La enseñanza de la lectura en la Ilustración Cubana
del siglo XIX
Autor:
Falconeri Lahera Martínez
Resumen: En
este artículo es analizado el procedimiento propuesto por el pedagogo José
Agustín Caballero para enseñar a leer a los niños a finales del siglo XVIII, en
las escuelas gratuitas de primeras letras, denominadas por él “Escuelas
Patrióticas”. En esas instituciones la educación procedería con arreglo a un
método fijo y un plan de estudio ajustado a las circunstancias y
características del país. También son analizados los cambios introducidos por
José de la Luz y Caballero en la teoría y la práctica del proceso de enseñanza
de la lectura, durante la década del treinta del siglo XIX.
Abstract: In this article is analyzed the procedure
proposed by José Agustín Caballero to teach children to read by the end of the
XVIII century in the public schools of first instruction, which he called
“Patriotic schools”. In those institutions, education would proceed with a
fixed method, and a curriculum adapted to the circumstances and the
characteristics of the country. The changes put into practice by José de la Luz
y Caballero are also analyzed in the theory and practice of the process of
teaching reading, during the 30's of the XIX century.
La necesidad de profundizar en la
búsqueda de las raíces del sistema
educacional cubano, que sentaron las bases de la cultura nacional en la
etapa de la Ilustración, obliga a ahondar en el conocimiento de aspectos
vitales poco estudiados, pero que jugaron un papel decisivo en la génesis y
desenvolvimiento posterior de la educación. Entre esos aspectos resalta el
referido a la enseñanza de la lectura, cuyo estudio aporta una nueva visión del
elevado compromiso social del
magisterio de la época.
Los grandes maestros, protagonistas
de aquella epopeya, consideraron imposible emprender reformas educacionales
relevantes sin tener en cuenta la enseñanza elemental y, particularmente,
sin la aplicación de métodos dinamizadores del aprendizaje de la lectura.
Hasta ese momento los métodos de enseñar a leer eran muy rudimentarios, lo
cual obstaculizaba el desarrollo intelectual de los niños. En 1794, José Agustín
Caballero propuso fundar escuelas gratuitas de primeras letras, con un método
fijo y un plan de estudio ajustado a las circunstancias y características
del país. En esas instituciones la Clase de lectura comenzaba con la presentación
del alfabeto dividido en cuatro conjuntos de mayúsculas y minúsculas. Los
grupos eran exhibidos en inscripciones independientes para facilitar la visualización
de las letras, a continuación el maestro las señalaba y nombraba en voz alta,
luego las repetía varias veces para fijarlas en la memoria de los niños. Conocido
el alfabeto, el maestro presentaba las combinaciones de consonantes y vocales
que conformaban las sílabas y repetía el procedimiento anterior, agregándole
otras sílabas a las aprendidas de memoria para formar palabras, primero muy
sencillas y luego más complejas. Así, mediante la ejercitación del silabeo
los pequeños estudiantes aprendían lentamente a dominar el mecanismo de la
lectura.
Según Caballero, este método era
más efectivo que el aplicado hasta entonces, leamos sus propias palabras:
"Con este método se ahorran todo el tiempo que gastaría el niño en
pronunciar tres veces cada sílaba si las deletrease según la práctica
ordinaria”1. Sin embargo, la enseñanza de la
lectura continuaba siendo mecánica por las siguientes causas: Se basaba
exclusivamente en la fijación, memorización y repetición de lo visto o
escuchado por el niño en la clase. Los grupos de letras y sílabas seguían el
orden del alfabeto y no el grado de complejidad silábica. El procedimiento
propuesto por Caballero tampoco rebasaba el nivel sensomotor del aprendizaje de
la lectura y retardaba considerablemente la comprensión de lo leído. Con él era
enseñado el signo, pero al no explicarse su sonido y la manera de colocar la
lengua para pronunciarlo, el aprendiz solamente reproducía lo señalado por el
maestro y quedaba imposibilitado de discriminar el sonido, ello le impedía hacer
la síntesis silábica y oracional; por consiguiente, para leer era necesario
deletrear o silabear, lo cual obstaculizaba el aprendizaje de una lectura
correcta, fluida y expresiva.
En 1833, Luz y Caballero elaboró
un Texto de Lectura Graduada para aplicarlo en el Colegio de Carraguao,
con el fin de profundizar la reforma de la enseñanza primaria. Al examinar
el tema de la educación en La Habana, el reconocido pedagogo señaló que los
niños iniciaban la instrucción a los siete u ocho años, lo cual representaba
un retraso innecesario. En ese sentido, recomendó estrenar el estudio de las
primeras letras antes de los siete años, y al respecto precisó: [La fisiología]
“nos enseña que en la corta edad, el cerebro, como los demás órganos, se halla
más tierno y susceptible de impresiones, y es necesario no dejar endurecerlo
al tiempo, porque de lo contrario se llega tarde”2.
Luz estuvo a favor de comenzar la instrucción por las edades tempranas, pero
aclaró que el éxito de la tarea dependía de la dedicación del maestro, quien
debía seguir el consejo de Miguel Montaigne; es decir, infundir en los principiantes
una profunda curiosidad por informarse de todas las cosas, estimulándolos
y reconociendo sus progresos. Además, propuso acomodar la enseñanza a la edad
y disposición de cada uno de los infantes.
Cuando Luz diseñó su estrategia
para enseñar a leer, tuvo en cuenta el principio planteado unos meses antes
en el Colegio de Carraguao: “Aquí se aprende de memoria lo absolutamente indispensable...”3. Así dio la posibilidad
de maniobrar metodológicamente para atenuar los efectos negativos de los procedimientos
tradicionales. Por tanto, rechazó el sistema de aprender de coro y prefirió
la aplicación del método explicativo, al respecto, aclaró: “Ni puede ser de
otra manera, como es bien fácil convencerse; pues en vez de hostigar al muchacho
con una repetición puramente mecánica de sonidos y términos técnicos se despierta
su atención, se satisface su curiosidad y se divierte su fantasía”4. Esto suponía introducir cambios en el
modo de estudiar el abecedario, con la utilización de carteles mejor dispuestos,
distribuidos y ordenados para facilitar la visualización e identificación
de los caracteres. Al mismo tiempo, esos carteles facilitaban el conocimiento
de las especificidades de cada letra, y permitían diferenciarlas, discriminarlas
y formar sílabas, combinando consonantes y vocales para organizarlas de acuerdo
con sus complejidades fónicas y gráficas. Pero lo más significativo del nuevo
procedimiento fue la utilización de las lecciones graduadas, como complemento
dinamizador de la enseñanza de la lectura.
Luz sostuvo que el método explicativo
dinamizaba el aprendizaje de la lectura porque situaba al educando en calidad
de sujeto activo, aumentaba el rigor de la ejercitación, abría el espectro
participativo de los infantes y permitía graduar la lectura a las posibilidades
individuales de cada niño. Las lecturas graduadas constituyeron una verdadera
novedad en su tiempo, porque con ellas el aprendizaje discurría de lo simple
a lo complejo; es decir, después que el escolar conocía las letras y era capaz
de combinarlas para formar sílabas, se le enseñaba a unirlas para leer palabras
y oraciones, lo cual requería la ejercitación del deletreo, o preferiblemente
del silabeo. Según Luz, siendo el silabeo más fácil para la mayoría de los
estudiantes, había algunos, sin embargo, a quienes ofrecía menos dificultades
el deletreo.
El maestro cubano no limitó la
enseñanza de la lectura al nivel sensomotor y la elevó al semántico, porque
para él la finalidad de cualquier ejercicio de esta índole era siempre la
comprensión del contenido de un texto, y para lograrlo era necesario preparar
al alumno para el ascenso a los escalones más altos del conocimiento. En la
lectura, el niño ha de “distinguir lo principal de lo accesorio, lo absoluto de
lo relativo, dependiente o subordinado en los conceptos”5.
Al culminar una lección, dijo, puede preguntársele la significación de
determinadas palabras o sobre aquellas pertenecientes a la misma clase o
especie subordinada a un género. También es posible pedirle una definición o la
sustitución de una palabra por otra, así el discípulo aprende “que las palabras
que parecen más idénticas, sólo se acercan, pero no se identifican; en suma,
así tocan que no hay ni puede haber verdaderos sinónimos”6.
En otro ejercicio, podría exigírsele la procedencia, derivación y composición
de los calificativos más usados para acompañar a los sustantivos, y cuando los
niños alcancen ciertas habilidades en el análisis de las palabras, primero les
pediremos “el sentido de una oración simple, después de un período complicado y
luego el de un párrafo, hasta llegar gradualmente a exigirles la sustancia de
todo un capítulo que lean u oigan, pues deben también ejercitar solos,
indistintamente, en estos dos medios de adquisición”7.
Luz apuntó que si queremos lograr
el perfeccionamiento de la lectura de los alumnos de grados superiores, es
preciso enseñarlos a modular la voz según lo requiera el tema. Pero nuestro
gran maestro fue más lejos aún al promover la aplicación de lo que hoy
denominamos lecturas modelos, leamos sus palabras: “Y como la lectura es un
arte de imitación, lee primero en alta voz el profesor, dando el tono debido al
asunto, para que después procuren imitarlo”8.
Luego se hará leer a los alumnos más aventajados textos en prosa o versos de
autores españoles, y sucesivamente otros podrían repetir estos ejercicios, pero
exigiéndoles cuidar la pronunciación. Finalmente, el profesor debe premiar los
mejores lectores y los estimulará por los éxitos alcanzados en el aprendizaje.
Y como el gran objetivo del método explicativo era transformar cada discípulo
en un prolijo observador y un pensador profundo, Luz declaró: “La composición
es la corona de la explicación, y ambas de consuno nos aseguran el dominio de
la lengua nativa”9.
Al resumir los objetivos de la
aplicación del método explicativo en la enseñanza de la lectura, Luz manifestó:
“Cuatro son los objetos que se propone alcanzar este método: 1°., hacer más
fácil y agradable la adquisición del arte mecánico de la lectura; 2°.,
aprovechar, de paso, la doctrina contenida en cada pasaje especial que se lea;
3°., comunicar al discípulo, por medio de un análisis minucioso del pasaje en
cuestión, gran soltura y propiedad en el manejo de su idioma; 4°., por último
fin, impartir a su entendimiento, por esta especie de gimnástica, hábitos
preciosos de atención y examen que le harán apto para todo género de estudio
que en lo sucesivo emprendiere”10.
La visión dialéctica de Luz acerca
del proceso pedagógico le permitió comprender la enseñanza de la lectura como
un proceso bilateral, cuyo principio vital resumió magistralmente: “Obliga
al tronco a nutrirse de las raíces para poder alimentar las ramas y asegurar
el fruto, y si el maestro hace a los discípulos, aquí los discípulos hacen
al maestro”11. Pero el valor histórico–pedagógico
de su concepción acerca de la enseñanza de la lectura, radica en haber aportado
una concepción comunicativa de la enseñanza primaria, que partía del factor
motivacional de la lectura, asumía con flexibilidad su componente mecánico,
se proyectaba hacia la comprensión y coronaba con la composición o construcción
de textos. Estas ideas contribuyeron a revolucionar la teoría y la práctica
educacional en Cuba y conservan plena vigencia en nuestros tiempos.
1 José Agustín Caballero: “Discurso con motivo de la traslación de las educandas a la Casa de Beneficencia”, en: Escritos Varios. T. I. Editorial Universidad de La Habana. 1952, pp. 28-29.
2 José de la Luz y Caballero: ”Sobre el método de enseñanza en las escuelas lancastarianas de Regla” (Noticioso y Lucero, enero 17 de 1835.), en: Escritos Educativos. T. I. Editorial de la Universidad de La Habana. 1950, p. 182.
3 -----: “Sobre Educación
Secundaria” (Diario de la Habana, nov. 6 de 1832.), en: Escritos Educativos. T. I. Edit. cit., p. 104.
4 Ibídem, p. 183.
5 -----: “Instrucción a los
maestros para practicar el método explicativo”, en: Escritos Educativos. T. II.
Editorial Universidad de La Habana. 1950, p. 95.
6 Ibídem, p. 94.
7 Ibídem, p. 95.
8 José de la Luz y Caballero: “Sobre Educación Secundaria” (Diario de la Habana, nov. 6 de 1832.), en: Ob. cit., p. 91.
9 -----: “Instrucción a los
maestros para practicar el método explicativo”, en: Ob. cit., p. 97.
10 Ibídem, p. 101.
11 Ibídem, p. 98.