Falconeri Lahera Martínez

El espíritu transformador y creador del proyecto educacional del maestro cubano Luz y Caballero XVIII

The Transforming and Creative Spirit of the Educational Project of the Cuban Teacher Luz y Caballero XVIII

O espírito transformador e criativo do projeto educativo do professor cubano Luz y Caballero XVIII

1 Falconeri Lahera Martínez*

1 Universidad de Holguín. Cuba. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9254-2485

*Autor para la correspondencia: falconerilm@uho.edu.cu

Resumen

El presente artículo revela la elevada riqueza de la conceptualización filosófica desplegada por el maestro cubano del siglo IX José de la  Luz y Caballero en las notas 21 a la 31 de su libro Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin. El trabajo analiza los posicionamientos lucistas sobre los criterios del eclecticismo acerca del conocimiento y la conciencia, para confundir a los estudiantes; examina el papel del experimento y la observación como fundamentos del estudio del hombre; explica la refutación de la visión espiritualista sobre la conciencia como procedimiento o método. También argumenta la inconveniencia del uso del Curso de 1829 como libro de texto. El objetivo del artículo es analizar el proceso de sistematización del conjunto de conceptos desarrollados en los comentarios a las notas objeto de estudio en  su libro, al tratar diversos problemas gnoseológicos, metodológicos, antropológicos, psicológicos, teológicos y especialmente la crítica al eclecticismo.

Palabras clave: espíritu; hombre; materialismo;  sentimiento; verdad

Abstract

The present article reveals the high richness of the philosophical conceptualization displayed by the Cuban teacher of the 9th century José de la Luz y Caballero in notes 21 to 31 of his book Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin (Objection to the philosophical doctrines of Victor Cousin). The work analyzes the position of Luz on the criteria of eclecticism about knowledge and consciousness, to confuse students; it examines the role of experiment and observation as foundations of the study of man; it explains the refutation of the spiritual view on consciousness as a procedure or method; it also argues the inconvenience of the use of the 1829 Course as a textbook. The aim of the article is to analyze the process of systematization of the set of concepts developed in the commentaries to the notes under study in his book, in dealing with various gnoseological, methodological, anthropological, psychological, theological problems, and especially the critique of eclecticism.

Keywords: spirit; man; materialism; feeling; truth

Resumo

Este artigo revela a riqueza da conceitualização filosófica aplicada pelo professor cubano do século IX José de la Luz y Caballero nas notas 21 a 31 do seu livro Impugnación a las doutrinas filosóficas de Víctor Cousin (Impugnação às doutrinas filosóficas de Victor Cousin). O trabalho analisa as posições de De la Luz y Caballero sobre os critérios do eclectismo sobre o conhecimento e a consciência, de modo a confundir os estudantes; examina o papel da experiência e da observação como fundamentos do estudo do homem; explica a refutação da visão espiritualista sobre a consciência como um procedimento ou método; argumenta também o inconveniente do uso do Curso de 1829 como um livro de texto. O objectivo do artigo é analisar o processo de sistematização do conjunto de conceitos desenvolvidos nos comentários às notas em estudo no seu livro, abordando vários problemas gnoseológicos, metodológicos, antropológicos, psicológicos, teológicos e especialmente a crítica do ecletismo.

 

Palavras-chave: spirit; cara; materialismo; sentindo-me; verdade

Introducción

El presente artículo continúa el análisis del despliegue teórico presentado por el maestro cubano del siglo XIX José de la Luz y Caballero, en las notas 21 a la 31 de su libro “Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin”, en el contexto de los estudios sobre el espíritu transformador y creador del proyecto educacional del gran educador. El documento eleva a un peldaño superior el análisis del valor teórico y práctico del pensamiento filosófico lucista y aporta otro capítulo del proceso de sistematización de la Filosofía cubana, elaborada para formar a los jóvenes en la nueva escuela, declarada en la nota 200 del “Elenco de 1840”. El objetivo del artículo es analizar el proceso de enriquecimiento y sistematización del conjunto de posicionamientos teóricos y conceptos desarrollados en los comentarios a las notas objeto de estudio en su libro, al tratar diversos problemas gnoseológicos, metodológicos, antropológicos, psicológicos  y especialmente la crítica al eclecticismo.

Materiales y métodos

La búsqueda científica desplegada exigió la aplicación de los métodos más ajustados a las características del tema. En virtud de ello, fue priorizado el procesamiento de las fuentes del conocimiento reunidas, mediante un exhaustivo análisis documental, que permitió la generalización de la información, mediante los procedimientos lógicos del conocimiento científico: análisis-síntesis, inducción-deducción. El autor seleccionó los materiales de trabajo, en correspondencia con las demandas del proceso investigativo y orientó la pesquisa hacia el cumplimiento del objetivo declarado.

En el desarrollo de sus comentarios, Luz aplicó una amplia diversidad conceptos filosóficos, de los cuales fueron seleccionados, para su análisis, aquellos que recibieron nuevas determinaciones y enriquecieron su contenido. También fueron asumidos en el estudio los nuevos términos filosóficos que en cada nota facilitaron el desarrollo de la crítica lucista al eclecticismo en cualquiera de sus variantes. De esa manera, se le da seguimiento al desarrollo conceptual que sustenta la nueva concepción filosófica elaborada por el notable maestro.

Resultados y discusión

Luz inicia su comentario a la nota 21 del libro “Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin” con una fluida teorización. En su análisis, el maestro deja sentado que la visión cousiniana del yo, tomado por sí solo como esencia absoluta del saber, es fuente del error, por eso ratifica que en la confronta del yo con el no-yo es donde puede encontrarse el camino que conduce a la verdad. De esa tesis deriva el siguiente posicionamiento teórico: “El error fundamental del jefe de la escuela y de sus escolares consiste en deducir el hecho del conocimiento, o la verdad objetiva del hecho de conciencia o subjetivo.”(Luz, 1948, pp. 98-99)

El concepto verdad objetiva, introducido en el posicionamiento presentado, es el resultado de un proceso de teorización, que le permitió concebir la verdad como un fiel reflejo de la realidad en  la conciencia del sujeto. En esa concepción el contenido del conocimiento no depende de la voluntad del sujeto, sino que se enriquece en la medida que el sujeto penetra y transforma el objeto y enriquece el saber mediante una sucesión de verdades relativas, como mementos de la verdad objetiva. El rasgo distintivo de la concepción lucista sobre la verdad objetiva, es su universalidad al revelar la unidad de su contenido como síntesis de la variedad y caracterizar el conocimiento humano en cuanto reflejo, en él, de la esencia y la unidad del mundo material y la sociedad.

En su argumentación, Luz explica que el hecho de conciencia, por sí solo, no permite distinguir la verdad del error; por consiguiente, para acceder al conocimiento el investigador tiene que apelar a las experiencias, apoyado en los sentidos externos, tiene “[…] que cotejar,  y cotejar es el alma del estudio y del método.”(Luz, 1948, p. 99) Desde esa perspectiva señaló: “[…] es sólo el estudio de la naturaleza el que nos ofrece un seguro criterio para juzgar, y el que ensanchando la esfera de nuestros conocimientos, nos encumbra a un punto de vista más elevado y más científico […].”(Luz, 1948, p. 99) Luego precisa que respecto de la conciencia lo cierto “[…] es que sin ella no puede edificarse la ciencia; y así es la verdad: pero lo es que con ella sola sin el auxilio de todos los medios de observación, tampoco puede levantarse, ni continuarse.”(Luz, 1948,  p. 101)  En otro fragmento de su libro concluye:

No hay que confundir, pues, la causa con el instrumento: nuestra alma ejerce sus facultades todas por el ministerio de los sentidos internos y externos; y tan está el pensamiento en la cabeza, como la visión en los ojos; mejor, todo se enlaza de tal suerte que la visión misma no se verifica sino puesto en relación su órgano peculiar con el órgano del pensamiento.” (Luz, 1948, pp. 101-102).

En los posicionamientos expuestos, el maestro se apoyó en el arsenal de términos filosóficos desarrollados en su obra como el concepto contrario para caracterizar el grado de diferencia entre objetos o personas. También aplicó el término entendimiento, al cual caracterizó como el instrumento de la noción, presentándolo como el medio mediante el cual el hombre accede a la verdad, “[…] pero no lo es por sí solo, sino en confronta con los sentidos y con los objetos externos.”(Luz, 1948, p. 111) Otro concepto filosófico aplicado, es el término duda, que toma de la obra de René Descartes (1596-1650), sobre el cual señaló: “Tenía ante todo que derribar al escolasticismo, y para conseguirlo ataca de raíz el principio de la autoridad por medio de su duda metódica.”(Luz, 1947d, p. 352) El distinguido pedagogo definió la duda cartesiana como un estado esencialmente transitorio del entendimiento y le adjudicó un carácter metodológico, a partir de lo cual sostuvo que esta “[…] no fué (Sic) más que uno de los medios para conseguir sus grandes fines.”(Luz, 1947d, p. 352) En su crítica al subjetivismo de los eclécticos, que pretendían derivar la verdad objetiva del hecho de conciencia, planteó: “Nadie puede dudar que duda, es decir, nadie puede dudar que siente, como lo expone el mismo Descartes, y tengo demostrado en una de las disertaciones anteriores […].”(Luz, 1948, p. 99)

Luz caracterizó a los eclécticos como metafísicos porque se aferran a arcaicos esquemas de pensamiento que no reflejan el avance de las ciencias, por esa causa expresó:

Los metafísicos, y en especial los idealistas, son, en esta parte, ni más ni menos como los niños; carecen de conocimientos en una materia, y creen segurísimas las consecuencias a que los conducen las pocas y pobres experiencias que acerca de ella poseen; por eso encontramos siempre que su punto de vista es el más vulgar y superficial, y hoy día inexcusable, a virtud de los adelantamientos que en todos los ramos han hecho las ciencias naturales. Cuando algunos de ellos v.g., se empeñan en establecer las funciones del espíritu como independientes de los órganos, es o porque ignoran los infinitos y concluyentes datos que manifiestan su imprescindible dependencia o si lo saben peor para ellos, que entonces no pueden estar de buena fe. (Luz, 1948, pp. 114).

El uso que hace Luz del término metafísico en su libro, para caracterizar los representantes del eclecticismo espiritualista se apoya en la teorización desplegada contra la corriente invasora en artículos publicados en 1840. En su ofensiva teórica criticó la intención de Cousin de revivir el carácter dogmático y teológico de la filosofía del pensador alemán Christian Wolff (1679-1754), a través de su metafísica panteísta. El maestro cubano reveló las profundas confusiones derivadas de la metafísica, al plantear que la identificación cousiniana de Dios con la creación del Universo, se contradice con “[…] los atributos fundamentales de la naturaleza divina. En esta hipótesis, Dios no es distinto del mundo; la criatura es una modificación del Creador. Luego Dios y el mundo son una misma cosa para M. Cousin.”(Luz, 1947b, p. 199)

En su análisis, Luz destaca que Cousin después de haber identificado la razón humana con la divina y puesto en el hombre una vida divina, pone en Dios una vida humana; y he ahí su panteísmo, el cual pretendió evadir, refugiándose en el mundo de las ideas y colocándose por encima de la realidad; entonces concluyó Luz: si la idea del infinito es la condición absoluta del desarrollo de la inteligencia de Dios, y si dicha inteligencia “[…] no vive más que por ese desarrollo, ¿quién no ve que la idea del finito está en Dios, como parte integrante de Dios mismo, puesto que es necesaria para su vida? Verdad es que sólo estamos en el mundo metafísico.”(Luz, 1947c, p. 282)

El concepto espíritu también recibió un sustancial enriquecimiento, que parte de reconocer que el alma, conciencia o espíritu humano está dotado de actividad, cuya manifestación esencial puede observarse en las funciones lógicas, morales, volitivas y afectivas propias del hombre, y cuyo órgano rector es el cerebro. Esa actividad, afirmó, es “[…] el resultado de una fuerza que produce en el hombre todos los fenómenos vitales: fuerza que aparece actuando diversamente, según los órganos donde se nos presenta y los fines que se encarga de desempeñar.”(Luz, 1948, p. 114) El mérito histórico del gran filósofo cubano, en este sentido, radica en haber comprendido la connotación social de la actividad del espíritu, por eso el objetivo principal de su magisterio comprometido fue contribuir a la forja de un espíritu nacional en la generación de jóvenes de su tiempo; y he aquí, su más trascendental aporte a la formación de la Identidad cubana.

El comentario a la nota 22 es breve, pero aporta un alerta a la juventud que anuncia del siguiente modo: “Pero nos hemos propuesto hacer un servicio a nuestra juventud, como uno de los más eminentes que en nuestra débil mano está tributar a la patria, y es menester decidirnos a prestárselo por entero.”(Luz, 1948, p. 117) Luz denuncia que las trivialidades de la doctrina de Cousin acerca de la conciencia están dirigidas, por los eclécticos cubanos, a confundir a los estudiantes, y así lo hace costar:

Estas vaciedades no pueden tener más objeto que el encubierto de hacer creer a los alumnos que los filósofos de la opinión contraria, a fuer de negar la autoridad exclusiva de la conciencia para levantar las ciencias, niegan el hecho de la conciencia, que es una verdad de sentimiento, evidentísima, por lo mismo, a todo hombre que viene a este mundo. (Luz, 1948, p. 118).

En otro segmento de la nota alerta a los jóvenes para que no se dejen confundir:  

Con semejante táctica sufre otra ilusión la pobre juventud; y es, que viendo que por espacio de muchas hojas hay verdades palmarias en los autores que maneja, ya esta circunstancia la previene en favor de todo lo demás, y aún la hará creer en ocasiones que haya exageración de parte de sus denunciadores, cuando cabalmente en esos lugares es donde más brilla para los expertos la hipocresía de aquella estrategia literaria. (Luz, 1948, p. 118).

El comentario a la nota 23 no aporta un despliegue conceptual significativo y sólo contiene el siguiente posicionamiento: El fundamento de la concepción de Cousin acerca de la “[…] ciencia es admitirlo todo y combinarlo todo, es la laxitud llevada al extremo; la divisa de Filolezes es explicarlo todo: no admitir nada sin cuenta y razón; en fin, el rigor es la base de mi ciencia.”(Luz, 1948, p. 119)

La nota 24 de su libro no tiene comentario, sin embargo en la nota 25 Luz desarrolla una fluida teorización, que inicia explicando la necesidad de la observación de los fenómenos que acontecen en el entendimiento o fenómenos internos, pero aclara, que los mismos deben cotejarse no sólo con los que pasan en otras personas, sino también buscar “[…] en lo exterior sus causas y antecedentes; y aún nos hallamos muy a menudo en el caso, para explicar los mismos fenómenos intelectuales, de acudir interiormente a otras funciones o fenómenos que con ellos se enlazan profundamente.”(Luz, 1948, p. 120) A continuación expone que la voluntad y la atención no son suficientes para formar la ciencia, y aunque son la primera condición de ese proceso, por sí solas no permitirán distinguir las ilusiones de la conciencia de las realidades de la naturaleza. Para constituir la ciencia se necesita una piedra de toque, un criterio que sirva para distinguir lo verdadero de lo falso, lo individual y privativo de lo universal y común. En una palabra, no es posible constituir la ciencia si se aplican exclusivamente los hechos de conciencia, ni aún para formar la ciencia de la conciencia (La Psicología). El maestro presenta la esencia epistémica del error teórico en el siguiente fragmento:

El error fundamental de la escuela pseudo-ecléctica, en esta parte, consiste en figurarse que puede constituirse la ciencia de lo interior, siguiendo el mismo método que en las ciencias físicas, con sólo aplicar la atención. Norabuena que se adopte el único medio eficaz, que es el de las ciencias físicas, pero envuelve una contradicción al concebir que esto pueda verificarse sin que los hechos sobre que recae nuestra atención tengan cierta exterioridad respecto a la facultad de conocer, y sin que empleemos algunos órganos o sentidos para realizar la observación. Como no se han penetrado bien de estos principios, distinguen observación interna y externa, como si al observar los hechos internos lo hiciéramos con otra facultad distinta de aquella con que observamos los externos, y cuando hasta el hecho de más grosera experiencia no puede confeccionarse sin la interposición del entendimiento. (Luz, 1948, pp. 120-121).

Luz declara que la ceguera teórica de los eclécticos en torno a la observación interior, asumida como esencia exclusiva de la investigación científica en torno a los problemas del hombre, los conduce a dividir los hechos en sensibles e insensibles y ello no les permite comprender, que en toda observación intervienen los cinco sentidos externos. Por consiguiente, para la ciencia no existen dos tipos diferentes de observación, solo hay una que se aplica con rigor a los objetos de la realidad o a los fenómenos psíquicos. De ese modo, demolió el mito de Cousin sobre la exclusividad del método de la observación interior.

El comentario a la nota 26, presenta dos posicionamientos teóricos con sus correspondientes argumentaciones acerca de las consecuencias que en el orden metodológico provocan las confusiones conceptuales contenidas en el “Curso de 1829” de Cousin sobre la actividad de la conciencia. El primer posicionamiento tiene como fundamento el desarrollo del concepto procedimiento, el cual asume como el modo ordenado de obrar de aquellas operaciones que en su integración componen el método. Según sus criterios, en la investigación, mientras el método penetra el objeto como un todo, el procedimiento actúa sobre determinadas partes, pero en calidad de método específico integrado dialécticamente a la dinámica de la metodología aplicada. En su obra, Luz adoptó el término procedimiento siguiendo este patrón conceptual. Desde esa perspectiva teórica, lo empleó para criticar los errores teóricos del filósofo francés, con relación al papel de la conciencia en el proceso del conocimiento y para aclarar la relación que reconoce la ciencia entre procedimiento y método el filósofo cubano cita un fragmento de la “Lección 16ª del Curso de 1829”, titulada Primera lección sobre Locke, en el cual Víctor Cousin planteó:

En la generalidad de los hombres la conciencia no pasa de un procedimiento a la altura de un arte, de un método en la reflexión, la cual es en cierto modo una segunda conciencia, una reproducción libre de la primera; y como la conciencia da a todos los hombres el conocimiento de lo que en ellos pasa, del mismo modo la reflexión puede dar al filósofo un conocimiento cierto de cuanto cae bajo la jurisdicción de la conciencia.

Luz rechazó categóricamente el planteamiento de Cousin y al respecto respondió:

La conciencia jamás ni en ningún sentido ni para la generalidad de los hombres, como decís, puede llamarse procedimiento. La palabra procedimiento se aplica a un método, a una marcha, a un orden de funciones: la conciencia es uno de los hechos con que cuenta el espíritu para proceder en la investigación; y ni el procedimiento del hombre más vulgar pensando, está limitado al ejercicio exclusivo de su conciencia, sino que entran en juego todas sus facultades intelectuales y aún sus sentidos externos, para instituir sus observaciones buenas o malas, diminutas o comprensivas. (Luz, 1948, p. 122).

El segundo posicionamiento teórico expresa que Cousin es contradictorio al otorgar un papel pasivo a la conciencia en el análisis de su lugar en las relaciones con las facultades mentales. El filósofo francés intenta superar esta inconsistencia teórica, planteando en su “Curso de 1829” que algunos individuos elevan este procedimiento a la altura de un arte, de un método en la reflexión. Luz declara que una lectura puntual del texto de Cousin, revela, que este tema puede interpretarse de un modo diferente a como lo hacen los seguidores cubanos del eclecticismo: “[…] el vulgo observa, pero no sabe observar tan bien como el sabio; el primero se deja llevar de sus primeras impresiones, el segundo las pasa por el crisol de su reflexión.”(Luz, 1948, p. 123) A la matriz de opinión ecléctica, divulgada por los representantes del cousinismo en el país, Luz responde:

Ahora bien, y viniendo a lo más importante, no "es la conciencia lo que el filósofo eleva a la altura de un arte o de un procedimiento", sino que trata de metodizar todas sus facultades para sacar el partido posible en la investigación; y es tan poco lo que debe este procedimiento a la conciencia exclusivamente, cuando más bien es hijo de la experiencia de los errores a que le ha conducido a veces sólo la precipitación, o falta de atención, y a veces la de los datos o experimentos y observaciones suficientes […]. (Luz, 1948, p. 123).

De acuerdo con los puntos de vista de Luz, los hombres en el desarrollo de sus investigaciones siempre emplean todas sus facultades, no privativamente la conciencia. Asimismo, siguen precauciones y reglas, apoyados en la experiencia y la reflexión, pero introduce la siguiente aclaración:

Así, pues, éste tampoco es un método propiamente tal, sino quien nos dice y convence, en virtud de los datos obtenidos, que es necesaria la observación y la experimentación para averiguar la verdad; luego en la experimentación y observación es en lo que cabe el procedimiento, y dar reglas para verificarlo del mejor modo posible; luego ellas son lo que propiamente merecen la denominación de método y de arte: método porque es una vía, un camino en que hay que seguir varios trámites; arte porque para mejor conseguirlo cabe dictar reglas y preceptos más o menos eficaces; unas para producir el bien, otras para evitar el mal; o sea, parte positiva y parte negativa. (Luz, 1948, p. 123).

El gran filósofo cubano consideró necesario enriquecer la teorización acerca de la relación reflexión – conciencia y demás facultades intelectuales, para rectificar el lugar que ocupan en los análisis de los investigadores. En este sentido, siguió los pasos de Félix Varela al concebir la reflexión no como la conciencia en sí misma, sino como una facultad intelectual integrada a la actividad consciente y cognoscitiva de cada ser humano. Del mismo modo, rechazó el postulado del carácter privativo de la reflexión para determinados individuos. Así planteó, que la búsqueda de la verdad por el investigador supone metodizar las facultades mentales en su conjunto y no la conciencia exclusiva. Por consiguiente, los conocimientos son el resultado de la experiencia y la superación crítica de los errores cometidos por los hombres. Los hechos y fenómenos de la realidad junto a la experiencia son los factores que despiertan y fecundan la reflexión. En virtud de este posicionamiento expuso el siguiente argumento:

Tampoco estoy bien con que se llame a la reflexión "una reproducción libre de la conciencia". Esto de reproducción, y de libre, a mayor abundamiento (para echarlo a perder más) huele a cosa de engendrar la conciencia a la reflexión. Que la conciencia entre como base a la reflexión, ya se entiende; pero también entra en las demás facultades mentales, y no por eso se las apellida reproducciones libres ni forzadas de la conciencia, ni eso les quita que desempeñe cada una su función especial para contribuir a la grande obra de la investigación. Así, pues, hay conciencia en la memoria, la hay en el raciocinio, pero ni la memoria ni el raciocinio son reproducciones espontáneas de la conciencia; cada facultad lo es sui generis. (Luz, 1948, p. 123).

Los argumentos emitidos por Luz en su comentario le permitieron completar la demostración de que la doctrina ecléctico espiritualista del filósofo francés es contradictoria, está plagada de errores teórico-metodológicos y contiene visibles deslices en la redacción y la composición del texto contentivo del “Curso de 1829” de Cousin, con lo cual enriqueció la tesis acerca de la ineficacia del mismo como libro de texto, al respecto expresó:

Convengamos, pues, en que Cousin es de lo más libre, pero no de lo más feliz para explicarse; falta tanto más grave, cuanto se comete en una obra didáctica, y que se ha intentado ofrecer como texto para la enseñanza de la juventud todavía bisoña en el análisis. (Luz, 1948, p. 125).

El comentario a la nota 27 es breve y solo tiene el propósito de reafirmar las posiciones defendidas en notas anteriores sobre la realidad de los fenómenos internos y externos y el rol de la observación para para conocer sus manifestaciones. En el comentario a la nota 28 Luz solo ofrece su opinión acerca del valor del método científico para la comprensión de los fenómenos externos e internos, pero aclara que hasta el propio Cousin que argumentó la tesis de organizar el aprendizaje de las ciencias, partiendo de las ciencias morales e ideológicas en la práctica educacional hizo lo opuesto, y así lo explica:

No quiero más que este dato, de la mayor facilidad de comprender lo externo que lo interno, para Bien que en esta materia no se aparta Cousin de mi opinión, ni en el lugar que comentamos, ni en otras partes de sus obras. ¡Qué más! En la Escuela Normal que él dirige y cuyos reglamentos ha formado, se enseñan las matemáticas y ciencias físicas con antelación e independencia de las morales. (Luz, 1948, p. 126).

El comentario a la nota 29 comienza con una precisión acerca del método único de observación para todas las ciencias:

Esto está muy bien dicho: lo único que os pido es consecuencia. Con que, por el mismo método, por el mismo procedimiento, con los mismos instrumentos se forman unas ciencias y otras, al menos las llamadas físicas y morales: todas son ciencias de observación, si aspiran al timbre y esfera de tales. Y de intento he dicho con los mismos instrumentos; pues a veces se emplean los mismos en diversos objetos, y a veces otros, aunque análogos medios en el propio o en distinto objeto. (Luz, 1948, p. 126).

En otro fragmento de la nota enriquece su concepción sobre el método único de observación y profundiza su visión acerca de la relación observación- (órganos internos) cerebro y nervios- (órganos externos) ojos y oídos, y así lo expresa:

Con los mismos sentidos v.g. con que observó la porosidad y atracción de los cuerpos que pertenecen a la física, observó los delitos de los hombres que pertenecen a la jurisprudencia; y es uno mismo el entendimiento que se observa pensando por medio de su cerebro, que el entendimiento que se observa mirando por medio de sus ojos. En este último caso, además de los órganos internos (el cerebro y los nervios) empleo un órgano externo (los ojos) para la observación, cuando en el primero sólo tuve que emplear los cerebrales, porque el objeto entonces no correspondía a la vista, no era visible, así como no podemos ver con las orejas, porque éstas se hallan exclusivamente destinadas a la percepción de los sonidos. (Luz, 1948, pp. 126-127).

En su libro, Luz examina y enriquece el tema de la experiencia y la observación como fundamentos epistémicos del proceso de formación de los conceptos en el entendimiento humano:

Verdad es que nuestra experiencia recae sobre objetos internos o externos; pero la diversidad de objetos no hace diversa la causa o facultad de observar, común en todos casos; y la ciencia nunca distingue de esa manera, así como no diremos que por distinto medio o procedimiento he formado idea de los olores y de los sabores, pues aunque diferentísimas estas impresiones, mi entendimiento ha procedido idénticamente al formar los conceptos por ambas clases de sensaciones motivados. ¿Acaso son insensibles los hechos porque no se ven, o no se oyen? ¡Hechos insensibles! (Luz, 1948,  p. 127)

El maestro concluye su análisis, dejando claro que no existe una experiencia interna y otra externa, la universalidad y la unidad de la experiencia es indiscutible, al respecto afirmó:

[…] ¿quién no ve que aún la experiencia que recaiga sobre el objeto más externo y material del mundo, como v.g. la idea del color, figura, etcétera, no puede confeccionarse sino en el interior del hombre, con el ingrediente de su espíritu? En este sentido no hay experiencia que no sea interna, pues experiencia es un compuesto, cuyos elementos son los objetos, los órganos y el entendimiento; luego si toda la experiencia en principio es interna, no se debe distinguir en buena lógica por condiciones comunes a toda experiencia. (Luz, 1948,  p. 127-128)

El comentario a la nota 30 es breve y llama la atención por el significado que le atribuye al concepto positivista como calificativo de la psicología. Para entender el tratamiento que en su obra Luz le concede al concepto referido, es importante tener en cuenta, que cuando este accedió a los postulados gnoseológicos y metodológicos principales del positivismo ya poseía una concepción definida acerca del papel de la experiencia en el devenir del conocimiento humano. El filósofo cubano, como resultado de sus estudios y del espíritu crítico adquirido, arribó por sí mismo a la conclusión de que la observación es indispensable para conocer la realidad. En esas condiciones, tuvo acceso en París al primer volumen de la obra “Curso de filosofía positiva” de Comte, el cual interpretó con un criterio independiente. Al analizar los postulados fundamentales de la nueva corriente filosófica, creyó seriamente que es de imperiosa necesidad tener opinión personal a la hora de explicar cualquier fenómeno o proceso, en virtud de lo cual planteó: “No esperemos saber lo que se piensa por otros filósofos para poder pensar nosotros mismos.”(Luz, 1950a, p. 145)

La más palpable influencia del positivismo en el pensamiento lucista, es la asunción de la idea del rigor en la ciencia y de la necesidad de aceptar sólo el conocimiento desprovisto de suposiciones. Por esa razón, el sabio cubano caracterizó el positivismo del modo siguiente: “Positivismo, pues, no quiere decir más que rigor en la demostración, quedándose en la esfera de conjetura lo que no estuviere debidamente patentizado, por plausible que sea a nuestra razón y halagüeño a nuestras pasiones.”(Luz, 1946, p. 229)

Desde el posicionamiento adoptado respecto del positivismo con relación a las ciencias, denominó positiva a la psicología, y así lo hace constar: “La psicología es por el contrario tan positiva, que constituye en sí un capítulo, pero capítulo interesante, de la fisiología o ciencia del hombre.” (Luz, 1948, p. 128) La denominación de positiva que hace Luz a la Psicología expresa una actitud de defensa de los nacientes intereses nacionales, porque así promovió el desarrollo de un estudio de esa ciencia y su enseñanza, sobre la base del rigor, veracidad y exactitud, con lo cual sentó las bases para la investigación psicológica, libre de las imposiciones teóricas que imponía la metafísica ontológica y especulativa de Cousin. Esta posición de defensa de los intereses patrios, revela su compromiso político con la tarea de impedir daños a la educación de la juventud, ante la invasión de doctrinas ajenas al naciente ideal de nacionalidad. Así desarrolló un programa de lucha a favor de una educación patriótica, científica y libre de dogmatismos, resumido en la siguiente sentencia: “[…] que estudie la juventud las ciencias positivas: matemáticas, física, química, fisiología, y no la metafísica de Cousin y de toda esa escuela farsante y pseudo-ecléctica.”(Luz, 1947a, p. 14)  A continuación, Luz emite un posicionamiento que enriquece la visión existente en su momento histórico acerca del objeto de estudio de la Psicología y su posterior consolidación como ciencia independiente:

En resolución, los verdaderos investigadores a lo que se resisten es a admitir las explicaciones que de los hechos confesados por todos suministran los metafísicos superficiales y faltos de la debida observación. Por este motivo y pareciendo sobrado pretensora la denominación de Psicología, por indicar el conocimiento de la naturaleza del alma, que no es conocida sino por sus efectos las ideas y sentimientos, se le ha sustituido por el nombre más modesto y exacto de Ideología. Pero poco nos importan las nomenclaturas, cuando estemos de acuerdo con el valor de los signos que son moneda convencional. Sepamos que para nosotros la palabra alma no representa más que la causa de los efectos que llamamos ideas, y está la materia fuera de combate. (Luz, 1948, p. 128)

El comentario a la nota 31 es intenso y ofrece una teorización, apoyado en una conceptualización que enriquece y sistematiza el análisis de problemas tratados en publicaciones de 1839 y 1840, y presentados en notas anteriores de su libro. Luz inicia su comentario, dejando sentado que el discurso que Cousin plasma en su “Curso de 1829”, es en esencia contradictorio. Su idea sobre los fenómenos de la conciencia como resorte de la Psicología, está expuesta de un modo tan ambiguo que la interpretación resultante es inaceptable porque le otorga a esa disciplina la condición de llave de las ciencias, por esa causa plantea:

[…] cuando asienta "que los objetos de la psicología son los de la reflexión y los de la conciencia", que vale tanto como aseverar, que la psicología trata de cuanto Dios crió, y el hombre formó, pues todo ello es objeto de la reflexión y de la conciencia; viniendo a parar en que la tal psicología abrazaría todas las ciencias del universo. Pero lo que ha querido significar nuestro psicologista es que los fenómenos de la conciencia son los que pertenecen al imperio de dicha ciencia. ¿Por qué, pues, substituir la palabra objetos a la palabra fenómenos? La fórmula debería estar concebida en estos términos: "Los fenómenos de la conciencia son objetos de la psicología". (Luz, 1948, p. 129).

Luz cita a Cousin y deja sentado que las inexactitudes en su redacción se contradicen con sus propias afirmaciones cuando expresa: “[…] ahora bien, es evidente (continúa) que los objetos de la conciencia no son ni el mundo exterior, ni Dios, que no se nos dan en nosotros mismos […].”(Luz, 1948, p. 129) Luego precisa que el filósofo francés queda atrapado en su propia contradicción, porque si alguien pregunta cuáles son esos fenómenos que se dan en el interior del espíritu, entonces hay que responder necesariamente: “Las sensaciones, las impresiones, las ideas, en una palabra, los fenómenos que pasan en el mundo interior. Pero estos fenómenos ¿no son acciones que recaen sobre los objetos externos y que éstos han ayudado también a producirlas?” (Luz, 1948, pp. 129-130) A continuación critica la estreches teórica del cousinismo para entender que el hombre está dotado de sentidos para percibir y procesar la información sensorial, para conocer la realidad, así lo expresa en el siguiente posicionamiento:

Si al decir el señor Cousin "que ni el mundo exterior ni el autor de la naturaleza se nos dan en la conciencia", ha querido significar que el hombre no puede conocer las esencias de las cosas, y tal es en efecto su opinión, como se ve por todo lo que sigue, donde toma la palabra ser en el sentido de esencia, estamos completamente de acuerdo. (Luz, 1948, p. 130).

El concepto ser al cual Luz hace referencia es utilizado con el significado de esencia de las cosas, lo cual indica que el filósofo cubano le otorgó un carácter objetivo al ser de las cosas que existen en la realidad. Según sus puntos de vista, Cousin y sus seguidores en Cuba niegan que el conocimiento que poseen los hombres sobre la idea de Dios procede de la contemplación del mundo exterior y afirman que la misma se deriva únicamente de la razón, en este sentido expone un nuevo posicionamiento:

Pero no advierten los que así piensan, que de esta manera destruyen la idea de Dios, que no puede aparecer en el alma humana sino en el intermedio del mundo exterior; de forma que ese Dios derivado puramente de la razón es un ser absolutamente hipotético; más claro, el que niegue la aparición de la idea de Dios en el examen del Universo, niega la existencia del Ente Supremo, pues en los fenómenos están las únicas pruebas racionales que de tan importante verdad pueden suministrarse. (Luz, 1948,  pp. 130-131).

Luz denuncia que la batalla de descrédito desatada por los eclécticos contra el sensualismo los condujo a expresar burlas y emitir frases ofensivas contra Locke y sus seguidores, por esa causa plantea otro posicionamiento en forma de advertencia: Si destruyes el principio de la sensación, niegas todo cimiento religioso, y te hundes en un escepticismo inevitable. “¿Cómo queréis derrocar la base de los conocimientos humanos, sin que naufrague la idea de una causa primera?”(Luz, 1948,  p. 131)

En la fundamentación de su posicionamiento teológico Luz aplica, por su orden, los conceptos cimiento religioso, escepticismo y causa primera. Con el primer concepto expresó la idea del valor educativo de la religión cristiana en la formación de sentimientos y convicciones morales, y así lo hace constar en su Elenco de 1840: “[…] la religión es un elemento tan necesario para la vida moral, como el aire lo es para la corporal: tan indispensable al pueblo como al hombre instruido.”(Luz, 1950b, p. 182) De acuerdo con sus criterios, el cimiento de la religión es la adoración más acendrada a Dios, expresada a través de un apasionado amor, veneración y gratitud hacia la obra del "Creador". Los principios de su religiosidad establecen que el hombre accede a Dios a través de la observación y el conocimiento de la obra del "Eterno", porque en ella ve el plan y el orden divino concretado en el mundo. Así negó todo intento de hacer derivar la idea de Dios de la razón exclusiva, por eso no siguió el modelo de demostración sugerido por Santo Tomás (1225-1274) y defendió el criterio de que Dios puede conocerse mediante el mundo. De esa manera, el filósofo cubano sostuvo que la creencia en Dios no puede basarse en la imposición, sino en el convencimiento de su existencia como causa primera, resultante de las evidencias aportadas por la actividad empírica humana, porque sólo la experiencia es quien descubre al hombre los principios con los cuales es posible dar razón de la presencia de Dios.

El segundo concepto filosófico aplicado en el posicionamiento de Luz es escepticismo, con el cual identificó la actitud de los eclécticos de desconocer y poner en duda la posibilidad del conocimiento de la realidad por los hombres. De acuerdo con Luz, toda filosofía que aspire al rango de sistema de ideas sobre una religión o un conjunto de dogmas y doctrinas morales y se fundamente en una teoría o en nociones sobre Dios, el hombre y el mundo,  es incompatible con la incredulidad que dimana del escepticismo. “De aquí se infiere igualmente que el escepticismo, lejos de poder aspirar al rango de sistema, como falsamente lo califica M. Cousin, es un estado forzoso y transitorio de aquellos entendimientos que son precisamente más dogmáticos.”(Luz, 1950b, p. 152)

El tercer concepto filosófico aplicado en el posicionamiento de Luz es causa primera. El término analizado refleja la avanzada concepción teológica el maestro cubano, para quien las sensaciones, las impresiones y las ideas le muestran al hombre sabiduría profunda, omnipotencia y amor sin límites. Según su opinión, en esa visión armónica del universo está presente Dios, derivado de la contemplación del mundo, y es por esa vía que llega al corazón humano el sentimiento inefable de una causa primera. Luz consideró que Dios es la causalidad en sí misma y, como tal, la primera gran causa del universo, pero el hombre está imposibilitado de conocerlo del mismo modo que conoce los fenómenos del mundo objetivo, aunque está dotado de la capacidad de admitir la existencia divina, y en este sentido señala que los individuos no poseen una idea efectiva sobre lo divino, “[…] como la tenemos de una planta o de un hombre, pero penetra en nuestro corazón ese sentimiento inefable de una causa primera, y satisface nuestro espíritu ese pináculo y pedestal de todas las inducciones del alma humana sobre el universo.”(Luz, 1948, p. 130). Aunque Luz declaró la imposibilidad de penetrar la esencia de la causa primera, planteó que es posible percibir su existencia mediante los sentimientos que acontecen en el alma. Pero advirtió que la confirmación de la realidad de tal existencia sólo la ofrece la experiencia.

Los escritos de Luz sobre la existencia de Dios como causa primera, reflejan fielmente sus posiciones filosóficas sobre la unidad de la experiencia y la razón en el proceso de aprehensión de los diferentes fenómenos. Sobre esa base, criticó el subjetivismo de Cousin al tratar de caracterizar a Dios como causa primera, derivando de la razón pura. Al mismo tiempo, resalta que la definición cousiniana, sobre el particular, está plagada de adjetivos que hacen de Dios un nombre que designa un ser abstracto, cuya existencia depende de la capacidad de imaginación del sujeto y no de la certidumbre que le ofrece su experiencia en unidad con la razón. El maestro cubano concluyó que la ceguera cognoscitiva de los admiradores de Cousin, los condujo a declarar que todo lo perteneciente al mundo físico y a la existencia tiene un carácter contingente y variable, con lo cual daban a entender que el saber obtenido por medio de la experiencia es secundario con respecto a los conocimientos supuestamente derivados exclusivamente de la razón.

Conclusiones

En los comentarios a las notas 21 a la 31 del texto “Impugnación a las doctrinas filosóficas” de Víctor Cousin, el maestro José de la Luz y Caballero desplegó un pensamiento de alto vuelo teórico, con lo cual fundamentó una aguda crítica al eclecticismo espiritualista del filósofo francés Víctor Cousin y sus cofrades, que en Cuba representaban los intereses políticos del colonialismo español. En sus comentarios demostró con suficientes argumentos que el error fundamental de Cousin y sus escolares consiste en deducir el hecho del conocimiento, o la verdad objetiva del hecho de conciencia o subjetivo. Explicó, además, que las trivialidades de la doctrina de Cousin acerca de la conciencia estaban dirigidas por los eclécticos cubanos, a confundir los estudiantes. Con sus análisis, demolió el mito de la universalidad del llamado método de la observación interior o método psicológico, fundamentado por Cousin. Desde una visión objetiva y actualizada de los conceptos procedimiento, método y reflexión, desmanteló la teoría cousiniana acerca de la conciencia como procedimiento, arte o método que se aplica invariablemente al estudio del hombre como esencias de la llamada autoridad absoluta de la psicología. Del mismo modo, esclareció el rol que le corresponde a la reflexión en el proceso cognoscitivo de los hombres.

Asimismo, aportó suficientes evidencias sobre los errores en la redacción y composición del Curso de 1829, de Cousin y de las debilidades teórico-metodológicas que invalidan su uso como libro de texto en la enseñanza de la filosofía. La crítica lucista al cousinismo aportó la experiencia de que en el ordenamiento de la enseñanza de las disciplinas científicas las ciencias experimentales deben presidir la organización curricular de los planes de estudio, principio que hasta el propio Cousin cumplió en la Escuela Normal que él dirigió en París. También enriqueció y sistematizó el tema de la experiencia y la observación como fundamentos epistémicos del proceso de formación de los conceptos en el entendimiento humano. En la argumentación de sus comentarios se apoyó en el desarrollo de los siguientes conceptos: Atención, causa primera, cerebro, cimiento religioso, conciencia, contrario, entendimiento, escepticismo, espíritu, experimentación, experiencia, Dios, duda, metafísico, método, observación, procedimiento, positivismo, verdad objetiva, voluntad.

Con su intensa conceptualización, el maestro recorrió otro peldaño en el proceso de sistematización de la nueva concepción filosófica que cristaliza a mediados de 1840, al calor de una aguda batalla de ideas librada frente a los representantes del eclecticismo espiritualista.

Referencias

de la Luz y Caballero, J. (1946). Cuarta réplica al Adicto sobre la Cuestión de Método. En Polémica filosófica. (t. 1). Universidad de La Habana.

de la Luz y Caballero, J. (1947a). El Altieri como texto de enseñanza filosófica. En Polémica filosófica. (t. 3).Universidad de La Habana.

de la Luz y Caballero, J. (1947b). Por de pronto. En Polémica Filosófica. (t. 4). Universidad de La Habana.

de la Luz y Caballero, J. (1947c). [Octava respuesta] Al artículo. Una que vale por todas. En Polémica Filosófica. (t. 4). Universidad de La Habana.

de la Luz y Caballero, J. (1947d). Víctor Cousin. Esta si es la verdad. En Polémica filosófica.( t. 4). Universidad de La Habana.

de la Luz y Caballero, J. (1948). Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin. En Polémica filosófica. (t. 5). Universidad de La Habana.

de la Luz y Caballero, J. (1950a). Elenco de 1839. Apéndice crítico al Elenco de 1835. En Elencos y Discursos Académicos. Universidad de La Habana.

de la Luz y Caballero, J. (1950b). Elenco de 1840. Noción de la Filosofía. En Elencos y Discursos Académicos. Universidad de La Habana.

Conflicto de intereses

El autor declara que no existen conflictos de intereses

Luz.23(1), e1393, enero-marzo, 2024.