José Martí y la
Guerra Chiquita.
Autores: Lic.
Bárbara Mendoza Sarmiento.
Lic.
Reynaldo Catalá Brito.
RESUMEN:
El presente
artículo aborda la posición asumida por José Martí durante el desarrollo de la
Guerra Chiquita.Los autores ofrecen una valoración a partir del análisis de
algunas circulares, proclamas y cartas emitidas por Martí,en torno a este hecho
histórico, finalmente nos dan a conocer las enseñanzas de la Guerra Chiquita
para la preparación de la nueva gesta liberadora.
ABSTRACT:
This article deals with the position taken by José Martí during the
events of the Chiquita War. The authors provide some points of view from the
analisis of various documents and letters written by Martí about this important
historical event, finally the article reveals some of the teachings of the
Chiquita War for the preparing of the new liberation movement.
El 10 de Febrero de 1878 se produce la Capitulación del Zanjón, la paz
tan celebrada por España no logró amilanar el espíritu de rebeldía de los
cubanos, por ello no es de extrañar que los batalladores de la Guerra
Grande de inmediato se sumergieran en
la labor conspirativa. Pocos días después de esta rendición deshonrosa, el
independentista cubano Manuel de la Cruz, convocó a una convención popular en
el Masonic Hall de Nueva York para “(…) estudiar la situación porque atravesaba
nuestra adorada Cuba y protestar y ver la actitud que como hombres dignos debía
asumir la emigración” (1).El acuerdo principal de dicha convención fue el de
nombrar una comisión que inquiriera de los representantes lo que realmente
estaba ocurriendo.
El 10 de Marzo se celebra la
segunda Convención Popular, en la que se acordó reasumir los poderes como
cubanos y hombres libres, a través de la constitución de un Comité
Revolucionario de la Emigración.El procedimiento que adoptan los emigrados,
constituye la ruptura con el status anterior, prácticamente con la Junta
Central de Camaguey y en general con todo el que, a nombre del gobierno en armas, pactase con el enemigo.
El acuerdo establecía una organización revolucionaria en la emigración, que
llenara el vacío de los órganos anteriores al Zanjón.
A la semana siguiente, el 17 de Marzo, una nueva Convención Popular deja
constituido el Comité Revolucionario de la Emigración, que quedó presidido por
José Francisco Lamadríz, quien el 25 de Marzo, emite una proclama destinada al
Ejército Libertador, en la cual exhorta a sus integrantes a continuar la lucha,
al mismo tiempo les da a conocer los ingentes esfuerzos que se realizan “(…) a
pesar de la pobreza en que se consumen los emigrados, para remitirles en breve
las armas requeridas.”(2).La dirección del Comité recién creado en Nueva York,
emprendió una activa campaña en la emigración, con el doble propósito de
recobrar recursos y movilizar a los emigrados a favor de la causa
independentista.
El 8 de Junio de 1878 llega a Nueva York, procedente de España, Calixto
García, libre su ejecutoria ante el pueblo emigrado de la sombra del Zanjón,
ocupaba la jefatura del movimiento revolucionario, cuyas banderas, en nuevo
gesto de desprendimiento y lealtad revolucionaria, le habían entregado los
miembros civiles del Comité, llamado a partir de entonces Comité Revolucionario
Cubano.
La llegada de Calixto García actúo catalíticamente en la moral de la emigración y en el
movimiento revolucionario en Cuba. Una de las características más notables de
la ejecutoría de Calixto García en la dirección de la nueva gesta emancipadora,
fue la intensa actividad que imprimió a las labores preparatorias en las que
brillaron su talento organizativo, iniciativa, y capacidad de persuasión, con
lo cual se logró la reactivación y creación de centros conspirativos, a partir
de entonces llamados “clubes secretos”, en las principales ciudades de Estados
Unidos, tales como Nueva York, Cayo Hueso, Tampa, New Orleáns, Chicago, y
otras, pero también en Centro y Sudamérica. Así también ocurrió en la isla,
donde se crearon nuevos clubes revolucionarios con ramificaciones en todas las
poblaciones menores de las provincias.
En Octubre de 1878, el Comité Revolucionario Cubano emite un patriótico
manifiesto en el que señala “(…) no podemos ni debemos consentir que nuestra
patria sea la excepción de la América, permaneciendo uncida bajo el pesado yugo
de la dominación española (…) “(3), a este manifiesto lo acompañaban las Bases
Constitucionales que plasmaban el alcance de la empresa organizativa del mayor
general Calixto García:
1-En todos los pueblos de la isla o del extranjero donde existan partidarios
de la independencia de Cuba y deseen trabajar por ella, se organizarán
agrupaciones patrióticas secretas con el nombre general de Clubes
Revolucionarios.
2-El objeto de estos Clubes será trabajar por todos los medios
conducentes al logro de la independencia de Cuba, arbitrando y reuniendo
recursos pecuniarios y elementos de guerra, o por medio de la propaganda,
generalizando y unificando la opinión en el pueblo o conquistando nuevos
prosélitos.
3-El Comité Revolucionario Cubano radicado en Nueva York, es el centro
de la organización general, con el cual estarán relacionados todos los clubes
que se organicen en Cuba o el extranjero.
4-Tan luego como en cada localidad se reúnan cinco o más individuos
(...) se organizará el club eligiendo una directiva compuesta de tres
individuos, en la cual radicarán los cargos de presidente, tesorero y
secretario.
5-En cada localidad se podrán organizar uno o más clubes con arreglo a
la magnitud de la población.
6-Los trabajos de cada club serán secretos y solo deberán ser conocidos
del Comité Revolucionario, a quien darán cuenta del estado de ellos.
7-Todos los socios tendrán un seudónimo que será al que se aluda en
todas las comunicaciones de sentido revolucionario.
Varios artículos contenidos
en las bases merecen destacarse, en primer término a diferencia de las
condiciones en que se preparó el levantamiento del 68, un centro establecido en
el exterior, en Nueva York, asumía la responsabilidad de preparar las
condiciones para la guerra, se
dependía, por otra parte mucho menos de la organización masónica para la
realización de las actividades insurreccionales. La creación de un centro
rector sugiere un grado de más alto control sobre el movimiento y a la vez más
flexibilidad política para lograr la mayor amplitud social posible en su
composición.
En Calixto García predominaba el hombre organizado y meticuloso en los
detalles , lo era ante todo en función de la acción, más que estratega era un
táctico brillante, y esas características marcaron su gestión como líder de la
revolución que culminara en la Guerra Chiquita. Su objetivo práctico e
inmediato fue la guerra y para ganarla tenía que asegurar que todo hombre y
mujer apto, independientemente de raza o nacionalidad, pudiese contribuir a la
lucha revolucionaria.
El movimiento que se gestaba bajo la jefatura de Calixto García
evidenció, en suma, vigor y organización excepcionales, bastará recordar que de
1878 a fines de 1879 se fundó un número importante de clubes clandestinos. En
Cuba se crearon más de 30 clubes,
radicados en casi todas las provincias. Por iniciativa y bajo la presidencia
del Brigadier Ángel Mestre, el 10 de Noviembre de 1878 se propone la formación
de un Club Central Revolucionario Cubano en la Isla, subordinado al Comité
Revolucionario, radicado en Nueva York, con el fin de extender a través de sus
clubes los trabajos revolucionarios en el país.
Al calor de las actividades que comenzaron a realizar los miembros del
Club Central, se sintió el espionaje español, esto hizo que poco a poco los
trabajos revolucionarios en la Isla se hicieran cada vez más difíciles, casi
peligrosos de ejecutar. La detención de uno de los jefes mambises orientales
más significativos, el coronel Silverio del Prado, contribuyó a precipitar los
acontecimientos, por lo que a los conspiradores no les quedó otro camino que el
de llevar a cabo lo antes posible el levantamiento.
El primero en iniciarlo fue Belisario Grave de Peralta, quien junto al
teniente coronel Cornelio Rojas, Remigio Almaguer, y Luís Echevarria y unos 200
hombres, se pronunciaron a favor de la independencia de Cuba, en San Lorenzo,
por las inmediaciones del río La Rioja, próximo a la ciudad de Holguín, el 24
de agosto de 1879. A esta guerra que se iniciaba, se van a incorporar
revolucionarios en otras provincias, como es el caso de Santiago de Cuba y Las
Villas.
A La Habana había llegado José Martí el 31 de agosto de 1878, cuando se
incorporó a los trabajos revolucionarios emprendidos por los cubanos en esta
región. Comienza trabajando en el bufete de Miguel F. Viondi, ejerce breve
tiempo como maestro, da cauce a sus trabajos literarios, destacándose como
orador. Fue hecho socio de los Liceos de Guanabacoa y Regla, pero su atención
estaba centrada en los preparativos de la lucha independentista. Cuando se
constituyó en secreto el Club Central Revolucionario Cubano de La Habana, en
Marzo de 1879, fue elegido vicepresidente, su seudónimo de conspirador era
Anáhuac, en testimonio de cariño y recordación a México.
El 17 de Septiembre de 1879, Martí fue detenido por la policía, 8 días
después es forzado a separarse de Cuba, al ser nuevamente deportado a España,
más de 300 amigos le fueron a saludar en su prisión, más de 50 lo acompañaron a
bordo. El 11 de Octubre desembarca en Santander y tras dos días de prisión
sigue viaje a Madrid, en Diciembre se evade de España y pasa por Francia hacia
los Estados Unidos, a donde llegó con los primeros días de Enero de 1880.
Inmediatamente se puso en contacto con la cabeza dirigente del movimiento
patriótico en el exterior, el mayor general Calixto García. Se integró a los
trabajos revolucionarios como vocal del Comité Revolucionario Cubano de New
York.
El 24 de Enero de 1880 ofreció
en Steck Hall una circunstanciada conferencia, en la cual analizó con criterios
rigurosos de ciencia política, la urgencia de reenfocar la situación
revolucionaria a que estaban abocados. Razones y bríos derramó en el análisis
ofrecido en Steck Hall, no quedó conducta política, sector social, situación
real, hecho pasado o presente, que no fueran expuestos en su debida
dimensión.Todos los problemas que conformaban la situación existente en Cuba
fueron abordados: la esclavitud y el desdén al negro, la rebeldía campesina y
el puñal del espía, los soldados de la década gloriosa y los engaños del
Zanjón.
Llegó a alertar en cuanto a la variedad de forma de lucha, Martí percibe
el surgimiento de nuevas formas de resistencia y presión política. El prestigio
adquirido por él a partir de estos momentos, tuvo también otras bases
cualitativas que hicieron de él un líder revolucionario, dado por su cultura y
talento intelectual, puesto de relieve una y otra vez en ardiente y razonada
defensa de las aspiraciones patrióticas y revolucionaras de los cubanos, así
también se pone de manifiesto su
penetración y perspicacia para esclare-cer los problemas fundamentales, sin
resbalar a irritantes y continuas alucinaciones personales, su comunicabilidad
de alto vuelo estético, el indudable carisma que le hacían atractivo y
confiable a las masas populares, su vida modesta y recta sin concesiones al
acomodamiento y no por último menos importante, su capacidad de escuchar los
sentires íntimos del pueblo, le permitieron alcanzar este prestigio.
Este fue su primer discurso de propaganda política en Nueva York, el
cual dio un notable impulso a la causa y a las
gestiones personales de Martí, consiguiendo donativos que hicieron
posible llevar a cabo la expedición que preparaba el General Calixto García.
Por su gran sentido del deber y del sacrificio prestó su concurso a un
movimiento destinado al fracaso, precisamente por no fundarse en los
esclarecimientos políticos y en los principios revolucionarios expuestos con
suma clarividencia en su discurso de Steck Hall. Sin embargo consideró que
debía conspirar para su éxito y asumir después de la salida de Calixto
García de Nueva York, la presidencia del Comité Revolucionario Cubano, en cuya
condición redactó comunicaciones oficiales y proclamas a la emigración, al
pueblo de Cuba y al Ejército Libertador.
En una de estas comunicaciones oficiales, con fecha 28 de Abril de 1880,
Martí expresaba “En las horas solemnes, las decisiones son rápidas. Los hombres
honrados no necesitan discutir mucho un acto de honor. No cabe duda, al elegir,
entre prestar auxilio a aquellos de cuyo triunfo nos aprovecharemos o
abandonarlos en los instantes en que mueren por nosotros” (4).
Por lo tanto, el momento y las circunstancias indicaban un solo camino,
apoyar a los cubanos en la lucha liberadora, condición esta que Martí sostiene
en una proclama del mes de Mayo de 1880 al pueblo de Cuba, cuando manifiesta “A
un clamor allá, una respuesta aquí. A un ejército de hombres que combaten, un
ejército de hombres que auxilian. Simultánea y enérgicamente hemos de hacer
aquí y allá la guerra “(5).
Sin embargo Martí no tenía esperanza alguna, en que esta Guerra Chiquita
tuviera éxitos, solo creía que era honrado
para él y útil para los demás, lo que en esos momentos hacía. En la isla
ocurrió que una gran parte de los insurrectos, habían depuesto las armas,
cuando Calixto García desembarca, el 7
de mayo de 1880, la mayor parte de los hombres que habían iniciado la guerra,
ya no se encontraban en el campo de batalla, precisamente la llegada tardía de su principal jefe, constituyó una
de las causas del fracaso de esta guerra, que junto a la labor de los
autonomistas y a la falta de organización y de unidad, hicieron que esta
guerra tuviera poca duración.
Frustrada aquella intentona con la obligada rendición del General
Calixto García, le correspondió a Martí la misión de escribir la aludida carta,
en la que asumiría una gran responsabilidad histórica y revolucionaria,
desembarazado de su voluntario compromiso con los jefes de un movimiento que no
había estado en sus manos detener, le responde al Coronel Emilio Núñez, en
Octubre de 1880, quien se encontraba aún bajo las armas en Cuba y habían
reclamado instrucciones al Comité Revolucionario de Nueva York “Si todos los
jefes de la Revolución no hallaron en los dos años pasados, manera de trabajar
de acuerdo vigorosamente (..) y durante un año de guerra, no fue este acuerdo
logrado, no es natural suponer que ahora hubiera de lograrlo, dominada de nuevo
la guerra, presos o muertos sus mejores jefes, aislados y pobres todos (..)”
(6).
De este modo, sin ninguna experiencia militar, recién estrenado en los
afanes organizativos de la emigración revolucionaria, Martí demuestra poseer ya
una acumulada lucidez y una innata autoridad, que le permiten comunicar
naturalmente su criterio, como una orden, cuyo acatamiento no hiere a nadie,
porque tiene la virtud de situarlo todo en el nivel más alto y pidiéndole al
coronel Núñez que deponga las armas, termina configurando sentenciosamente el
más honroso sentido de tan grave decisión “no las depone UD. ante España, sino ante
la fortuna. No se rinde UD. al gobierno enemigo, sino a la suerte enemiga.No
deja UD. de ser honrado: el último de los vencidos, será usted el primero entre
los honrados “(7).
En esta carta, Martí aconseja a Emilio Núñez que en vista de las
condiciones existentes en la isla, no permaneciera inútilmente en el campo de
batalla, a la vez que anuncia su propósito de no volver a Cuba mientras
permaneciera esclava “(…) veré salir de
mi lado sereno, a mi mujer y a mi hijo, camino de Cuba(...) me echaré por tierras
nuevas o me quedaré en esta …” (8)
Martí decidió por la primera, cuando en 1881 partió rumbo a Venezuela,
continuaría así la lucha por organizar
a los cubanos, teniendo en cuenta las experiencias de la Guerra Grande y esta guerra que recién finalizaba.
Consideraba que aunque era joven, llevaba muchos años de padecer y
meditar en las cuestiones de su patria, sin embargo tenía razón, aún no había
llegado la hora para un nuevo alzamiento “Desde entonces me he ocupado en
rechazar toda tentativa de alardes inoficiosos y pueriles” (9).Los años
posteriores de reunificación de los cubanos, los llevarían a tomar las armas,
pero contando ya con condiciones superiores y una madurez necesaria, que harían
dar continuidad a nuestro proceso revolucionario.
El período independentista de la Guerra Chiquita permitió a Martí
convertirse en un activo dirigente revolucionario. A partir de sus labores
clandestinas en los preparativos de la nueva guerra, adquirió la experiencia
necesaria para evitar los errores que se cometieron en la guerra anterior y
desarrollar su capacidad y organización para la empresa revolucionaria futura.
Al referirse a la Guerra Chiquita como una prolongación de la Guerra de
los Diez Años, Martí subrayó la lección recibida con la Paz del Zanjón, además,
puntualizó que ese nefasto hecho llevaba implícito el germen de la nueva
insurrección en respuesta a la paz deshonrosa. Al estudiar la problemática
cubana, avizoró que no se podría llegar a la independencia sin solucionar el
problema de la esclavitud y la discriminación racial. La experiencia de la
Guerra de los Diez Años y particularmente la Guerra Chiquita, evidenció que la
participación de negros y mulatos en la lucha,
era un factor decisivo para la victoria. Durante este último conflicto
bélico, los prejuicios raciales de algunos dirigentes de la Revolución
contribuyeron a debilitar la causa independentista. En la emigración, al
provocarse la escisión entre los jefes de la insurrección, se exacerbaron los
ánimos entre los emigrados.
Martí analizó la situación
deplorable en que había quedado la emigración y se dedicó al difícil logro de
la unidad revolucionaria. Era imprescindible inspirarle confianza a Antonio
Maceo, quien se sentía herido por los hechos ocurridos durante la organización
de la expedición de vanguardia a Cuba. Martí, con pleno conocimiento de
aquellos sucesos, le trasmitió a Maceo el criterio de que el aspecto social era
el primer problema a resolver en Cuba.
Otra experiencia de Martí en la guerra Chiquita fue el requerimiento
vital de cohesionar la colaboración entre la emigración y la manigua
insurrecta. Como en las guerras anteriores, la emigración sería en la
retaguardia la abastecedora de armamentos, municiones, equipos, y recaudaría el
dinero para financiar las expediciones. Si bien es cierto que en el pasado los
mambises habían arrebatado al enemigo sus abastecimientos y materiales de
guerra, esto no significa que dichos recursos bastaban para el equipamiento
completo del Ejército Libertador, desde ambos frentes de combate los
revolucionarios se ayudarían mutuamente. Afirmaba que en la próxima guerra “(…)
ni volverán a marchar por vías distintas el guerrero que lucha por la libertad
y el extranjero que le envía el arma” (10).
Martí, al redactar la proclama de Mayo de 1880, aprobó la centralización
del aparato político y militar que instauraría el Mayor General Calixto García
al constituir el gobierno en armas, después de su desembarco por la costa sur
de Cuba.Calixto, al llegar al territorio cubano, centralizó la jefatura del
gobierno y el ejército. Quizás algunos observen que Calixto García no tenía
suficientes personalidades, ni ejército organizado para constituir una cámara
tal como se hizo en la Guerra de los Diez Años, pero el mayor general era
partidario de la centralización civil y militar, criterio aprobado por Martí.
El maestro al referirse a este aspecto de la Guerra Chiquita, escribió “(…) Con
el General García han ido a Cuba la organización militar y política que nuestra
patria en lucha requería, con el hombre de armas ha ido un hombre de deberes,
con la espada que vence, la ley que modera; con el triunfo que autoriza, el
espíritu de la voluntad popular que enfrenta al triunfador (…). A prepararnos
para la paz, en medio de la guerra, sin debilitar la guerra: a esto ha ido
“(11)
Sin lugar a dudas, la experiencia trascendental de José Martí en la
Guerra Chiquita fue la necesidad de crear un Partido que unificara a los
revolucionarios. El Partido hallaría el método de lucha capaz de llevar la
guerra hasta la victoria. Las dos guerras libradas contra el colonialismo
español y la nueva realidad política cubana eran elementos esenciales de la
concepción martiana. La unidad solo se lograría mediante un aparato que
permitiera trabajar a los revolucionarios, desde las posiciones de base, con
cierta autonomía, pero a su vez esas fuerzas trabajarían bajo un mando
centralizado ejercido por la dirección del Partido, para ello se tendría en
cuenta las Bases Constitucionales dadas a conocer por el Comité Revolucionario
Cubano, dirigido por Calixto García, en un manifiesto emitido en Octubre de
1878,en el que quedó establecida la forma en que se organizó la Guerra
Chiquita.
Por ello Martí no deja de ver una y otra vez, las experiencias de
nuestras gestas independentistas, y así lo expresa a Máximo Gómez, el 20 de
Julio de 1882 “(…). Por mi parte, General, he rechazado toda excitación a
renovar aquellas perniciosas camarillas de grupo de las guerras pasadas, ni
aquella Jefatura espontánea, tan ocasionadas a rivalidades y rencores, sólo
aspiro a que formando un cuerpo visible y apretado aparezcan unidas por un
mismo deseo grave y juicioso de dar a Cuba la libertad verdadera y durable (…)”
(12).Posiblemente la idea de fundar un Partido para la Revolución la derivó Martí
de su vital experiencia y la maduró poco después de terminada la Guerra
Chiquita. Está claro que la insurrección había contribuido al debilitamiento de
las ideas reformistas, pero no a derrotarlas
definitivamente. Si a ello agregamos la decisión de los gobernantes
colonialistas de no conceder reformas a los hacendados, terratenientes
esclavistas que las exigían, una opción nada nueva resurgiría para muchos
revolucionarios: el anexionismo.
Martí pudo percatarse de esa
posibilidad objetiva. Su estudio sobre el comportamiento de los autonomistas lo
llevó a pensar que “(…) aún hay otro peligro mayor, mayor tal vez que todos los
demás peligros. En Cuba ha habido siempre un grupo importante de hombres
cautelosos, bastante soberbios para abominar la dominación española, pero
bastante tímidos para no exponer su bienestar personal en combatirlas (…), no
hemos de ver con desdén estoico sus tentaciones, sino de atajarlas (…)”
(13).Recién concluida la Guerra Chiquita, y al no poder los liberales
arrancarles concesiones a la metrópoli, las ideas anexionistas hallarían el
camino despejado. Se imponía evitar el peligro de la prolongación de las ideas
anexionistas. No pocos decepcionados caerían bajo el quimérico influjo del
anexionismo para superar el férreo colonialismo español.
La labor de los independentistas, sería la de enfrentarse a la situación
política ya existente a principios de la década del 80: impedir que los
revolucionarios y simpatizantes de la independencia, incluyendo a algunos
ricos, se dejaran arrastrar por el anexionismo. Por eso Martí al escribirle a
Máximo Gómez le planteó esa peligrosa realidad “(...) ¿A quién se vuelve Cuba,
en el instante definitivo (...)? Se vuelve a todos los que le hablan de una solución fuera de España. Pero
si no está en pie, (…) un partido revolucionario que inspire por la cohesión
(...) ¿a quién ha de volverse, sino a los hombres del partido anexionista (…)?.
Por eso es llegada la hora de ponernos en pie (…)” (14). Para enfrentar esta
nueva situación política, Martí halló la respuesta: comenzar sin pérdida de
tiempo los planes para otra guerra, en la que el Partido de los
independentistas aseguraría la unidad y la derrota de los anexionistas.
La experiencia de la Guerra Chiquita fue una lección creadoramente
asimilada por Martí, que lo indujo a fundar el Partido, a ese fin dirigió sus
esfuerzos, y aunque las condiciones aún no estaban dadas para su creación, si
estaba bien definida la concepción martiana sobre el nuevo método de lucha “
Antes que cejar en el empeño de hacer
libre y próspera a la patria, se unirá el mar del Sur al mar del Norte,
y nacerá una serpiente de un huevo de águila(…)” (15)
Referencias :
1-Archivo Nacional de
Cuba. Documentos para servir a la
Historia de la
Guerra Chiquita, t1.p.1.
2-Pérez Guzmán, Francisco y
Sarracino Magriñat, Rodolfo. La Guerra
Chiquita: una experiencia necesaria, p.60.
3-Cuba, Archivo Nacional
De. Documentos para servir a la
Historia de la
Guerra Chiquita, t.1.p.124.
4-Martí Pérez, José. Obras
Completa, t1.p.147.
5-Idem.p.
152.
6-Idem .p.162.
7-Idem .p.162.
8-Idem.p.162
9-Idem.p.167
.
10-Idem.p 170.
11-Idem, t.20, p.172.
12-Idem, t.1.p.156.
13-Idem, t.20.p.264.
14-Idem,
p.170.
15-Idem, p.172.
Bibliografía:
-Abad, Diana. Historia de Cuba:
Guerra de los Diez Años: la tregua fecun-
da.- La Habana: Editorial de
Ciencias Sociales, 1989.-- p.
-Biblioteca Nacional José
Martí. Anuario del Centro de Estudios
Martia-
nos .- - La Habana: Centro
de Estudios Martianos, 1990.-- p.
-Estévez y Romero, Luís. Desde
el Zanjón hasta Baire.-- 2 tomos.-- La
Habana: Editorial de
Ciencias Sociales, 1990. -- p.
-Fernández Retamar, Roberto.
Semblanza biográfica y cronología mínima.
La Habana: Editorial Pueblo
y Educación, 1985. -- p.
-Hidalgo Paz, Ybrahín. Incursiones en la obra de José Martí. La
Habana:
Editorial de Ciencias
Sociales, 1989.-- p.
-Mañach, Jorge. Martí: el
apóstol. La Habana: Editorial de Ciencias Socia-
les, 1990. -- p.
-Martí Pérez, José. Obras Completas.
-- La Habana: Editorial de Ciencias
Sociales, 1991. -- p.
-Morales Pérez, Salvador,
Sánchez Aguilera, Omar.- José Martí:
político y
poeta /Valencia: Universidad de Carabobo, 1992. - - p.
-Pérez Guzmán, Francisco,
Sarracino Magriñat, Rodolfo. La Guerra
Chi-
quita: una experiencia necesaria / La Habana: Editorial de
Letras Cuba-
nas, 1982. - - p.
-Quesada y Miranda, Gonzalo
de. Iconografía Martiana.- -La Habana:
Edi-
torial de Letras Cubanas, 1985. - - p.
-Rocasolano, Alberto. En años de reposo turbulento.- La Habana:
Editorial
Unión de Escritores y Artistas de Cuba, 1984. - - p.