Experiencias en el empleo de algunas de la variantes léxicas panameñas.

Autora: Dra.C Maricela Messeguer Mercadé.

 

Resumen.

En este trabajo la autora sintetiza sus experiencias en el conocimiento de algunas variantes léxicas panameñas empleadas en la vida cotidiana de los hablantes en este país.

 

Abstract.

In this work the author summarizes her experiences in the knowledge of some Panaman lexical variants used by the speakers of this country in their daily life.

 

Panamá es un país de ensueños, sus nueve provincias con su naturaleza pródiga, brindan al viajero la cálida bienvenida  de sus flores y frutos como salidos del Cuerno de la abundancia: perfumados y apetecibles; teóricamente cada año cuenta con dos estaciones, seca, de enero a abril y lluviosa, de marzo a diciembre, pero una de las primeras compras obligadas al llegar al país, es un buen paraguas, porque por lo general, en las tardes calurosas llueve a diario, no una llovizna fina, sino respetables aguaceros caribeños sucedidos por el sol y más calor, el que las gentes evaden tomando chichas frescas para espantar la pereza.

El pueblo panameño es afable y respetuoso, hace gala de una hospitalidad sin límites, que demuestra a raudales con gestos, palabras, detalles, en fin, lo digo por experiencia propia, se las arregla para ocupar un lugar en el corazón de quienes llegan a esta tierra.

La capital, resulta atractiva con su combinación de la ciudad vieja, de calles adoquinadas  y catedral adusta, junto a la ciudad moderna, de altos edificios encristalados que hacen de las aceras lugares donde no llega el sol; el Cerro Ancón, cantado por Amelia Denis de Icaza, el Canal interoceánico, imponente, cuya historia ha quedado en los versos de Carlos Changmarín, las playas de Bocas del Toro, el Corredor Biológico Mesoamericano del Atlántico panameño, la Sierra Llorona, la Zona Libre de Colón, el Cristo Negro de Portobelo, capital comercial del imperio español, ciudad de donde salían hacia la Metrópolis los galeones cargados de oro del Perú y que aún guarda   las ruinas de las Fortalezas y los Castillos de Santiago de la Gloria, San Jerónimo y las Baterías de San Fernando, levantados bajo la dirección de Juan Bautista Antonelli, tanto verdor y tanta belleza llegan a conmover al viajero que desea guardar para siempre lo vivido y memoriza las estrofas del poema “Patria”, de Ricardo Miró.

A un pueblo no solo se le recuerda por sus paisajes, su historia, literatura y costumbres, se le recuerda también por su habla, y es que los latinoamericanos, que asumimos el idioma español como lengua oficial, presentamos variantes léxicas específicas que nos identifican.

Para un cubano, un guacho es una persona del campo, o alguien que va mal vestido, en Panamá llaman guacho a la sopa espesa de gallina u otro tipo de carne, a la que añaden arroz  y verduras, por tanto, me llamó la atención cuando  fui convidada a tomar un guacho. Por otra parte, para nosotros un mono es el mamífero más cercano al hombre, o quizá un atuendo deportivo, cuando escuché que iríamos al campo  y cada uno llevaría su propio mono, pensé en cómo cargar con el animalito, que por cierto es muy común ver entre la vegetación panameña, pero con alivio comprobé que un mono es para ellos, además, una comida de campo compuesta por arroz, frijoles y carne frita, todo envuelto en una hoja como especie de cantina natural, con lo que se mataría el hambre durante la caminata.

En Cuba llamamos tiendas a todo tipo de comercio y familiarmente, le decimos bodega, a la tienda de víveres, así cuando quise comprar mis provisiones de comestibles, pregunté por una bodega y esta resultó ser  un sitio donde se venden bebidas alcohólicas, pobre de mí que no las pruebo, y había confundido a mis anfitriones con el afán de dar con una bodega. A las tiendas de víveres se les llama tiendas o abarroterías, mientras que a las de artículos personales, se les llama almacén.

El coco en Panamá  tiene tres nombres: cuando está verde y con agua, se le llama pipa, cuando está maduro, se le llama pipote  y finalmente, cuando está seco, es llamado coco, de modo que al leer en un letrero: se venden pipas de agua, de inmediato me vinieron a la memoria los camiones cisternas que combaten la sequía en las calles de Cuba;  si a estos cocos frescos llenos de agua se les da un toque de ron, entonces reciben el nombre de pipa preñá, metáfora vanguardista para cualquier cubano.

Por otra parte, siempre  había asociado a la chiva, con el animalito rumiante al que acuden algunos padres en busca de alimento para sus bebés, por eso quise conocer a las nombradas chivas parranderas, que resultaron ser autobuses de turismo donde se baila al son de las cumbias y tamboreras.

Nuestros aborígenes, en su efímera existencia, nos legaron voces como la de bajareque, para nombrar las pequeñas viviendas campesinas, en Panamá los bajareques caen del cielo, porque llaman así a la lluvia menuda.

Para nosotros las variedades de frijoles son siempre frijoles: negros, colorados, caritas, bayos, blancos, en Panamá no resulta tan simple, si son colorados, se llaman porotos; si achocolatados, primos; si verdes, guandó; si son rojos y blancos, calimbos   y si son blancos, habas.

Las viandas por su parte, me reservaban otra sorpresa, al acudir a un vendedor callejero para preparar una variante de la caldosa cubana, me preguntó el viandero: “qué va a llevar, doña: ñampí, ullama, otoe, capote o zapallo?” y yo atónita le iba señalando: ese que parece un ñame alargado, esa vianda de cáscara amarilla,  esa otra morada, el fongo aquel y la calabaza mediana, por favor”, entonces fue el vendedor quien me miró con asombro y me dijo: “ Ajó!, usted no es panameña, áya la vida!”, estas últimas expresiones exclamativas populares  que junto a:  chuleta!, salpican las conversaciones  diarias.

En Panamá otro término tan socorrido que sirve para nombrar cuanto nos rodea o pensamos, es la palabra vaina; lo mismo puede oírse: alcánzame esa vaina, no me acuerdo de la vaina esa, esto es una vaina, qué vaina!, o dijo una vaina; al principio quise saber el significado   exacto con que es usado   dicho vocablo, pero me rendí ante tanta pluralidad.

Cuando me invitaron a comer arroz con mondongo, pensé enseguida en algo así como  tripas rellenas, pues no, allí se le llama mondongo  a la panza  de cerdo preparada como fricasé; otro plato exquisito es el sancocho, que nada tiene que ver  con el comida para este tipo de animal, sino que es un delicioso caldo espeso con carnes y viandas.

Resulta curioso que lo que para los cubanos significa burla, mediante la voz choteo, en Panamá no es así, la acción de chotear  quiere decir curiosear, fisgonear, mirar con insistencia, y para la burla, emplean el verbo chiflar, así que como dijera un amigo, el libro de Mañach, se llamaría allí Indagación al chifeo.

Una palabra que se ha impuesto  en el habla popular  cubana es el vocablo fula, con el que se designa al dollar estadounidense, en Panamá fula es la mujer de piel y cabellos claros, mientras que una mujer terca, no es alguien obstinada, sino fea, quien al decírselo se raya, en tanto rayarse equivale a disgustarse.

Las expresiones familiares merecen párrafo aparte: padre y madre, son llamados jefe y jefa, tata o doña; a los hijos se les llama sambitos y a los niños y niñas en general, pelaos o pelás; el abuelo es el taita y el amigo, paciero o migarra.

Una expresión que para los cubanos se presta a equívocos  curiosos es el término ahorita,  el que para nosotros equivale a dentro de un tiempo más o menos breve, y en tierras panameñas significa ya mismo, de tal  forma que cuando  alguien le dice : ahorita nos vemos, corra a abrirle la puerta, porque no es que haya salido para encontrarse con usted, sino que ya lo tiene enfrente. Como contrapartida, la voz ahora, que en Cuba quiere decir en este momento, es allí equivalente a dentro de un buen rato, por tanto, no niego que pasé mis sofocones al quedar en reunirme con mis amistades ahora y creer que se habían olvidado de la cita al ver cómo pasaba el tiempo y no llegaban.

En ciudad Panamá, tomar un ómnibus es toda una aventura, cada chofer lo pinta y decora a su capricho, así pueden verse, en abigarrada armonía, la imagen de Madonna coexistiendo en una misma carrocería, con Jesús crucificado, Batman, y los lemas más curiosos, como aquel que decía, dentro de un corazón gigante: Vielka, tu mirada me mata. No sé si será porque corren a gran velocidad, o por la gran variedad de tonos y figuras que los adornan, pero a lo que los cubanos llamamos guaguas, se les nombra allí diablos rojos, sea cual fuese el color predominante en el vehículo, tratar de comprender el porqué de ese apelativo, puede conducir a cualquiera a lo que en buen cubano se expresaría como: dar un soponcio, un infarto o una alferecía, y que los panameños sintetizan con la contundente frase: darle un yeyo.

La abundancia de ómnibus en las calles no impide el que algunas chicas pidan a los autos  dar el bote, sinónimo de la cubanísima botella, para llegar temprano al pitín, expresión popular que equivale a lo que denominamos fetecún.

La sensibilidad panameña rechaza de plano todo comportamiento vulgar o grosero, para el que se aplica el sonoro término de racataca, el repudio a lo mal hecho, a las acciones despreciables de algunos seres humanos ha compulsado al pueblo a denominar guevazón a este tipo de comportamiento ya a quien no coopera con el buen desenvolvimiento  social, se le tilda de aguevao.

Las voces inglesas asimiladas durante los muchos años de asentamiento norteamericano en la zona del Canal, han contribuido a castellanizar muchas expresiones de las que me permito tomar las dos siguientes: todo aquello cuyo precio es de veinticinco centavos, se le dice  que  un cuara (del inglés) y todo  quien realice  trabajos físicos pesados durante un breve período de tiempo, puede ser descargando mercancías de un camión, desbrozar las  malas hierbas de un terreno, o apilar bultos de una mudanza, se le dice que labora como camarón (de la voz imperativa come und rum!, empleada por los yanquis  para solicitar agilidad o presteza en estas labores entre los nativos).

Aunque en todo el mundo, y América latina no constituye una excepción,  se está abogando por aprender a convivir con los demás sin tomar en consideración las preferencias sexuales de cada quien, los latinos aún suelen ser en muchos casos, machistas y homofóbicos, para los homosexuales también se tiene su término popular al llamarlos cuecos y también con el topónimo de ese excelente pueblo camagueyano que es Cascorro, tal como  lo está leyendo, un cascorro es un homosexual. Así mismo a un marido traicionado  por su mujer, se le dice  que le están poniendo cacho, y un refrán panameño marcadamente excluyente, es el que dice: “ puedo tener cacho, pero no plumas”.

También se acostumbra a diferenciar las cajas de madera de las de cartón. En Cuba una caja sea cual sea el material que la compone  es así de simple, una caja, pero si viera qué trabajo pasamos un grupo de cubanos para encontrar una caja de cartón, cuando de almacén en almacén (léase de tienda en tienda) aún en nuestras narices, nos decían no tener cajas, y es que cuando éstas son  de cartón, se les llama cajetas, al solicitarla con ese nombre enseguida se nos complació.

Dos expresiones muy panameñas son: pues y cómo así?, la primera, es un comodín  que se le añade a toda acción acometida, por ejemplo:  vamos pues, te escucho pues, comprendo pues, la lista sería infinita; la segunda, se emplea casi siempre para solicitar aclaración, cuando la idea no se ha entendido totalmente o cuando lo que se escucha provoca admiración, curiosidad y se desea seguir profundizando en el tema.

Si lo tratado le gustó o interesó al interlocutor y se ahonda en aquello que ha provocado su  simpatía o admiración, entonces complacido, exclama: cómo va  a ser!, frase que en ningún momento tiene un sentido de duda, sino de sincera  complacencia  ante lo escuchado, expresión que  en ocasiones puede ser sustituida por la exclamación híjole!

Pueblo hermano, trabajador y altivo, Panamá tiene el encanto de sus realizaciones del habla, de las que he ofrecido una breve imagen  con el afán no sólo de  que la memoria escrita evite  que se me escapen, sino también para compartir el goce de haberlos escuchado.