Falconeri Lahera Martínez

El espíritu transformador y creador del proyecto educacional del maestro cubano Luz y Caballero XIX

The Transforming and Creative Spirit of the Educational Project of the Cuban Teacher Luz y Caballero XIX

O espírito transformador e criativo do projeto educativo do professoro cubano Luz y Caballero XIX

1 Falconeri Lahera Martínez*

1 Universidad de Holguín. Cuba. ORCID:https://orcid.org/0000-0002-9254-2485.

*Autor para la correspondencia: falconerilm@uho.edu.cu.

Resumen

El presente artículo cierra el análisis del proceso de teorización desplegada por el maestro cubano José de la Luz y Caballero en su libro Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin”, en la cual revela el carácter de sistema que logra su nueva concepción filosófica. El trabajo valora sus argumentos sobre la imposibilidad de erigir una ciencia ontológica, ratifica la inconveniencia del uso del “Curso de 1829” de Cousin como libro de texto, confirma el rechazo al intento de los eclécticos de frenar la educación patriótica de los jóvenes y opugna las difamaciones de los eclécticos cubanos contra Locke. El objetivo del artículo es analizar el proceso de enriquecimiento y sistematización del conjunto de posicionamientos teóricos, argumentos y conceptos filosóficos desarrollados en los comentarios a las notas 32 a la 37 de su libro, al tratar diversos problemas gnoseológicos, metodológicos, educacionales, teológicos y especialmente la crítica al eclecticismo.

Palabras clave: Espíritu; hombre; materialismo; sentimiento; verdad

Abstract

This article closes the analysis of the process of theorization deployed by the Cuban master José de la Luz y Caballero in his book Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin, in which he reveals the character of system achieved by his new philosophical conception. The work values his arguments on the impossibility of erecting an ontological science, ratifies the inconvenience of the use of Cousin's 1829 Course as textbook, confirms the rejection to the attempt of the eclectics to stop the patriotic education of young people and opposes the defamations of the Cuban eclectics against Locke. The objective of the article is to analyze the process of enrichment and systematization of the set of theoretical positions, arguments and philosophical concepts developed in the commentaries to notes 32 to 37 of his book, when dealing with diverse gnoseological, methodological, educational, theological problems and especially the critique to eclecticism.

Keywords: Spirit; man; materialism; feeling; truth

Resumo

Este artigo encerra a análise do processo de teorização implantado pelo mestre cubano José de la Luz y Caballero no seu livro Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin, no qual revela o carácter de sistema que a sua nova concepção filosófica alcança. O trabalho avalia os seus argumentos sobre a impossibilidade de erigir uma ciência ontológica, ratifica o inconveniente de utilizar o Curso do Primo de 1829 como livro-texto, confirma a rejeição da tentativa dos eclécticos de refrear a educação patriótica dos jovens e opõe-se às difamações dos eclécticos cubanos contra Locke. O objectivo do artigo é analisar o processo de enriquecimento e sistematização do conjunto de posições teóricas, argumentos e conceitos filosóficos desenvolvidos nos comentários às notas 32 a 37 do seu livro, ao lidar com vários problemas gnoseológicos, metodológicos, educacionais e teológicos, e especialmente a crítica do ecletismo.

Palavras-chave: Spirit; cara; materialismo; sentindo-me; verdade


Introducción

Con este artículo, su autor concluye el análisis del despliegue teórico presentado por el maestro cubano del siglo XIX José de la Luz y Caballero, en su obra “Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin”( 1948, t.5, pp. 27-188 ) en el contexto de los estudios sobre el espíritu transformador y creador del proyecto educacional del gran educador. El trabajo ofrece un examen del despliegue conceptual presentado por Luz en los comentarios correspondientes a las últimas seis notas de su libro y confirma la validez de las tesis expuestas en el texto, como manifestación de una nueva concepción, cuya riqueza teórica se expresa en forma de un sistema filosófico que refleja fielmente los intereses nacionales en desarrollo.

El riguroso proceso de conceptualización desarrollado por el notable maestro, elevó a un peldaño superior el espíritu transformador y creador de su pensamiento filosófico-pedagógico, al realizar significativas contribuciones a la enseñanza de la filosofía y aportar un libro de texto, para su uso como material de consultas y fuente de conocimientos. El objetivo del artículo es analizar el proceso de enriquecimiento y sistematización del conjunto de posicionamientos teóricos, argumentos conceptos filosóficos desarrollados en los comentarios a las notas 32 a la 37 de su libro, al tratar diversos problemas gnoseológicos, metodológicos, antropológicos, psicológicos  y especialmente la crítica al eclecticismo.

Materiales y métodos

La búsqueda científica desplegada exigió la aplicación de los métodos más ajustados a las características del tema. En virtud de ello, fue priorizado el procesamiento de las fuentes del conocimiento reunidas, mediante un exhaustivo análisis documental, que permitió la generalización de la información, mediante los procedimientos lógicos del conocimiento científico: análisis-síntesis e inducción-deducción. Se  seleccionó los materiales de trabajo, en correspondencia con las demandas del proceso investigativo y se orientó la pesquisa hacia el cumplimiento del objetivo declarado.

Con respecto a los conceptos filosóficos con que opera Luz en los comentarios de las notas analizadas, son seleccionados solamente aquellos que reciben nuevas determinaciones o los nuevos términos que introduce en cada nota. De esa manera, se le da seguimiento al desarrollo conceptual que sustenta la nueva concepción filosófica elaborada por el notable maestro.

Resultados y discusión

La nota 32 del libro Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin” (( 1948, t.5 ,pp. 27-188 )) presenta un fluido análisis de tres posicionamientos teóricos, en los cuales actualiza la significación de conceptos introducidos en publicaciones de 1838, 1839 y 1840. También incluye nuevos conceptos que enriquecen la valoración filosófica de los problemas tratados. El primer posicionamiento expresa: Es imposible “[…] construir una ciencia ontológica aparte y propiamente tal; pues no hay ciencia ninguna, en lo humano, sin exceptuar a las matemáticas, que no descansen primitivamente en los fenómenos, y por consecuencia en la sensación […].”(Luz, 1948, t.5, p. 131) De acuerdo con Luz, la Ontología, al tratar el ente común, que abarca todos los seres de la existencia, enfrenta el reto de estudiar de cada uno, cada clase, o cada situación relacionada con el propio ente, o la clase que representa. Asimismo, “[…] el conocimiento de los seres será el objeto de otras tantas ciencias especiales, de todas las ciencias humanas; en una palabra, Dios, el hombre y el mundo. Luego por este lado no puede constituirse la Ontología”(Luz, 1948, t.5, p. 132) De la misma manera, si se admite que la Ontología versa acerca del "Ente por excelencia", entonces se convierte en la teología natural o ciencia de Dios, lo cual contradice el principio de la imposibilidad humana de concebir a Dios sin atributos o propiedades. Por consiguiente, cualquier disciplina que aspire a la condición de ciencia sobre Dios forzosamente ha de recaer sobre sus características, “[…] y entonces ni aún la ciencia de Dios lo es, en cuanto ente o ser meramente tal; luego no es en rigor ciencia ontológica”(Luz, 1948, t.5, p. 132) Según sus puntos de vista, los hombres conciben a Dios en correspondencia con la información sensible que ofrece la naturaleza o su propio entendimiento, representándoselo muy corporal o muy material las personas poco instruidas y muy espiritual las más cultas, “[…] cada cual a imagen y semejanza de sus concepciones. Luego no es posible en lo humano formar una ciencia del ente en cuanto ente, sea por el rumbo del universo, sea por el rumbo de su hacedor”(Luz, 1948, t.5, pp. 132-133) Luz precisa que ni la existencia de Dios, concebida como “[…] fundamento de la Ontología, es, ni puede ser, inducción o deducción de esta pretendida ciencia, toda vez que aquella gran verdad fundamental, es filosóficamente el resultado de la misma observación del hombre y del universo”(Luz, 1948, t.5, p. 133) En otro fragmento del texto plantea  que aun cuando Dios es “[…] el Ente por sí y absoluto, esto es, independiente y superior a todo lo creado, todavía la idea de Dios no es absoluta respecto de nosotros, dado que nos elevamos hasta ella por la contemplación de los fenómenos […]”(Luz, 1948, t.5, p. 133) El gran educador añade a su análisis la siguiente consideración:

Todavía debo agregar a lo dicho, para más inculcar la futilidad de la ontología, que ni aún reducida esta a la teodicea, puede decirse que forma una ciencia independiente o aparte entre los conocimientos humanos, pues la existencia de Dios con sus atributos es un capítulo de la misma física del universo, un resultado que siempre venimos a parar en todas y cada una de las materias que en las ciencias naturales se estudian; de manera que la metafísica, propiamente, se reduce a aquellas consideraciones especulativas, o parte trascendental a que nos conduce el mismo estudio del universo (Luz, 1948, t.5, p. 146).

El segundo posicionamiento teórico revela la naturaleza contradictoria del eclecticismo de Cousin, quien según Luz era consciente de la imposibilidad de introducir y acreditar la Ontología en Francia. Por esa causa, en la Lección 18ª del Curso de 1829 insinuó hábilmente, que aunque no debía comenzarse por la Ontología, se había de llegar a ella mediante la Psicología, y a continuación planteó un conjunto de sutilezas ontológicas acerca de la naturaleza del espacio, “[…] si es material o espiritual; si es sustancia o atributo; si es independiente de Dios o si se refiere a Dios mismo […]”(Luz, 1948, t.5, p. 133) Según sus criterios, el documento referido está plagado de dislates y presenta otros errores teóricos, semejantes a los desvaríos revelados; por consiguiente,  pregunta y se  responde así mismo:

¿Merece ser libro dogmático, texto de enseñanza, libro de ponerse en manos de la juventud, en donde a cada paso se tropieza con esas pomposas y huecas extravagancias? La justicia nos obliga a declararle pésima guía, y sobre todo para guía de la juventud (Luz, 1948, t.5, p. 134).

El tercer posicionamiento teórico surge de la respuesta que Luz ofrece al propósito de Cousin de utilizar el concepto causas segundas para justificar sus sutilezas ontológicas y metafísicas. En este sentido, el gran maestro cubano, después de exponer sus criterios sobre la causa primera y su relación con los hombres, establece que la ciencia se reduce “[…] al conocimiento de las causas segundas, o para hablar con más exactitud, a conocer que hay tales o cuales causas segundas, sin penetrar todavía su naturaleza, o siendo propiamente para nosotros su naturaleza lo que de ellas conocemos(Luz, 1948, t.5 , p. 142).

Luz conoce muy bien que el pensamiento filosófico medieval limitó a la condición de causas segundas el conjunto de relaciones causales que orientan el devenir de la naturaleza y la sociedad, subordinándolas a la voluntad divina. De esa manera, Tomás de Aquino, para quien Dios era la causa primera, sostuvo que en todos los sistemas ordenados de causas, los efectos dependen más de la causa primera que de las segundas, porque estas no obran sino en virtud de la primera, es decir, la realidad está sujeta a las determinaciones de Dios; por consiguiente, la causalidad en el mundo es limitada y dependiente.

En la Época Moderna N. Malebranche (1638-1715) sostuvo que Dios constituye la causa verdadera, y las denominadas causas segundas o finitas son solamente los medios de que se sirve el "Eterno" para hacer efectivos sus decretos. Otras personalidades como I. Newton (1645-1727), R. Descartes (1596-1650) y G. W. Leibniz (1646-1716), también aceptaron la teoría acerca de Dios en calidad de causa primera, pero no intentaron descifrar los "misterios divinos". Ellos, más bien centraron su atención en la explicación de las causas segundas, concibiéndolas como el sistema causal que rige los procesos y fenómenos de la realidad. Esos filósofos mostraron un gran optimismo cognoscitivo y creyeron que es posible penetrar hasta en los más recónditos secretos del mundo natural. Esta actitud hacia el conocimiento del mundo por el hombre ha sido considerada por la comunidad científica como uno de los más significativos valores del pensamiento filosófico moderno.

Luz planteó que los hombres sienten la necesidad de conocer la obra de Dios como primera causa y pretenden penetrar el misterio de la creación, el de la naturaleza divina y otros no menos inabordables, pues son atraídos por el deseo de saber cómo es el "Señor", y cómo y cuándo creó el mundo. Sin embargo, señala que Dios creó el mundo y lo entregó a discusión de los mortales, a los cuales otorgó la capacidad de aumentar constantemente el caudal de sus conocimientos, para conocer las más inimaginables leyes, pero el "Creador" vetó toda posibilidad de acceder a sus confidencias. Luz, no obstante, aseveró que el hombre está apto para entender todos los secretos de la naturaleza y la sociedad. Sobre este particular afirmó que en realidad, la ciencia está restringida “[…] al conocimiento de las causas segundas […]”(Luz, 1946c, t.3, p. 302).

En su libro “Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin” Luz precisó que al  hombre no le es dado “[…] penetrar jamás las esencias o causas primeras; porque en tal caso se confundirá con el mismo autor de la naturaleza, cuya obra jamás le será permitido comprender”(Luz, 1948, t.5 p. 131).

Aunque algunos críticos sostienen que Luz coincidió con las posiciones del agnosticismo y el escepticismo, al ajustar la ciencia al conocimiento exclusivo de las causas segundas, es más exacto afirmar que fue muy consecuente con sus ideas sobre Dios como primera causa, porque como Newton, Descartes y Leibniz, planteó que no es productivo intentar conocer los detalles de la "creación" u otros "secretos divinos". Sin embargo, al referirse a las causas segundas otorgó un carácter infinito al saber humano y señaló que su despliegue permitirá una medra constante del individuo, y ese mejoramiento será de tal magnitud, que el hombre aspirará a la perfección “[…] que es la ley a que lo sujetó su divino Hacedor”(Luz, 1946c, t.3, p. 303).

Luz, al igual que las grandes personalidades de la ciencia referidas, reveló en su libro las elevadas potencialidades del intelecto humano para conocer el mundo y argumentó la fuerza de la razón para procesar la información sensible, fuente fundamental del saber humano. Al respecto afirmó: “[…] que la conciencia, para constituir la ciencia aún de los mismos fenómenos internos, o sea, la Psicología propiamente dicha, tiene que venir a dar forzosamente con la piedra de toque, con la imprescindible experiencia exterior […].”(Luz, 1948, t.5, p. 145) El gran pensador cubano, defendió el criterio del enriquecimiento permanente del conocimiento humano acerca de los procesos y fenómenos de la realidad, pero aclaró que “Si cambian nuestras ideas acerca del mundo y sus fenómenos, por virtud de los nuevos descubrimientos, cambian igualmente nuestras concepciones acerca de la causa primera y de todas las cuestiones ontológicas.”(Luz, 1948, t.5, p. 146)

Para dar continuidad a la impugnación del eclecticismo espiritualista de Víctor Cousin, el maestro cubano desplegó en su comentario una conceptualización que incluyó otros términos como los siguientes: Atributo, ciencia, espacio, existencia, Dios, idealismo, investigador, tiempo.

El concepto atributo lo utilizó para designar la propiedad inherente a un sujeto u objeto, sin la cual no puede manifestarse con las características que lo distinguen. Al tratar los conceptos ciencia y religión, partió de criterios expresados en publicaciones de 1839, en las cuales argumentó la tesis acerca de la unidad entre ciencia y religión, y sostuvo que ambas ofrecen al hombre caminos diferentes para alcanzar un mismo resultado: su mejoramiento general como ser humano. La ciencia, afirmó, le demuestra al individuo lo que la religión le ha enseñado; por consiguiente, es su mejor aliada y no su antagonista. La religión se orienta  hacia los sentidos y la imaginación de las personas, mientras la ciencia se dirige solo a la reflexión de un número más reducido de individuos, los cuales a su vez aprovechan y recogen “[…] las luces de la ciencia para demostrar mejor a la muchedumbre las mismas verdades de la religión; en este sentido son los sabios tan sacerdotes como los ministros del altar […]”(Luz, 1946a, t.3, p. 273) Así negó la posibilidad de una contraposición entre la ciencia y religión. En su libro Luz expuso la tesis acerca de la necesaria unidad entre ciencia y religión: “Al siglo presente no se le puede llevar al santuario de la religión, sino por el vestíbulo de la ciencia(Luz, 1948, t.5, p. 147) En otro fragmento del texto añadió: “Son las ciencias en sus varios ramos como otros tantos ríos, que por doquiera que sigamos su curso, constantemente vienen a parar al océano de la Divinidad […]”(Luz, 1948, t.5 p. 147).

Al referirse al concepto existencia, bajo el influjo del pensamiento filosófico precedente, lo utilizó para expresar el modo de ser de las cosas, su esencia y devenir; es decir, con él identificó lo que en realidad es o subsiste en el espacio y el tiempo. En su libro realizó diversas referencias al término Dios, y al respecto expresó que la existencia divina no debe aceptarse como un hecho dado, porque a Dios hay que sentirlo y percibirlo en su propia obra, por esa razón señaló, que todos siente a Dios por doquier: “[…] le vemos, le tocamos, le admiramos en los fenómenos todos del mundo exterior; le sentimos, le experimentamos, le adoramos en el fondo de nuestros pechos; pero nuestro entendimiento no puede alcanzar a percibirle y penetrar su naturaleza”(Luz, 1948, t.5, p. 148).

Con relación al concepto idealismo enriqueció su significado al ratificar que es una corriente filosófica, cuyos representantes se caracterizan por “[…] personificar los fenómenos, convirtiendo las abstracciones en realidades; o sea, dando una realidad entitativa a lo que sólo tiene una realidad fenomenal […]”(Luz, 1948, t.5, p. 145) Con respecto a los términos espacio y tiempo, los argumentos que desarrolla en su libro están basados en conceptos filosóficos clave, en su batalla por desarticular el eclecticismo cousiniano. Según sus puntos de vista, esos términos no reflejan más naturaleza que la que les atribuye el entendimiento humano. Este criterio tiene como sustento la fluida teorización desplegada en publicaciones de 1839 y 1840, en las cuales denegó firmemente la concepción apriorista del espacio y el tiempo ofrecida por E. Kant (1724-1804), al declarar que para el filósofo alemán ambas categorías son de una naturaleza tan a priori, que lejos de derivar de la experiencia, son por el contrario condiciones de toda experiencia. El destacado educador cubano, coincidió con Leibniz, al caracterizar el espacio como un orden de coexistencias y el tiempo como un orden de sucesiones. Sin embargo pensó diferente a Newton, cuyos postulados sobre el tema prevalecieron en el campo de la ciencia hasta principios del siglo XX. Para el notable naturalista inglés, el espacio y el tiempo eran objetivos, pero los consideró inmutables y carentes de vínculos entre sí, por eso los denominó "espacio absoluto" y "tiempo absoluto". Su reconocimiento de la realidad del movimiento de los objetos en el espacio y el tiempo, lo condujo a acercarse a la idea de la unidad indisoluble del movimiento, el espacio y el tiempo y, a la vez, le permitió comprender que el espacio y el tiempo son formas objetivas de existencia de la materia.

Las ideas de espacio y tiempo, aseveró el ilustre pedagogo, no son innatas, ni son creadas por la razón, sino que vienen de los sentidos; “[…] pero no de los sentidos mondos y lirondos, con la independencia de la razón, sino de los sentidos, o de la sensación como de causa o raíz que proporciona los materiales para que fabrique el entendimiento […]”(Luz, 1946b, t.3, p. 75) De esa forma, planteó abiertamente que para elaborar las ideas de espacio o tiempo, el hombre precisa del ejercicio de sus facultades y de los objetos “[…] luego las condiciones de todas las ideas son los objetos y facultades: luego lejos de ser la idea del tiempo condición de la experiencia, es la experiencia condición necesaria del tiempo”(Luz, 1946d, t.3, p. 272).

Luz rechazó con energía la sofistería de los seudo-eclécticos cubanos y declaró que ellos, al abordar el tema del tiempo actuaban como kantianos confesos, porque le negaban a la realidad la condición de fuente de la idea de tiempo; es decir, afirmaban que esa idea no tenía su modelo en la naturaleza porque la consideraron como una realidad subjetiva, o lo que es lo mismo, sostuvieron que el tiempo solo existe para el sujeto que percibe. A esta postura Luz respondió: “Es así que si la idea de tiempo, siendo cual es, no tuviera motivo, ni modelo en la naturaleza, ni en el sentimiento, sería una mera ilusión de la fantasía, no existiría ni aún como idea fija o necesaria”(Luz, 1946d, t,3, p. 271) Luz continuó su análisis con un ejemplo de la hostilidad de Cousin hacia la concepción de J. Locke (1632-1704) sobre el tiempo:

[…] en la naturaleza no hay una entidad llamada tiempo; el tiempo sólo existe para nuestras percepciones, es una relación encontrada y formada por nuestro espíritu. La naturaleza no necesita del tiempo para producir los fenómenos; así viene debajo de una sola plomada, con una distinción muy sencilla, lo que en aire y son de triunfo dice Cousin impugnando la explicación de la idea de tiempo por Locke (Luz, 1946d, t.3, p. 271).

De esa manera, profundizó el tratamiento teórico-metodológico al conjunto de conocimientos filosóficos sistematizados en su libro, facilitó la enseñanza de los mismos y contribuyó a la preparación de un texto efectivo para el aprendizaje de los jóvenes en el convento de San Francisco.  En ese escenario académico y en las publicaciones de 1838, 1839 y 1840 le asignó al maestro la misión de protagonizar la aplicación de los resultados investigativos. Asimismo, esclareció el papel social que desempeñan los verdaderos investigadores, como  sujetos consagrados a la realización de tareas científicas, con entusiasmo y aplicando convenientemente la intuición y la imaginación. Esta concepción le permitió diferenciarlos cualitativamente de los metafísicos y ontólogos, en virtud de lo cual planteó que el metafísico sólo puede ser comparado con “[…] un hombre que hace mil aseveraciones, sin ofrecer ninguna prueba, al paso que el investigador está prodigando los documentos más patentes y perentorios de cuanto se propone establecer”(Luz, 1948, t.5 p.147) Según su criterio, la característica principal de los investigadores es el rigor, la exigencia y la confianza en el poderío de la razón humana, pero asentada en los firmes pilares de la comprobación empírica. Los maestros que alcanzan la excelencia en su trabajo pedagógico, investigando desde la escuela y enriqueciendo constantemente los conocimientos. Sus aportes a la labor magisterial constituyen el mejor ejemplo de maestro investigador y la aplicación de sus experiencias didáctico-pedagógicas, constituyen el resultado de sus propias investigaciones.

Como maestro investigador, en su viaje por Norteamérica y Europa entre 1828 y 1831 descubrió en Edimburgo, las ventajas del método explicativo para promover un aprendizaje dinámico e independiente en los niños cubanos. Luego, en 1832 realizó un riguroso estudio de la situación concreta de la educación en La Habana, particularmente en los niveles primario y secundario, que lo llevó a observar detenidamente el estado de las escuelas lancasterianas de Regla. De esa manera, apoyado en el rigor de su aguda observación y penetrante indagación, logró revelar las debilidades del método lancasteriano, utilizado en esas instituciones escolares, y a partir de esa experiencia aplicó creadora y organizadamente, en un centro experimental (el Colegio de San Cristóbal), sus nuevos conocimientos sobre el método explicativo.

La nota 33 presenta una fluida teorización en torno a las diferencias fundamentales entre los metafísicos ontológicos y los verdaderos investigadores. El análisis ulterior actualiza la significación de términos tratados en publicaciones anteriores e incluye valoraciones que enriquecen el contenido de conceptos filosóficos que presiden la crítica presentada en su comentario. Luz, en su estudio, informa con precisión a los jóvenes acerca de las pretensiones de los seguidores de Cousin de imponer un patrón de pensamiento ajeno a la necesidad de organizar la educación patriótica, que prioriza el desarrollo de la ciencia, para solucionar problemas sociales; al respecto plantea los siguientes argumentos:

1o Los metafísicos ontológicos dan por sentada la posibilidad de conocer las llamadas esencias de las cosas, y siguen la senda de las hipótesis, suponiendo en lugar de demostrar todo lo que imaginan, “[…] mientras que los segundos, aún en sus conjeturas, persuadidos de que la ciencia humana a lo sumo llega a comprobar su existencia, no la naturaleza de una causa, jamás abandona el firme terreno de la observación”(Luz, 1948, t.5, p. 149).

2o Un geólogo, apoyado en los logros de las ciencias naturales y singularmente en la química, determina con exactitud la edad de ciertos minerales y las transformaciones recibidas en el decurso de varios siglos. Luego de estudiar la acción de los agentes naturales como el agua, el aire, la electricidad, etc., sobre esos minerales, puede demostrar con certeza “[…] que en la formación del universo precedió la materia inorgánica a la organizada, y el reino vegetal al reino animal; pero en todo este procedimiento, así en lo cierto como en lo probable, jamás abandona las lecciones de los hechos […]”(Luz, 1948, t.5, p.149) En otro fragmento agrega que solo por la “[…] vía de la investigación, sabremos hasta dónde podremos alcanzar; pero en los progresos futuros de la ciencia como en los que se han hecho hasta hoy, no habrá más que una continuación de los mismos procedimientos.”(Luz, 1948, t.5, p.150) Por su parte, los metafísicos y ontologistas, sin apoyarse en la experiencia y sin hacer observaciones rigurosas, “[…] fingen, imaginan, y arreglan el mundo y su autor a la medida de su fantasía, hablando acerca de Dios con tal confianza y seguridad como si hubieran estado mano a mano departiendo con Él […]”(Luz, 1948, t.5, pp.150-151).

Luz resalta que Kant en su obra Crítica de la razón pura combatió las sutilezas ontológicas de sus contemporáneos con la firme convicción que a la razón humana le resulta imposible salir del círculo de la experiencia para demostrar la existencia, tesis que considera como una ampliación del principio lockeano acerca de la experiencia como manantial de los conocimientos. El maestro cubano llama la atención del genio crítico de Kant y concluye: “Y ved aquí cómo se han venido a encontrar en el mismo terreno el sensualista y el idealista […]”(Luz, 1948, t.5, p. 151).

En su comentario Luz desplegó una activa teorización presidida por conceptos filosóficos que vigorizaron su crítica al eclecticismo espiritualista. En ese proceso, con el concepto idea desarrolló una fluido análisis que parte de una exposición de las raíces gnoseológicas del idealismo de Platón, quien tomó los nombres “[…] abstractos por ideas fundamentales, arquetípicas o normales […]”(Luz, 1948, t.5, p.151) Para el filósofo griego las ideas constituían los modelos de las cosas, por eso le parecían ser más general que las cosas mismas que representaban: por ejemplo, belleza más general que éste o aquel objeto bello, y hasta que todos los objetos bellos juntos y congregados. “Así fue como medró y levantó cabeza la deducción o construcción absoluta formada de las ideas: pretendióse de juro sacar lo concreto de lo abstracto, construir las cosas con las palabras”(Luz, 1948, t.5, p.160) Luz cerró su análisis con la siguiente afirmación: “Las ideas no tienen realidad sino como fenómeno de nuestro entendimiento; son meras funciones de la facultad de pensar, las cuales en ningún caso pueden producir objetos; siendo éstos los originales de donde aquéllas se derivan”(Luz, 1948, t.5, p.161).

Según el maestro, el término abstracto expresa “[…] lo extraído, aquello que se separa de las cosas, que son unos conjuntos para nuestras concepciones, si bien unida des para la naturaleza. Antes podría asentarse con mejor fundamento que lo abstracto se haya encerrado en lo concreto […]”(Luz, 1948, t.5, p.160) Asimismo, al referirse al concepto juicio expuso que el mismo expresa una operación mental que “[…] descansa regularmente en una síntesis precisa, en que se ve el espíritu obligado a comparar una sensación con otra sensación, o en su lugar una sensación con un recuerdo por el ministerio de la memoria, suplente de las impresiones”(Luz, 1948, t.5, p.159).

Al concepto género Luz le otorgó una significación gnoseológica, y al igual que la filosofía idealista alemana, lo vinculó al papel de los signos en el conocimiento científico, por esa causa, consideró los géneros como verdaderos extractos del saber humano. En su libro, luego de resaltar el importante papel que desempeñan los signos en el conocimiento, planteó que los géneros, a diferencia de los signos, constituyen extractos solamente de determinadas “[…] semejanzas parciales que la comparación ha suministrado, vienen a ser el producto de signos ya comprendidos, y corresponden en las ciencias naturales a las dependencias o analogías descubiertas entre los fenómenos, o por mejor decir, a sus mismas leyes”(Luz, 1948, t.5, p.157).

En la nota analizada Luz enriqueció y sistematizó el contenido de tres conceptos, que presentó como una unidad básica en la fundamentación de su batalla crítica contra la metafísica y la ontología cousiniana: movimiento, espacio y tiempo. En su análisis reconoce el movimiento como una propiedad universal de la materia y declara que es tan movimiento la trayectoria de una bala que cruza “[…] los aires, como el del pensamiento que corre en mi cerebro; pues estos fenómenos, por diversos que sean, pasan ambos en el tiempo y en el espacio, y esto me basta para aplicar la misma palabra a una idéntica relación”(Luz, 1948, t.5,  p.167).

Según sus puntos de vista, los conceptos de espacio y tiempo expresan determinadas relaciones. En este sentido señala que sí los hombres no hubieran visto, al menos, cuerpos juntos y separados, no habrían elaborado la idea de espacio. Si no hubieran visto objetos mayores y menores, no tendrían “[…] en el catálogo de su lengua, las voces grande y pequeño; a no situarse él entre varios objetos, no existirían para su concepción ni el medio, ni los lados, ni los extremos”(Luz, 1948, t.5, p.167) Asimismo, afirmó que la idea de tiempo que se elabora en el pensamiento al percibir los objetos, “[…] lleva el sello de la del movimiento; pues no es un concepto formado por el espíritu a priori, o aparecido de buenas a primera, sino hijo legítimo y directo de los movimientos que dentro y fuera han pasado para nosotros”(Luz, 1948, t.5, pp.167-168) Luz rechazó con energía la sofistería de los eclécticos cubanos y declaró que ellos, al abordar el tema del tiempo actuaban como kantianos confesos, porque le negaban a la realidad la condición de fuente de la idea de tiempo; es decir, afirmaban que esa idea no tenía su modelo en la naturaleza porque la consideraron como una realidad subjetiva, o lo que es lo mismo, sostuvieron que el tiempo solo existe para el sujeto que percibe.

Sobre los signos aportó una visión muy precisa sobre su papel como expresión concreta del pensamiento, al señalar que los mismos aportan claridad al pensamiento, y “[…] no son más que recursos, instrumentos, arbitrios (¡y bien arbitrios!) letreros que ponemos a las cosas, tesserae rerum[1], como los llamaba Verulamio, para ayudarnos a pensar; pero no las cosas mismas, como parece han llegado a persuadirse los metafísicos […]”(Luz, 1948, t.5, p.159).

Luz aplicó en su libro el concepto sustancia para referirse a la relación constante y necesaria entre las determinaciones y cualidades de los objetos, dadas en la experiencia. La concepción de sustancia de Luz retoma los valores de los postulados de Locke, pero con una visión más dinámica con lo cual supera las interpretaciones mecanicistas de sus antecesores cubanos al firmar que la sustancia es una abstracción del entendimiento humano “[…] es una relación con accidentes. En cualquier objeto donde notamos que desaparecen unos fenómenos permaneciendo otros, encontramos la sustancia; por eso damos este nombre a todos los cuerpos, considerándolos como unas unidades o conjuntos que se distinguen unos de otros”(Luz, 1948, t.5, p.166) En otro fragmento  planteó: “Para que estas palabras tan correlativas signifiquen una realidad, o tengan sentido común, es forzoso se tomen en concreto”(Luz, 1948, t.5, p.166).

Luz, influenciado por la visión dialéctica del papel de las categorías en el proceso del conocimiento, aportado por el idealismo alemán, concibió lo simple y lo compuesto como como contrarios que devienen idénticos bajo determinadas circunstancias. En este sentido asumió lo simple como aquello que deviene en su forma elemental y no posee variedad o composición. Con el concepto lo compuesto distinguió lo variado de lo sencillo. De ese posicionamiento dedujo todo lo simple es compuesto o “[…] nada hay simple, ni compuesto por sí, o absolutamente: sino que la simplicidad y la composición constituyen la misma idea correlativa que aplicamos a diferentes objetos, según la urgencia de nuestros pensamientos”(Luz, 1948, t.5, p. 166).

En la crítica que Luz despliega contra el eclecticismo sobresale el amplio uso que da a los conceptos de lo real, realidad y realidad objetiva. El maestro consideró lo real como el ser esencial de la cosa que existe por sí misma, y en este sentido presentó lo material como una forma concreta de manifestarse lo real y lo ideal. De esa manera, concibió lo ideal como lo material reflejado en la conciencia humana en forma de imágenes subjetivas; por consiguiente, asumió lo ideal como una forma particular de expresarse la realidad. De lo cual dedujo, que lo ideal es subjetivo por su forma, pero objetivo por su contenido. Al mismo tiempo, reconoció que entre ambos hay una incuestionable diferenciación, en el sentido de que la imagen ideal de un objeto carece de las propiedades del objeto reflejado; por tanto, su misión está reducida exclusivamente a representar dichas propiedades. Su visión dialéctica acerca del movimiento de las categorías estéticas, lo condujo a no establecer una barrera entre lo real y lo ideal, porque consideró que las diferencias existentes entre ambos contrarios no son absolutas, sino relativas. Este postulado está expresado nítidamente en la nota 91 del Elenco de 1840, en la cual plantea: “No hay, pues, contraposición verdadera entre lo real y lo ideal: lo ideal es una realidad de la humana naturaleza”(Luz, 1950, p. 115).

Además del significado que Luz le dio al concepto realidad en la notas 11, 18, 21 y 32 de su libro, como la  existencia efectiva de aquello que contiene en sí mismo su propia esencia y las leyes que rigen su desenvolvimiento. En el comentario a la nota 33 introduce el concepto realidad objetiva, con el que designa el modo de ser del mundo material que, con todas sus propiedades y formas de manifestarse, existe fuera e independientemente de la conciencia humana. El término lo aplica en la traducción que él mismo hace del idioma alemán al español de un fragmento de la obra de Kant Crítica de la Razón Pura.

La exposición de nota 34 es breve y no se apoya en ningún concepto filosófico en la fundamentación de la problemática que en ella se presenta. Lo más interesante de la nota es la crítica actualizada a la insistencia de Cousin de adjudicarle al sensualismo Lockeano el calificativo de oficial, cuando en realidad, su concepción filosófica no respondía a los interese de ningún partido político ni representaba al gobierno de su país. De acuerdo con Luz, los eclécticos, con marcada intensión, utilizan expresiones que denigran el sensualismo y desacreditan a Locke. A continuación, el filósofo cubano formula un pronunciamiento, que por su valor político y patriótico conserva su significación en las condiciones actuales:

El epíteto de oficial a quien cuadra de molde es a ciertos hombres de lo presente que exponen a sus alumnos la Filosofía que se les manda, y reciben un sueldo para pensar. Es menester retundir la avilantez de algunos personajes que se atreven a dirigir a los hombres de bien inculpaciones que sólo a ellos alcanzan, diciéndoles la verdad franca y desnuda (Luz, 1948, t.5, p.181).

El comentario de la nota 35 trata un problema de gran importancia para la denuncia de las verdaderas intenciones difamatorias de los eclécticos en Cuba, que utilizan el Curso de 1829 de Cousin para intentar deformar el valor epistemológico del sensualismo de Locke en la explicación de la génesis y desarrollo de las ideas como esencias del conocimiento, y declara:

[…] no he sido yo el único que ha tildado palabrero a Cousin, pues un famoso contemporáneo y compatriota suyo Leroux[2] (en un artículo impreso el año pasado) contrayéndose precisamente a la obra que estamos comentando, la califica de "charla sempiterna", de extremo a extremo […] (Luz, 1948, t.5, p.181-182).

Luz continúa su análisis y afirma que según Cousin, no debe admitirse “[…] la palabra idea para expresar los fenómenos del entendimiento, porque en su sentido literal significa imagen, y que esto de imágenes, rigurosamente, no pertenece más que a las sensaciones de la vista”(Luz, 1948, t.5, p. 182).

De acuerdo con Luz, quién usa la palabra idea para explicar el proceso del conocimiento, no piensa en imágenes, sino en nociones. El filósofo francés, en su intento de desvirtuar el uso de palabras que han tenido una amplia aplicación en el lenguaje filosófico como el término idea, no tiene en cuenta que es posible que un idioma moderno, al utilizar conceptos de lenguas antiguas otorguen a los mismos toda su significación, “[…] pues si bien la palabra idea significaba en griego imagen, los pueblos modernos no entienden por ella cabalmente más que los fenómenos del entendimiento; con lo cual sube de punto la exactitud de nuestro lenguaje […]”(Luz, 1948, t.5, p.182) En fragmentos posteriores de la anotación Luz aclara que si los griegos no confrontaron dificultades con el uso del concepto idea; por consiguiente, nada justifica las confusiones introducidas por Cousin:

¡Cuán fácil no es conocer cuando la usan sus autores en el sentido propio o en el figurado, que en las lenguas modernas ha llegado a ser propio! Así nos sucede con todas las metáforas, y con ésta más que con ninguna otra, pues ha dejado de serlo para los idiomas actuales. (Luz, 1948, t.5, pp. 182-183).

El otro punto que encierra la propuesta de Cousin de la idea-imagen, es que esa palabra no puede aplicarse con rigor a las sensaciones de que captan otros sentidos, que no sea la vista. Luz responde que nadie pretende considerar las impresiones que se generan en el oído, o los recuerdos que guarda el pensamiento sobre las mismas sean imágenes iguales a las provocadas por los objetos en la vista. En realidad, tan sensaciones son las producidas en las orejas como las formadas en los ojos. Luz denuncia que el parloteo cousiniano sobre la idea-imagen solo pretende ocultar su rechazo a la doctrina de Locke sobre la realidad del contacto de los cuerpos exteriores con nuestros sentidos. Por esa razón formuló la siguiente interrogante: “¿Cuál es, pues, pregunto, el inconveniente de llamar ideas, o imágenes, a las huellas que en nosotros dejan los objetos externos, y aún a los demás pensamientos que en su consecuencia formamos?”(Luz, 1948, t.5, p.183) Cuando Luz, en notas anteriores, sostuvo que las ideas constituyen la representación intelectual de los objetos en la conciencia, quiso expresar que las ideas son en sí mismas la imagen de dichos objetos, por esa causa expresó que por más que Cousin se esfuerce, no logrará, destruir ni la teoría, ni el hecho mismo de ser el sentimiento “[…] un género que incluye sus especies subordinadas en nuestro organismo: así ver es tan sensación, y por consiguiente tan imágen, como gustar; pero esto no quita que cada una de estas sensaciones se distinga perfectamente de la otra (Luz, 1948, t.5, p.183).

Finalmente, Luz cierra el análisis del concepto idea-imagen, al expresar que en casos como este, el término referido puede ser el anunció de una teoría, pero nunca podrá decirse que la misma no se produce, “[…] sino por virtud de los hechos, o de alguna o algunas ideas que le sirven de antecedente”(Luz, 1948, t. 5, p.184).

El comentario de la nota 36 no ofrece un despliegue variado de conceptos filosóficos, pero aporta una nueva arista para fundamentar la crítica al eclecticismo de Cousin. En este sentido, rechaza la maniobra cousiniana de presentar a Locke como un exponente neto de la doctrina de las ideas y formula la siguiente interrogante: “¿Cómo podría ser distintivo de la escuela de Locke una denominación que empleaban como favorita Malebranche, Laforge y cuantos cartesianos habían escrito y escribían, cuando salió al mundo el Ensayo sobre el entendimiento humano?”(Luz, 1948, t.5, p.185) Cousin evita llamar la escuela de Locke por su nombre verdadero y le adjudica una denominación que no le corresponde, al intentar imponer que el filósofo inglés fue el padre de la escuela ideológica moderna; sin embargo, constituye una falsedad el asentar semejante opinión, porque en realidad: “Todos los filósofos de las naciones cultas, desde los griegos hasta nuestros días, han empleado la misma denominación exclusiva o indistintamente con otras equivalentes, para designar los fenómenos del entendimiento”(Luz, 1948, t.5, p.185) La causa que determinó la adopción, por el pensamiento moderno, de la denominación de ideología no fue otra que la necesidad “[…] de ajustarse más rigurosamente al espíritu de exactitud que ya reclamaban toda especie de conocimientos que aspirasen al timbre de ciencia”(Luz, 1948, t.5 , p.185).

La exposición de la nota 37 es muy breve y deja inconclusa su obra.

Conclusiones

El gran maestro José de la Luz y Caballero desplegó un pensamiento de alto vuelo teórico en los comentarios a las notas 32 a la 37 de su libro Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin, en el cual revela el carácter de sistema que logra su nueva concepción filosófica. El artículo demuestra el contenido de la aguda crítica dirigida contra el eclecticismo espiritualista del eclecticismo de Cousin y sus cofrades, que en Cuba representaban los intereses políticos del colonialismo español. En sus comentarios Luz argumentó que es imposible construir una ciencia ontológica. Demostró la naturaleza contradictoria del eclecticismo de Cousin, reveló los errores teóricos y metodológicos del Curso de 1829 de Cousin, que contradicen los principios fundamentales de una educación científica y niegan la esencia de la educación patriótica, con lo cual confirmó la inconveniencia de su uso como libro de texto en la enseñanza de la Filosofía en Cuba. Alerta a los jóvenes acerca de las pretensiones de los seguidores de Cousin de imponer un patrón de pensamiento ajeno a la educación patriótica y el desarrollo de la ciencia para solucionar los problemas sociales del país. Combate con energía los intentos de Cousin de utilizar el concepto causas segundas para justificar sus sutilezas ontológicas. Demuestra que el conocimiento del mundo por el hombre es un proceso infinito. Critica la insistencia de Cousin de denigrar el sensualismo y desacreditar a J. Locke. Denuncia las acciones difamatorias de los eclécticos en Cuba, que utilizan el Curso de 1829 de Cousin para intentar deformar el valor epistemológico del sensualismo de Locke en la explicación de la génesis y desarrollo de las ideas como esencias del conocimiento. Rechaza la maniobra cousiniana de presentar a Locke como un exponente neto de la doctrina de las ideas y no como un combatiente de la teoría idealista de las ideas innatas de R. Descartes. Argumenta su denuncia al intento de Cousin de imponer en el discurso filosófico de su tiempo el concepto idea-imagen como contraparte de la teoría sensualista de Locke acerca de la génesis y desarrollo de las ideas como esencias del conocimiento. En sus comentarios Luz desarrolló una intensa teorización que se apoyó en la exposición de conceptos filosóficos como los siguientes: Abstracto, atributo, ciencia, causas segundas, Dios, existencia, género, idea, idea-imagen, ideal, idealismo, investigador, juicio, movimiento, real, realidad, realidad objetiva, signo, simple y compuesto, sustancia, tiempo y espacio, etc. La teorización desarrollada en el libro “Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin( 1948, t.5 ,pp. 27-188 ), revela con nitidez el carácter de sistema de la naciente Filosofía cubana.

Referencias

De la Luz y Caballero, J. (1946a). “Segunda réplica al Adicto sobre la Cuestión de Método”. En La Polémica filosófica (t. 3, pp. 245-275). Universidad de La Habana

De la Luz y Caballero, J. (1946b). “Tercera refutación a Tulio sobre el eclecticismo de Cousin”.  En La polémica filosófica (t. 3, pp .62-89). Universidad de La Habana.

De la Luz y Caballero, J. (1946c). “La ontología embozada y desembozada”. En La Polémica Filosófica (t. 3, pp. 288-307). Universidad de La Habana.

De la Luz y Caballero, J. (1946d). “Observaciones sobre el juicio de Víctor Cousin acerca de Condillac”.En La Polémica filosófica (t. 3, pp. 263-284). Universidad de La Habana.

De la Luz y Caballero, J. (1948). “Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin”. En  La Polémica filosófica ( t.5, pp. 1-192 ). Universidad de La Habana.

De la Luz y Caballero, J. (1950). “Elenco de 1840”. En Elencos y Discursos Académicos (pp.107-125). Universidad de La Habana.

Conflicto de intereses

El autor declara que no existe conflicto de intereses

Luz.23(2), e1422, abril-junio, 2024.


[1] Alocución latina que significa "etiqueta de las cosas".

[2] En Francia el eclecticismo espiritualista de Cousin encontró férreos adversarios como el editor, filósofo y político Pierre-Henri Leroux (1797-1871).