José Martí y la  Guerra  Chiquita.

Autores: Lic. Bárbara Mendoza Sarmiento.

             barbara@isphlg.rimed.cu

             Lic. Reynaldo Catalá Brito.                                                           

             katala@isphlg.rimed.cu

 

RESUMEN:

El presente artículo aborda la posición asumida por José Martí durante el desarrollo de la Guerra Chiquita.Los autores ofrecen una valoración a partir del análisis de algunas circulares, proclamas y cartas emitidas por Martí,en torno a este hecho histórico, finalmente nos dan a conocer las enseñanzas de la Guerra Chiquita para la preparación de la nueva gesta liberadora.                                                    

 

ABSTRACT:

 

This article deals with the position taken by José Martí during the events of the Chiquita War. The authors provide some points of view from the analisis of various documents and letters written by Martí about this important historical event, finally the article reveals some of the teachings of the Chiquita War for the preparing of the new liberation movement.

 

El 10 de Febrero de 1878 se produce la Capitulación del Zanjón, la paz tan celebrada por España no logró amilanar el espíritu de rebeldía de los cubanos, por ello no es de extrañar que los batalladores de la Guerra Grande  de inmediato se sumergieran en la labor conspirativa. Pocos días después de esta rendición deshonrosa, el independentista cubano Manuel de la Cruz, convocó a una convención popular en el Masonic Hall de Nueva York para “(…) estudiar la situación porque atravesaba nuestra adorada Cuba y protestar y ver la actitud que como hombres dignos debía asumir la emigración” (1).El acuerdo principal de dicha convención fue el de nombrar una comisión que inquiriera de los representantes lo que realmente estaba ocurriendo.  

 

 El 10 de Marzo se celebra la segunda Convención Popular, en la que se acordó reasumir los poderes como cubanos y hombres libres, a través de la constitución de un Comité Revolucionario de la Emigración.El procedimiento que adoptan los emigrados, constituye la ruptura con el status anterior, prácticamente con la Junta Central de Camaguey y en general con todo el que, a nombre del  gobierno en armas, pactase con el enemigo. El acuerdo establecía una organización revolucionaria en la emigración, que llenara el vacío de los órganos anteriores al Zanjón.

 

A la semana siguiente, el 17 de Marzo, una nueva Convención Popular deja constituido el Comité Revolucionario de la Emigración, que quedó presidido por José Francisco Lamadríz, quien el 25 de Marzo, emite una proclama destinada al Ejército Libertador, en la cual exhorta a sus integrantes a continuar la lucha, al mismo tiempo les da a conocer los ingentes esfuerzos que se realizan “(…) a pesar de la pobreza en que se consumen los emigrados, para remitirles en breve las armas requeridas.”(2).La dirección del Comité recién creado en Nueva York, emprendió una activa campaña en la emigración, con el doble propósito de recobrar recursos y movilizar a los emigrados a favor de la causa independentista. 

 

El 8 de Junio de 1878 llega a Nueva York, procedente de España, Calixto García, libre su ejecutoria ante el pueblo emigrado de la sombra del Zanjón, ocupaba la jefatura del movimiento revolucionario, cuyas banderas, en nuevo gesto de desprendimiento y lealtad revolucionaria, le habían entregado los miembros civiles del Comité, llamado a partir de entonces Comité Revolucionario Cubano.

 

La llegada de Calixto García actúo catalíticamente  en la moral de la emigración y en el movimiento revolucionario en Cuba. Una de las características más notables de la ejecutoría de Calixto García en la dirección de la nueva gesta emancipadora, fue la intensa actividad que imprimió a las labores preparatorias en las que brillaron su talento organizativo, iniciativa, y capacidad de persuasión, con lo cual se logró la reactivación y creación de centros conspirativos, a partir de entonces llamados “clubes secretos”, en las principales ciudades de Estados Unidos, tales como Nueva York, Cayo Hueso, Tampa, New Orleáns, Chicago, y otras, pero también en Centro  y  Sudamérica. Así también ocurrió en la isla, donde se crearon nuevos clubes revolucionarios con ramificaciones en todas las poblaciones menores de las provincias.

 

En Octubre de 1878, el Comité Revolucionario Cubano emite un patriótico manifiesto en el que señala “(…) no podemos ni debemos consentir que nuestra patria sea la excepción de la América, permaneciendo uncida bajo el pesado yugo de la dominación española (…) “(3), a este manifiesto lo acompañaban las Bases Constitucionales que plasmaban el alcance de la empresa organizativa del mayor general Calixto García:

 

1-En todos los pueblos de la isla o del extranjero donde existan partidarios de la independencia de Cuba y deseen trabajar por ella, se organizarán agrupaciones patrióticas secretas con el nombre general de Clubes Revolucionarios.

 

2-El objeto de estos Clubes será trabajar por todos los medios conducentes al logro de la independencia de Cuba, arbitrando y reuniendo recursos pecuniarios y elementos de guerra, o por medio de la propaganda, generalizando y unificando la opinión en el pueblo o conquistando nuevos prosélitos.

 

3-El Comité Revolucionario Cubano radicado en Nueva York, es el centro de la organización general, con el cual estarán relacionados todos los clubes que se organicen en Cuba o el extranjero.

 

4-Tan luego como en cada localidad se reúnan cinco o más individuos (...) se organizará el club eligiendo una directiva compuesta de tres individuos, en la cual radicarán los cargos de presidente, tesorero y secretario.

 

5-En cada localidad se podrán organizar uno o más clubes con arreglo a la magnitud de la población.

 

6-Los trabajos de cada club serán secretos y solo deberán ser conocidos del Comité Revolucionario, a quien darán cuenta del estado de ellos.

 

7-Todos los socios tendrán un seudónimo que será al que se aluda en todas las comunicaciones de sentido revolucionario.

 

  Varios artículos contenidos en las bases merecen destacarse, en primer término a diferencia de las condiciones en que se preparó el levantamiento del 68, un centro establecido en el exterior, en Nueva York, asumía la responsabilidad de preparar las condiciones para  la guerra, se dependía, por otra parte mucho menos de la organización masónica para la realización de las actividades insurreccionales. La creación de un centro rector sugiere un grado de más alto control sobre el movimiento y a la vez más flexibilidad política para lograr la mayor amplitud social posible en su composición.

 

En Calixto García predominaba el hombre organizado y meticuloso en los detalles , lo era ante todo en función de la acción, más que estratega era un táctico brillante, y esas características marcaron su gestión como líder de la revolución que culminara en la Guerra Chiquita. Su objetivo práctico e inmediato fue la guerra y para ganarla tenía que asegurar que todo hombre y mujer apto, independientemente de raza o nacionalidad, pudiese contribuir a la lucha revolucionaria.

 

El movimiento que se gestaba bajo la jefatura de Calixto García evidenció, en suma, vigor y organización excepcionales, bastará recordar que de 1878 a fines de 1879 se fundó un número importante de clubes clandestinos. En Cuba se crearon  más de 30 clubes, radicados en casi todas las provincias. Por iniciativa y bajo la presidencia del Brigadier Ángel Mestre, el 10 de Noviembre de 1878 se propone la formación de un Club Central Revolucionario Cubano en la Isla, subordinado al Comité Revolucionario, radicado en Nueva York, con el fin de extender a través de sus clubes los trabajos revolucionarios en el país.

 

Al calor de las actividades que comenzaron a realizar los miembros del Club Central, se sintió el espionaje español, esto hizo que poco a poco los trabajos revolucionarios en la Isla se hicieran cada vez más difíciles, casi peligrosos de ejecutar. La detención de uno de los jefes mambises orientales más significativos, el coronel Silverio del Prado, contribuyó a precipitar los acontecimientos, por lo que a los conspiradores no les quedó otro camino que el de llevar a cabo lo antes posible el levantamiento.

 

El primero en iniciarlo fue Belisario Grave de Peralta, quien junto al teniente coronel Cornelio Rojas, Remigio Almaguer, y Luís Echevarria y unos 200 hombres, se pronunciaron a favor de la independencia de Cuba, en San Lorenzo, por las inmediaciones del río La Rioja, próximo a la ciudad de Holguín, el 24 de agosto de 1879. A esta guerra que se iniciaba, se van a incorporar revolucionarios en otras provincias, como es el caso de Santiago de Cuba y Las Villas.

 

A La Habana había llegado José Martí el 31 de agosto de 1878, cuando se incorporó a los trabajos revolucionarios emprendidos por los cubanos en esta región. Comienza trabajando en el bufete de Miguel F. Viondi, ejerce breve tiempo como maestro, da cauce a sus trabajos literarios, destacándose como orador. Fue hecho socio de los Liceos de Guanabacoa y Regla, pero su atención estaba centrada en los preparativos de la lucha independentista. Cuando se constituyó en secreto el Club Central Revolucionario Cubano de La Habana, en Marzo de 1879, fue elegido vicepresidente, su seudónimo de conspirador era Anáhuac, en testimonio de cariño y recordación a México.

 

El 17 de Septiembre de 1879, Martí fue detenido por la policía, 8 días después es forzado a separarse de Cuba, al ser nuevamente deportado a España, más de 300 amigos le fueron a saludar en su prisión, más de 50 lo acompañaron a bordo. El 11 de Octubre desembarca en Santander y tras dos días de prisión sigue viaje a Madrid, en Diciembre se evade de España y pasa por Francia hacia los Estados Unidos, a donde llegó con los primeros días de Enero de 1880. Inmediatamente se puso en contacto con la cabeza dirigente del movimiento patriótico en el exterior, el mayor general Calixto García. Se integró a los trabajos revolucionarios como vocal del Comité Revolucionario Cubano de New York.

 

 El 24 de Enero de 1880 ofreció en Steck Hall una circunstanciada conferencia, en la cual analizó con criterios rigurosos de ciencia política, la urgencia de reenfocar la situación revolucionaria a que estaban abocados. Razones y bríos derramó en el análisis ofrecido en Steck Hall, no quedó conducta política, sector social, situación real, hecho pasado o presente, que no fueran expuestos en su debida dimensión.Todos los problemas que conformaban la situación existente en Cuba fueron abordados: la esclavitud y el desdén al negro, la rebeldía campesina y el puñal del espía, los soldados de la década gloriosa y los engaños del Zanjón.

 

Llegó a alertar en cuanto a la variedad de forma de lucha, Martí percibe el surgimiento de nuevas formas de resistencia y presión política. El prestigio adquirido por él a partir de estos momentos, tuvo también otras bases cualitativas que hicieron de él un líder revolucionario, dado por su cultura y talento intelectual, puesto de relieve una y otra vez en ardiente y razonada defensa de las aspiraciones patrióticas y revolucionaras de los cubanos, así también se pone de manifiesto  su penetración y perspicacia para esclare-cer los problemas fundamentales, sin resbalar a irritantes y continuas alucinaciones personales, su comunicabilidad de alto vuelo estético, el indudable carisma que le hacían atractivo y confiable a las masas populares, su vida modesta y recta sin concesiones al acomodamiento y no por último menos importante, su capacidad de escuchar los sentires íntimos del pueblo, le permitieron alcanzar este prestigio.

 

Este fue su primer discurso de propaganda política en Nueva York, el cual dio un notable impulso a la causa y a las  gestiones personales de Martí, consiguiendo donativos que hicieron posible llevar a cabo la expedición que preparaba el General Calixto García.

 

Por su gran sentido del deber y del sacrificio prestó su concurso a un movimiento destinado al fracaso, precisamente por no fundarse en los esclarecimientos políticos y en los principios revolucionarios expuestos con suma clarividencia en su discurso de Steck Hall. Sin embargo consideró que debía conspirar para su éxito  y  asumir después de la salida de Calixto García de Nueva York, la presidencia del Comité Revolucionario Cubano, en cuya condición redactó comunicaciones oficiales y proclamas a la emigración, al pueblo de Cuba y al Ejército Libertador.

 

En una de estas comunicaciones oficiales, con fecha 28 de Abril de 1880, Martí expresaba “En las horas solemnes, las decisiones son rápidas. Los hombres honrados no necesitan discutir mucho un acto de honor. No cabe duda, al elegir, entre prestar auxilio a aquellos de cuyo triunfo nos aprovecharemos o abandonarlos en los instantes en que mueren por nosotros” (4).

 

Por lo tanto, el momento y las circunstancias indicaban un solo camino, apoyar a los cubanos en la lucha liberadora, condición esta que Martí sostiene en una proclama del mes de Mayo de 1880 al pueblo de Cuba, cuando manifiesta “A un clamor allá, una respuesta aquí. A un ejército de hombres que combaten, un ejército de hombres que auxilian. Simultánea y enérgicamente hemos de hacer aquí y allá la guerra “(5).

 

Sin embargo Martí no tenía esperanza alguna, en que esta Guerra Chiquita tuviera éxitos, solo creía que era honrado  para él y útil para los demás, lo que en esos momentos hacía. En la isla ocurrió que una gran parte de los insurrectos, habían depuesto las armas, cuando Calixto García desembarca,  el 7 de mayo de 1880, la mayor parte de los hombres que habían iniciado la guerra, ya no se encontraban en el campo de batalla, precisamente la llegada  tardía de su principal jefe, constituyó una de las causas del fracaso de esta guerra, que junto a la labor de los autonomistas y a la falta de organización y de unidad, hicieron que esta guerra  tuviera poca duración.  

 

Frustrada aquella intentona con la obligada rendición del General Calixto García, le correspondió a Martí la misión de escribir la aludida carta, en la que asumiría una gran responsabilidad histórica y revolucionaria, desembarazado de su voluntario compromiso con los jefes de un movimiento que no había estado en sus manos detener, le responde al Coronel Emilio Núñez, en Octubre de 1880, quien se encontraba aún bajo las armas en Cuba y habían reclamado instrucciones al Comité Revolucionario de Nueva York “Si todos los jefes de la Revolución no hallaron en los dos años pasados, manera de trabajar de acuerdo vigorosamente (..) y durante un año de guerra, no fue este acuerdo logrado, no es natural suponer que ahora hubiera de lograrlo, dominada de nuevo la guerra, presos o muertos sus mejores jefes, aislados y pobres todos (..)” (6).

 

De este modo, sin ninguna experiencia militar, recién estrenado en los afanes organizativos de la emigración revolucionaria, Martí demuestra poseer ya una acumulada lucidez y una innata autoridad, que le permiten comunicar naturalmente su criterio, como una orden, cuyo acatamiento no hiere a nadie, porque tiene la virtud de situarlo todo en el nivel más alto y pidiéndole al coronel Núñez que deponga las armas, termina configurando sentenciosamente el más honroso sentido de tan grave decisión “no las depone UD. ante España, sino ante la fortuna. No se rinde UD. al gobierno enemigo, sino a la suerte enemiga.No deja UD. de ser honrado: el último de los vencidos, será usted el primero entre los honrados “(7).

 

En esta carta, Martí aconseja a Emilio Núñez que en vista de las condiciones existentes en la isla, no permaneciera inútilmente en el campo de batalla, a la vez que anuncia su propósito de no volver a Cuba mientras permaneciera esclava “(…)  veré salir de mi lado sereno, a mi mujer y a mi hijo, camino de Cuba(...) me echaré por tierras nuevas  o me quedaré en esta …” (8) Martí decidió por la primera, cuando en 1881 partió rumbo a Venezuela, continuaría así la  lucha por organizar a los cubanos, teniendo en cuenta las experiencias de la  Guerra Grande y esta guerra que recién finalizaba.

 

Consideraba que aunque era joven, llevaba muchos años de padecer y meditar en las cuestiones de su patria, sin embargo tenía razón, aún no había llegado la hora para un nuevo alzamiento “Desde entonces me he ocupado en rechazar toda tentativa de alardes inoficiosos y pueriles” (9).Los años posteriores de reunificación de los cubanos, los llevarían a tomar las armas, pero contando ya con condiciones superiores y una madurez necesaria, que harían dar continuidad a nuestro proceso revolucionario.  

         

 

El período independentista de la Guerra Chiquita permitió a Martí convertirse en un activo dirigente revolucionario. A partir de sus labores clandestinas en los preparativos de la nueva guerra, adquirió la experiencia necesaria para evitar los errores que se cometieron en la guerra anterior y desarrollar su capacidad y organización para la empresa revolucionaria futura.

 

Al referirse a la Guerra Chiquita como una prolongación de la Guerra de los Diez Años, Martí subrayó la lección recibida con la Paz del Zanjón, además, puntualizó que ese nefasto hecho llevaba implícito el germen de la nueva insurrección en respuesta a la paz deshonrosa. Al estudiar la problemática cubana, avizoró que no se podría llegar a la independencia sin solucionar el problema de la esclavitud y la discriminación racial. La experiencia de la Guerra de los Diez Años y particularmente la Guerra Chiquita, evidenció que la participación de negros y mulatos en la lucha,  era un factor decisivo para la victoria. Durante este último conflicto bélico, los prejuicios raciales de algunos dirigentes de la Revolución contribuyeron a debilitar la causa independentista. En la emigración, al provocarse la escisión entre los jefes de la insurrección, se exacerbaron los ánimos entre los emigrados. 

 

 Martí analizó la situación deplorable en que había quedado la emigración y se dedicó al difícil logro de la unidad revolucionaria. Era imprescindible inspirarle confianza a Antonio Maceo, quien se sentía herido por los hechos ocurridos durante la organización de la expedición de vanguardia a Cuba. Martí, con pleno conocimiento de aquellos sucesos, le trasmitió a Maceo el criterio de que el aspecto social era el primer problema a resolver en Cuba.

Otra experiencia de Martí en la guerra Chiquita fue el requerimiento vital de cohesionar la colaboración entre la emigración y la manigua insurrecta. Como en las guerras anteriores, la emigración sería en la retaguardia la abastecedora de armamentos, municiones, equipos, y recaudaría el dinero para financiar las expediciones. Si bien es cierto que en el pasado los mambises habían arrebatado al enemigo sus abastecimientos y materiales de guerra, esto no significa que dichos recursos bastaban para el equipamiento completo del Ejército Libertador, desde ambos frentes de combate los revolucionarios se ayudarían mutuamente. Afirmaba que en la próxima guerra “(…) ni volverán a marchar por vías distintas el guerrero que lucha por la libertad y el extranjero que le envía el arma” (10).

Martí, al redactar la proclama de Mayo de 1880, aprobó la centralización del aparato político y militar que instauraría el Mayor General Calixto García al constituir el gobierno en armas, después de su desembarco por la costa sur de Cuba.Calixto, al llegar al territorio cubano, centralizó la jefatura del gobierno y el ejército. Quizás algunos observen que Calixto García no tenía suficientes personalidades, ni ejército organizado para constituir una cámara tal como se hizo en la Guerra de los Diez Años, pero el mayor general era partidario de la centralización civil y militar, criterio aprobado por Martí. El maestro al referirse a este aspecto de la Guerra Chiquita, escribió “(…) Con el General García han ido a Cuba la organización militar y política que nuestra patria en lucha requería, con el hombre de armas ha ido un hombre de deberes, con la espada que vence, la ley que modera; con el triunfo que autoriza, el espíritu de la voluntad popular que enfrenta al triunfador (…). A prepararnos para la paz, en medio de la guerra, sin debilitar la guerra: a esto ha ido “(11)  

Sin lugar a dudas, la experiencia trascendental de José Martí en la Guerra Chiquita fue la necesidad de crear un Partido que unificara a los revolucionarios. El Partido hallaría el método de lucha capaz de llevar la guerra hasta la victoria. Las dos guerras libradas contra el colonialismo español y la nueva realidad política cubana eran elementos esenciales de la concepción martiana. La unidad solo se lograría mediante un aparato que permitiera trabajar a los revolucionarios, desde las posiciones de base, con cierta autonomía, pero a su vez esas fuerzas trabajarían bajo un mando centralizado ejercido por la dirección del Partido, para ello se tendría en cuenta las Bases Constitucionales dadas a conocer por el Comité Revolucionario Cubano, dirigido por Calixto García, en un manifiesto emitido en Octubre de 1878,en el que quedó establecida la forma en que se organizó la Guerra Chiquita.

Por ello Martí no deja de ver una y otra vez, las experiencias de nuestras gestas independentistas, y así lo expresa a Máximo Gómez, el 20 de Julio de 1882 “(…). Por mi parte, General, he rechazado toda excitación a renovar aquellas perniciosas camarillas de grupo de las guerras pasadas, ni aquella Jefatura espontánea, tan ocasionadas a rivalidades y rencores, sólo aspiro a que formando un cuerpo visible y apretado aparezcan unidas por un mismo deseo grave y juicioso de dar a Cuba la libertad verdadera y durable (…)” (12).Posiblemente la idea de fundar un Partido para la Revolución la derivó Martí de su vital experiencia y la maduró poco después de terminada la Guerra Chiquita. Está claro que la insurrección había contribuido al debilitamiento de las ideas reformistas, pero no a derrotarlas  definitivamente. Si a ello agregamos la decisión de los gobernantes colonialistas de no conceder reformas a los hacendados, terratenientes esclavistas que las exigían, una opción nada nueva resurgiría para muchos revolucionarios: el anexionismo.

 Martí pudo percatarse de esa posibilidad objetiva. Su estudio sobre el comportamiento de los autonomistas lo llevó a pensar que “(…) aún hay otro peligro mayor, mayor tal vez que todos los demás peligros. En Cuba ha habido siempre un grupo importante de hombres cautelosos, bastante soberbios para abominar la dominación española, pero bastante tímidos para no exponer su bienestar personal en combatirlas (…), no hemos de ver con desdén estoico sus tentaciones, sino de atajarlas (…)” (13).Recién concluida la Guerra Chiquita, y al no poder los liberales arrancarles concesiones a la metrópoli, las ideas anexionistas hallarían el camino despejado. Se imponía evitar el peligro de la prolongación de las ideas anexionistas. No pocos decepcionados caerían bajo el quimérico influjo del anexionismo para superar el férreo colonialismo español.

La labor de los independentistas, sería la de enfrentarse a la situación política ya existente a principios de la década del 80: impedir que los revolucionarios y simpatizantes de la independencia, incluyendo a algunos ricos, se dejaran arrastrar por el anexionismo. Por eso Martí al escribirle a Máximo Gómez le planteó esa peligrosa realidad “(...) ¿A quién se vuelve Cuba, en el instante definitivo (...)? Se vuelve a todos los que le  hablan de una solución fuera de España. Pero si no está en pie, (…) un partido revolucionario que inspire por la cohesión (...) ¿a quién ha de volverse, sino a los hombres del partido anexionista (…)?. Por eso es llegada la hora de ponernos en pie (…)” (14). Para enfrentar esta nueva situación política, Martí halló la respuesta: comenzar sin pérdida de tiempo los planes para otra guerra, en la que el Partido de los independentistas aseguraría la unidad y la derrota de los anexionistas.

La experiencia de la Guerra Chiquita fue una lección creadoramente asimilada por Martí, que lo indujo a fundar el Partido, a ese fin dirigió sus esfuerzos, y aunque las condiciones aún no estaban dadas para su creación, si estaba bien definida la concepción martiana sobre el nuevo método de lucha “ Antes que cejar en el empeño de hacer  libre y próspera a la patria, se unirá el mar del Sur al mar del Norte, y nacerá una serpiente de un huevo de águila(…)” (15)

Referencias :

1-Archivo Nacional de Cuba.  Documentos para servir a la Historia de la

       Guerra Chiquita, t1.p.1.

 

2-Pérez Guzmán, Francisco y Sarracino Magriñat, Rodolfo.  La Guerra

       Chiquita: una experiencia necesaria, p.60.

 

3-Cuba, Archivo Nacional De.  Documentos para servir a la Historia de la

        Guerra Chiquita, t.1.p.124.

 

4-Martí Pérez, José. Obras Completa, t1.p.147.

 

5-Idem.p. 152.

 

6-Idem .p.162.

 

7-Idem .p.162.

 

8-Idem.p.162

 

9-Idem.p.167

.

10-Idem.p 170.

 

11-Idem, t.20, p.172.

 

12-Idem, t.1.p.156.

 

13-Idem, t.20.p.264.

 

14-Idem, p.170.

 

15-Idem, p.172.

 

Bibliografía:

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