que los sujetos dicen o hacen.”
(Benayas, J. 1992). Las actuales alternativas dan una visión parcial de las
actitudes de las personas. No obstante, existe un variado grupo de técnicas
para su medición, las cuales describiremos más adelante.
Javier
Benayas (1992) confirma que las entrevistas y cuestionarios constituyen los
instrumentos más utilizados para la medición de actitudes ambientales, una vez
que Young & Iozzi habían revisado 502 publicaciones sobre este tema. El propio
Benayas y su colega De Lucio hacen un análisis porcentual del uso de las
pruebas más frecuentemente utilizadas para medir las actitudes ambientales,
publicadas durante 1970-1982, y que a continuación reflejamos:
·
Cuestionarios
y encuestas (57, 15%)
·
Observación
de comportamiento ( 11,80%)
·
Técnicas
descriptivas (sin especificar) (8,33%)
·
Diferencial
Semántico (7,14%)
·
Técnicas
de valoración de habilidades (5,
95%)
·
Análisis
de contenido (3,57%)
·
Técnicas
gráficas (1,19%)
·
Asociación
de ideas (1,19%)
·
Sin
detallar (4,7%)
Como puede verse, los cuestionarios
están a la vanguardia dentro de técnicas de medición actitudinal, entre los que
cabe la escala Likert. Los métodos más conocidos para medir por escalas las
variables que constituyen actitudes son: el método de escalamiento Likert, el
diferencial semántico y la escala de Guttman (Sampieri y otros, 1998).
El
desarrollo teórico del término actitud es muy grande, sin embargo, donde
mayores dificultades se han encontrado es en su aspecto evaluativo, del cual
han surgido diversa polémicas en cuanto a si son medibles las actitudes o qué
grado de validez tienen los actuales instrumentos. Consideramos que este
constructo psicológico puede ser objeto de medición, aunque sea por vía
indirecta debido al carácter interno que las actitudes poseen, a sus escalas
internas, mediante las cuales es posible, únicamente, inferirlas a través de lo
que un individuo dice, escribe o hace. No le encontramos mayores dificultades
evaluativas a las actitudes que a los valores, en ambos casos la complejidad
está presente y se trata del mundo interno de las personas, y para ninguno de
ellos existe en estos momentos técnicas para su pleno reconocimiento por vía
directa.
Las
actitudes poseen características que a su vez entrañan dificultades en su
proceso de medición, tal como señala Casals (Casals, J. 1989): tiene que ser la
medición necesariamente indirecta; la forma en que las actitudes se reflejan en
la conducta y en la actividad, depende con frecuencia de la situación concreta.
La medición de las actitudes exige confiabilidad del instrumento de medición y,
por último, la validez de su medida sólo pude determinarse de manera indirecta,
en términos de predicción de la conducta basada en esa medida.
En cuanto
a la medición de actitudes, “se puede decir que la primera contribución
importante llegó con Thurstone (1929, 1931) al aplicar los métodos
psicométricos al estudio del problema.” (Ros García, M. 1995). A partir de la
primera publicación de L. L. Thurstone en 1928, se desencadenaron sucesivas
investigaciones para el diseño y discusión de técnicas para la medición de
actitudes en investigación social, hasta el punto de que hoy se conocen cientos
de instrumentos para la medida y análisis de las mismas. Pasados más de 70 años
de la primera publicación, los postulados de los primeros investigadores hoy
tienen tanta vigencia como los de la última aportación en el marco de la
medición de actitudes.
De
distintas maneras se ha intentado medir las actitudes de los individuos en
diversas esferas de la personalidad. Milgram (1965), elaboró una técnica
indirecta para evaluar las actitudes políticas de las personas, utilizando cartas con destino a las organizaciones
políticas y sociales de una comunidad en particular. Como indicador utilizó el
sentimiento (positivo o negativo) de las personas hacia un vínculo de una
organización que aparecía en la carta.
Hess,
Seltzer & Shlien (1965) estudiaron las actitudes de cinco varones
heterosexuales en el momento en que observaban fotos de hombres y mujeres desnudos
o semidesnudos. El indicador que tenían en cuenta era la dilatación media de
las pupilas.
Cooper
& Pollock (1959) obtuvieron importantes resultados al estudiar la
conducción eléctrica de la piel al variar el grado de sudoración o flujo
capilar de los individuos cuando estos escuchaban comentarios desfavorables
hacia los objetos de su prejuicio. En ese momento la resistencia de la piel
cae.
Otra
importante técnica para la medición de actitudes es el Diferencial Semántico
elaborado por Osgood, Suci y Tannenbaum en 1957. Consiste en una serie de
adjetivos extremos (bipolares) que califican al objeto de actitud, ante los
cuales se solicita la reacción del sujeto. El postulado básico de este
instrumento expresa “que la actitud de una persona hacia un objeto es
equivalente al significado evaluativo del objeto para esa persona” (Ros García,
M. 1995). El sujeto debe marcar en una escala de 3, 5, 7 ó 9 puntos que señalan
los extremos de los adjetivos. Ejemplos de adjetivos bipolares pueden ser:
fuerte-débil; frío-caliente; alto-bajo; dulce-ácido, etc.
Retomando a Thurstone, es menester señalar que dicha
técnica se propuso con la idea de medir cualquier clase de actitud, por lo que
posibilita construir escalas propias para medir y analizar un tipo de actitud
específicamente. Dentro de la base metodológica de esta técnica se asume como
concepto de actitud el que hace referencia a inclinaciones, sentimientos,
prejuicios, tendencias, nociones preconcebidas, ideas, temores y convicciones
que tiene un hombre respecto de un tema determinado.” (López, J. 1995).
Esto dio
lugar a que Thurstone partiera de dos principios básicos para construir las
escalas: “cuando se produce un número de juicios repetidos sobre cada estímulo
(enunciado o proposición), sea sobre un mismo individuo o sobre un grupo, la
variación de las estimaciones se produce según la curva normal de probabilidad;
con estos supuestos, es posible establecer una escala diferencial o de
intervalos aparentemente iguales, en la que los ítems o enunciados son seleccionados
de modo tal que puedan ser escalonados,
expresando un continuo psicológico subyacente.” (López, J. 1995).
La escala
se construye inicialmente con 100 ó 150 ítems para dejar finalmente 20 ó 30 que
serán aplicados a la muestra de sujetos
en estudio. No es objetivo nuestro exponer los detalles de la técnica, por lo
que invitamos a los interesados a consultar el libro “Metodología y teoría de
la psicología, 1995, de José F. Morales
Domínguez. Universidad Nacional de Educación a Distancia. Madrid.”
En 1932,
sale a la luz una forma más sencilla de elaborar escalas para la medición de
actitudes, la escala Likert. Fue elaborada por Remsis Likert y consiste en un
conjunto de incisos que denotan afirmaciones o juicios ante los cuales los
sujetos reaccionan, marcando en una escala de cinco puntos. Cada escala adopta
un valor numérico, permitiéndole al sujeto alcanzar un puntuación por cada ítem
y una total al sumar cada una de las puntuaciones.
La escala
Likert tiene un enfoque vigente y muy popularizado en el mundo científico a
pesar de los más de 70 años de su nacimiento. Considera entre sus postulados la
posibilidad de estudiar las actitudes en diferentes dimensiones sobre la base
de reactivos para los sujetos, brinda la opción para los individuos de mostrar
su actitud desde un punto que va del más favorable al más desfavorable.
Por el
carácter aditivo de la escala, la misma se centra en especificar la valencia de
la actitud estudiada, o sea, positiva o negativa, favorable o desfavorable. La
unidad de medida permite que los individuos se sitúen en las dimensiones de la
actitud y no los ítems en los sujetos.
Construir
una escala de este tipo supone los siguientes pasos:
1.
Preparación
de los ítems iniciales.
2.
Administración
de los ítems a un grupo de sujetos.
3.
Asignación
de la puntuación a los ítems.
4.
Asignación
de las puntuaciones a los sujetos.
5.
Análisis y
selección de los ítems.
Los ítems
iniciales deben representar el doble o triple de los que deben quedar en la
lista final. El enfoque de los enunciados debe ser categórico, afirmativo,
además de ser claros y precisos. Es importante que el 50% de los mismos
represente la zona positiva de la actitud y el otro 50%, a la zona negativa.
Las
categorías de respuesta que comúnmente se utilizan en una escala Likert son: Muy
de acuerdo, De acuerdo, Neutral, En desacuerdo, Muy en desacuerdo. Existen más
alternativas que ampliamente se utilizan.
Los tipos
de puntaje que se les otorgan a las categorías suelen ser de cinco puntos, de
manera que la parte más favorable de la actitud obtenga la mayor puntuación.
Por ejemplo, un ítem que pretenda medir la actitud ambiental de un individuo
puede ser el siguiente:
La
práctica de lavar camiones en los ríos merece ser sancionada por la ley.
Entonces,
las categorías y sus puntuaciones serían: 5
Muy de acuerdo, 4 De acuerdo, 3 Neutral, 2 En desacuerdo, 1
Muy en desacuerdo. Si el sujeto marca en la categoría “Muy de acuerdo”,
obtiene la máxima puntuación, 5 puntos. De esta forma se obtienen las
puntuaciones de las escalas Likert, sumando los valores obtenidos en cada
afirmación o ítem. Esta es la razón por la cual es una escala aditiva.
La
construcción de la escala inicia, emitiendo un amplio número de afirmaciones
propias de la actitud en cuestión, y se aplican con posterioridad a una muestra
de los sujetos que finalmente la recibirán, con lo cual se obtiene una prueba
piloto para obtener las puntuaciones del grupo en toda la escala, para dejar
aquellas afirmaciones con mayores correlaciones significativas en la escala
final.
La escala
final se le suministra a toda la muestra de la investigación de forma
autoadministrada o mediante una entrevista. En el primer caso se le entrega la
escala al individuo y éste marca en el ítem en la escala que él entienda. En la
segunda vía, un entrevistador le lee cada ítem y sus alternativas de respuestas
al sujeto y anota lo que éste responda.
De esta
forma, la escala Likert es ampliamente usada en las Ciencias Sociales para la
medición de actitudes hacia diferentes constructos sociales como la política,
la paz, las decisiones públicas, la economía, los objetos de uso común, etc. No
escapan de esta influencia las actitudes hacia la Naturaleza, por lo cual se
han hecho adecuaciones a esta escala para conseguir fines actitudinales
ambientales.
El estudio
de las actitudes medioambientales ha sido un motivo científico y social para
que al cabo de algunas décadas se cuente con un variado y útil instrumental
para la medición indirecta de este tipo de actitudes. Javier Benayas (1992)
expone explícitamente varios de estos instrumentos con los que cuenta la
investigación en educación ambiental. Ellos son:
1.
Entrevistas
y encuestas de opinión. Muy utilizadas para la medición de actitudes y
preferencias en la sociedad. A pesar de su gran utilización no constituyen
técnicas muy efectivas para conocer las actitudes profundas de los sujetos.
2.
Los
cuestionarios y escalas de actitudes. Entre los más conocidos se encuentran:
·
“Environmental
Concern Scale” de Weigel & Weigel (1978). Evalúa la responsabilidad
ambiental de adultos mayores de 19 años.
·
“El
cuestionario de la Nueva Alternativa Ambiental” de Dunlap & Van Liere
(1978). Pretende medir los sentimientos de la población con respecto a ciertos
aspectos del equilibrio de la Naturaleza. Tiene diferentes versiones: Albrecht
et al (1982), Gellert & Lasley (1985).
·
“Cuestionarios
de Maloney & Ward (1973); Maloney, Ward & Brauchet (1975) y Giffor, Hay
& Boros (1982)”. Valoran las actitudes y conocimientos ecológicos, sobre la
base de cuatro escalas.
·
“Environmental
Response Inventory” (ERI) y su versión para niños: Children Environmental
Response Inventory (CERI). Probablemente sea uno de los más utilizados. Está
constituido por 184 proposiciones divididas en 8 escalas ambientales.
·
Richmond
& Baumgart (1982). Es una prueba que pretende medir la estructura
actitudinal de los jóvenes respecto a nueve temas ambientales.
3.
Otras
técnicas de análisis de actitudes ambientales:
·
Diferencial
Semántico de Osgoog (1957).
·
Los mapas
cognitivos. Utilizados por Lynch (1960), Benayas & Cuerda (1989). Tienen como
centro el estudio de las representaciones espaciales.
·
La escala
Likert.
·
La “Moyer
Unobstrusive Survey of Environmental Attitudes” (MUSEA), diseñada por Moyer
(1977). Es una prueba basada en las técnicas de asociación de palabras, escalas
de libre elección y frases sin final.
·
El
“Environmental Issue Test” de Iozzi. Determina el nivel de juicios éticos y
morales de los sujetos con respecto a temas ambientales. Incluye, además, un
cuestionario de doce preguntas.
·
El
“Repertory Grid” de Kelly (1955). Es muy interesante aunque requiere de un
análisis complejo y laborioso. Utiliza las tríadas de fotos paisajísticas.
·
Análisis
de Preferencias Paisajísticas, desarrollada en la década de 1970 en la
universidad de Sevilla por Bernáldez et al, 1973; Sancho Royo, 1973. Con el
decursar del tiempo se ha perfeccionado y en la actualidad existen cuantiosas
publicaciones que dan fe de su utilización. Su postulado fundamental expresa
que las preferencias ambientales (a partir de pares y triadas de fotos) se
correlacionan con las actitudes, la personalidad, la edad, el sexo y la
actividad profesional de un individuo. Sostiene, además, que las imágenes
fotográficas entrañan un enorme contenido de información ambiental sobre el
cual los sujetos reflejan sus preferencias y actitudes hacia el medio ambiente.
Es un método muy útil y eficaz, pero requiere de valiosos recursos y muchas
horas para su aplicación y análisis.
Como puede
verse, existe un vasto instrumental para el tratamiento y evaluación de las
actitudes ambientales que tiene amplia aplicación en países como España, México
y Estados Unidos, y que paulatinamente está adquiriendo mayor relevancia en
investigaciones sociales en nuestro país.
A pesar de los diversos tratamientos
instrumentales que han recibido las actitudes, es oportuno señalar que todavía
dicho proceso no cuenta con suficientes seguidores, principalmente en nuestro
país, del cual es relativamente fácil identificar las personas más audaces en
este campo. Tal particularidad no es exactamente igual en los predios
científicos foráneos, donde sí existe una importante producción científica
relativa esta categoría y de la cual nos estamos nutriendo y simultáneamente
perfeccionando.
Consideramos
que la dificultad que entraña la medición de las actitudes radica no tanto en
la escasez instrumental, como en la falta de consenso entre las
diferentes escuelas psicológicas y los autores en cuanto a qué entender por
actitud. Si los investigadores se apartaran un poco del escepticismo que los
frena y decidieran desentrañar los complejos nexos de las actitudes con el
mundo interno y externo de las personas, hoy estaríamos en un estadio superior
del conocimiento de las actitudes y pudiéramos incidir certeramente en su
formación y desarrollo.
La
utilización de la escala Likert para la medición de las actitudes
medioambientales en los estudiantes obedece en primera instancia a su
reconocida precisión para el conocimiento de las mismas; y en segundo lugar, a
la relativa facilidad con que un profesor puede diseñar, aplicar e interpretar
los resultados que de la misma se derivan.
1.
BENAYAS
DEL ÁLAMO, JAVIER. Educación ambiental
en parques urbanos y espacios verdes / Javier Benayas del Álamo... [et al.]. –
–p. 59-72. – –En Tópicos en Educación Ambiental. – –Vol. 1, no 1. –
–México, abr.1999.
2.
BENAYAS
DEL ÁLAMO, JAVIER. Paisaje y educación
ambiental: evaluación de cambios de actitudes hacia el entorno. ––España :
MOPT, 1992. ––243p.
3.
Construcción
de escalas de actitudes de tolerancia y cooperación para un contexto
multicultural. / Sebastián Sánchez Fernández… [et al.]. ––p. 81-97. ––En
Enseñanza. Anuario Interuniversitario de Didáctica. ––Vol. 14. ––Universidad de Salamanca, 1996.
4.
Evaluación
de actitudes proambientales en trabajadores de grandes organizaciones. /
Ricardo García–Mira… [et al.]. ––p. 435-444. ––En Psicología Social
(13). –-no. 3. ––Universidad de La Coruña. ––Madrid, 1998.
5.
GARCÍA
MIRA, RICARDO. Evaluación de las actitudes proambientales en trabajadores de
grandes organizaciones / Ricardo García Mira... [et al.]. – –p. 435-444. – –En
Psicología Social. – – Vol. 13, no, 3. – – Universidad de la Coruña, 1998.
6.
LÓPEZ
PÉREZ, JESÚS. Las escalas de actitudes
(2). ––p.237-281. ––En Metodología y Teoría de la Psicología / José F.
Morales Domínguez. T.2. Tercera reimpresión. – –Madrid : Universidad Nacional
de Educación a Distancia, 1995.
7.
PONDE
SOLOZÁBAL, JOSÉ RAMÓN. Dialéctica de
las actitudes en la personalidad. ––La
Habana : Ed. Científico–Técnica, 1981. ––99p.
8.
ROS
GARCÍA, MARÍA. Las escalas de actitudes (1). ––p.219-231. ––En
Metodología y Teoría de la Psicología / José F. Morales Domínguez. T. 2.
Tercera reimpresión. ––Madrid : Universidad Nacional de Educación a Distancia,
1995.
9.
RUGARCÍA,
ARMANDO. Evaluación de conocimientos, habilidades y actitudes.
––p.103-106. ––En Educación Química. ––Vol. 9, no. 2. –– México, mar.- abr. 1998.