Una mirada crítica a la filosofía
de la historia de Luz y Caballero
A
critical approach to Luz y Caballero’s philosophy of history
Um olhar crítico sobre a filosofia da
história de Luz y Caballero
* Falconeri Lahera-Martínez
* Universidad de Holguín.
Licenciado en Educación, especialidad Filosofía. Doctor en Ciencias
Filosóficas. Profesor Titular. falconerilm@uho.edu.cu ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9254-2485
Resumen Los
resultados presentados en este artículo forman parte de una investigación
histórica, dirigida al enriquecimiento de los conocimientos de la filosofía del educador cubano del siglo XIX José de la
Luz y Caballero. El autor ofrece un
estudio sobre su Filosofía de la historia y revela en ella una nueva visión
de la riqueza teórica de su concepción filosófica. El objetivo del artículo
es analizar las principales direcciones de la Filosofía de la historia del
gran educador. En este sentido, el artículo descubre las especificidades de
su concepción sobre la enseñanza de la Historia, analiza su comprensión
acerca de la historia como escenario del progreso social y valora su crítica
a la doctrina idealista de la historia del filósofo francés Víctor Cousin. También determina el valor sociocultural
de la Historia de la filosofía y critica las maniobras teóricas de los seguidores del eclecticismo
espiritualista en Cuba, para limitar el avance del pensamiento
patriótico. Palabras
clave: Enseñanza de la historia; Filosofía
de la historia; historia;
hombre; progreso; sujeto histórico |
Abstract The results presented in this article are part of
a historical research, aimed at enriching the knowledge of the philosophy of
the 19th century Cuban educator José de la Luz y Caballero. The author offers a study on Luz’s philosophy
of history and reveals in it a new vision of the theoretical richness of his
philosophical conception. The objective of the article is to analyze the main
tendencies of the philosophy of history in the great educator. In this sense,
the article reveals the specificities of his conception of the teaching of
History, analyzes his understanding of history as a scenario of social
progress and assesses his criticism on the idealist doctrine of history by
the French philosopher Víctor Cousin. It also determines the sociocultural
value of the history of philosophy and criticizes the theoretical maneuvers
of the followers of spiritualist eclecticism in Cuba to limit the advance of
patriotic thought. Keywords:
History
teaching; Philosophy of history; history; man; progress; historical subject |
Resumo
Os resultados apresentados
neste artigo são parte de uma investigação histórica, com o objetivo de
enriquecer o conhecimento da filosofia do educador cubano do século XIX José de la Luz y Caballero. O autor oferece um estudo sobre sua
Filosofia da história e nele revela uma nova visão da riqueza teórica de sua
concepção filosófica. O objetivo do artigo é analisar os principais rumos da
Filosofia na história do grande educador. Nesse sentido, o artigo descobre as
especificidades de sua concepção do ensino de História, analisa sua compreensão
da história como cenário de progresso social e avalia sua crítica à doutrina
idealista da história do filósofo francês Víctor Cousin.
Também determina o valor sociocultural da História da Filosofia e critica as
manobras teóricas dos adeptos do ecletismo espiritualista em Cuba, para limitar
o avanço do pensamento patriótico.
Palavras-chave: Ensino de História; Filosofia da história; história; cara; progresso;
sujeito histórico.
Introducción
La necesidad de enriquecer el
conocimiento de las raíces del pensamiento filosófico cubano, durante la
primera mitad del siglo XIX, exige la realización de búsquedas científicas
dirigidas a actualizar aquellos temas insuficientemente conocidos. El estudio
emprendido contribuye a ampliar la información existente sobre el objeto de
investigación y favorece la comprensión del valor sociocultural del pensamiento
filosófico del maestro cubano del siglo XIX José de la Luz y Caballero (1800-1862).
El trabajo presentado tiene
como objetivo orientar la
indagación científica hacia el análisis
de las principales direcciones de la Filosofía de la historia del gran
educador. Su cumplimiento impone un
estudio pormenorizado de la concepción lucista
sobre la enseñanza de la historia, la historia como escenario del progreso social y la determinación
de los fundamentos teórico-metodológicos
de la crítica lucista a la doctrina ecléctico
espiritualista del filósofo francés Víctor Cousin
(1792-1867). Los problemas
abarcados por la Filosofía de la historia del gran pensador cubano descubren la
vitalidad y autenticidad de su pensamiento filosófico; pero de modo especial,
trascienden porque revelan la riqueza teórica de su meditación sobre la proyección identitaria
de su crítica a la concepción idealista de la historia del filósofo
francés.
Materiales y métodos
Como resultado del carácter
analítico e histórico de la investigación, la misma partió de una exhaustiva
búsqueda de los textos vinculados al tema seleccionado. El trabajo exigió la
aplicación de los métodos más ajustados a las características del objeto. En
virtud de ello, fue priorizado el procesamiento de las fuentes del
conocimiento. La investigación cumple el requisito de estar asentada en un
método científico, que prioriza la aplicación armónica del análisis y la
síntesis, y lo lógico y lo histórico, cuyos resultados revelan el rigor y la
legitimidad de la reflexión filosófica del ilustre pensador cubano.
Resultados y discusión
El 13 de febrero de 1824 Luz
publicó su traducción al español de una biografía del notable poeta,
dramaturgo, filósofo e historiador alemán Johann Christoph Friedrich Schiller
(1759-1805), cuyo texto original tomó del periódico alemán Zeitgenossen
(Los Contemporáneos). El documento contiene un fragmento sobre la historia que
guía su visión inicial sobre el proceso histórico y que transcribe del modo
siguiente:
La historia acompaña al hombre
en todos los estados en que vive, en todas las formas que alternativamente toma
la opinión pública, en sus errores y en sus aciertos, en sus progresos y en sus
retrocesos: ahora y siempre le acompaña: ella es la que debe dar cuenta de
todas sus palabras y sus acciones. (de la Luz, 1946a, p. 40).
Los estudios realizados por
los ilustrados franceses del siglo XVIII sobre el devenir de la sociedad y sus
esfuerzos por determinar el objeto de estudio de la historia, y elevarla a la
condición de ciencia regida por leyes objetivas, aportaron nuevos ingredientes
teóricos a su visión inicial del proceso histórico. Igualmente, en su
pensamiento dejó una huella significativa el enfoque dialéctico de la historia
elaborado por el célebre representante del idealismo alemán Georg Wilhelm
Friedrich Hegel (1770-1831), para quien los
acontecimientos económicos, religiosos, artísticos, políticos, filosóficos,
etc., constituyen manifestaciones del desarrollo autónomo del Espíritu
universal en su totalidad viviente, cuyo fin último es la libertad, comprendida
como el conocimiento de la necesidad.
El ilustre maestro eludió el
lado idealista de la Filosofía de la historia de Hegel, pero asumió su
capacidad para promover reflexiones acerca del proceso histórico como matriz de
cambios ascendentes, progresos y transformaciones sociales, regidos por leyes
objetivas, en el cual cada época constituye un estadio necesario e irrepetible
en el acontecer de la humanidad. Desde esa base
teórica, comenzó a cultivar su Filosofía de la historia, tarea enriquecida bajo
la influencia de la realidad social cubana.
La enseñanza de la historia
Una de las más importantes
direcciones de la Filosofía de la historia de Luz es su concepción acerca de la
enseñanza de la historia. Su
visión sobre la importancia
formativa de la historia para las enseñanzas primaria y secundaria, fue
esbozada en algunos escritos de 1833, pero fue en el Informe presentado a la Clase de Educación de la Real Sociedad
Económica sobre el establecimiento de educación fundado por el Señor Don Ramón Carpegna en San Juan de Puerto Rico, elaborado en junio
de 1835, en el cual presentó con rigor científico su concepción pedagógica
sobre ese tema.
En
el documento aportó reveladoras reflexiones sobre la enseñanza
de la historia, muchas
de las cuales conservan
plena vigencia. Al referirse
a los consejos y recomendaciones solicitados por Carpegna, para lograr un ejercicio más eficiente de la educación en su
país, subrayó la coincidencia de criterios en cuanto a los
fines asignados a los sistemas educativos de Cuba y
Puerto Rico, y destacó el carácter
antimecánico de su proyecto educacional, porque seguía las pautas del método explicativo. Al igual que el maestro puertorriqueño,
defendió la tesis de la conveniencia de iniciar el estudio de la historia en los últimos
grados de la enseñanza primaria, porque en los primeros
los escolares adolecen de criterio para juzgar, y porque los fenómenos y objetos que más interesan al niño son los que ofrecen la naturaleza. Por consiguiente, es en la última fase
de la escuela primeria en la cual, los niños, con un entendimiento más fortificado, pueden comprender mejor el mensaje formativo e instructivo de la historia.
Según sus puntos de vista, lo más recomendable es iniciar la enseñanza de la historia con
narraciones
y comentarios sobre personalidades prominentes o hechos que llamen la atención de los niños,
para inspirar en ellos
sentimientos de honor y patriotismo.
Ese procedimiento permite desarrollar su pensamiento lógico y alcanzar un aprendizaje independiente.
A tono con los logros de la
didáctica escocesa, alemana y francesa planteó la meta de alcanzar una
enseñanza de la historia ajustada a las necesidades del país, pero consideró
que para lograr tal propósito, los maestros debían cumplir las siguientes
tareas metodológicas y de organización docente: atender la dirección y
organización de la enseñanza y el aprendizaje, elegir los medios de enseñanza
más efectivos, fijar el contenido de la instrucción (qué enseñar), orientar los
objetivos de la enseñanza (para qué enseñamos), determinar el método de
enseñanza (cómo enseñar) y establecer la orientación ético-patriótica de la
enseñanza (con qué espíritu ha de enseñarse). La experiencia acumulada por el
insigne educador le permitió elaborar las siguientes instrucciones para lograr
mayor efectividad en la enseñanza de la historia, las cuales coinciden, en gran
medida, con los principios didácticos, hoy aplicados al estudio de esa
disciplina:
A) Los maestros han de ser
guardianes de la excelencia en la enseñanza de la historia y su deber es
impedir que la clase devenga repetición de noticias; por consiguiente,
constituye una necesidad impostergable superar definitivamente el carácter
descriptivo de la clase de historia. La enseñanza de la historia no debe
reducirse a una simple rememoración de sucesos y “[…] acontecimientos aislados,
sin ser atados por la deducción ni aprovechados por la doctrina.” (de la Luz, 1952, p.
147)
B) No es conveniente el uso
exclusivo de la memoria porque ella sólo grava los hechos y acontecimientos
importantes, y luego la razón procede a la elaboración de la información
obtenida. Las reciprocas interacciones intelectuales resultantes del
procesamiento de la información, “[…] las deducciones y consecuencias que se
eslabonan, resultan placeres puros, ideas exactas, virtudes y beneficios a que
ha de mirar siempre el profesor en su enseñanza.” (de la Luz, 1952, p.
147)
C) Los maestros deben trabajar
por infundir en los educandos los más cálidos sentimientos de amor a la patria,
encaminando la enseñanza de la historia al cultivo de ideales de virtud y
gloria. Para lograr ese objetivo propuso familiarizarlos “[…] con ciertos
recuerdos de la historia peculiar de su pueblo nativo —porque estas impresiones
se guardan hasta la muerte— para que sirva
como núcleo a la de su nación, y después de las demás del mundo, según su grado
de importancia relativa.”(de la Luz, 1952, p.
149) De esa manera, sostuvo que la
historia ha de ser un eslabón imprescindible en la formación de la niñez y la
juventud, porque “La escena sobre que versa la Historia es principalmente la
moral y política.”(de la Luz, 1952, p.
149)
D) La enseñanza de la historia
debe estar presidida por el método explicativo, para lograr que los estudiantes
aprendan “[…] a desmenuzar por una parte los hechos subiendo hasta sus causas,
y por otra a inspirarnos ideas verdaderas de virtud y de gloria.” (de la Luz, 1952, pp.
149-150) De ese modo, analizarán mejor los detalles y determinaciones de los
sucesos y acontecimientos, que a primera vista no sean descubiertos. Así podrán
alcanzar una mejor comprensión de las causas y consecuencias de los fenómenos
sociales. Es esta la condición primordial que permitirá a los alumnos hacer
valoraciones de los diferentes hechos y acontecimientos históricos.
E) El profesor seleccionará
los textos más asequibles a los estudiantes y les orientará cómo usarlos, para
que apliquen la memoria como auxiliar de la reflexión. Para complementar el
estudio individual realizará las explicaciones necesarias para un mejor
tratamiento del contenido a estudiar, sin olvidar que no es conveniente limitar
la capacidad de análisis de sus alumnos, ofreciendo las respuestas que aquellos
deben eslabonar por ellos mismos.
De acuerdo con sus criterios,
lo más recomendable es ofrecer a los niños nociones de historia, mediante
narraciones y comentarios de biografías de personalidades prominentes. Ese
procedimiento permite que los niños sean remontados “[…] gradualmente por la
cadena de la inducción hasta llegar a resultados inesperados y de que jamás se
habría penetrado por otros caminos.”(de la Luz, 1952, p.
149) De ese modo, el maestro logra acercarse suficientemente a la satisfacción
de los intereses de los educandos, pues los pasajes “[…] de la vida de los
hombres grandes están muy al alcance de los niños, y son muy a propósito para
inspirarles sentimientos de honor, humanidad y patriotismo.”(de la Luz, 1952, p.
152) También propuso aprovechar esas oportunidades instructivas para inculcar
principios éticos en los primeros grados, porque la enseñanza de la historia
aporta un infinito potencial axiológico que favorece una educación basada en
los valores universales de la moral. Asimismo, recomendó: “El estudio de la
historia debe servir de corona más bien que de principio a nuestra educación.”
(de la Luz,
1950b, p. 147)
Luz vislumbró la necesidad de
introducir en la enseñanza de la historia el método de trabajo por medio de las
fuentes bibliográficas, para acercar a los alumnos a la historia local y al
conocimiento de las causas y consecuencias de los hechos históricos. Asimismo,
insistió en la necesidad de usar fuentes que ofrecieran análisis objetivos de
los hechos históricos, para facilitar la compresión de los alumnos, por ello
rechazó el uso de los compendios de historia de la época. Su concepción sobre
la enseñanza de la historia y su aplicación a la práctica educacional,
contribuyó inobjetablemente a acelerar el proceso de formación nacional en
Cuba. La concepción lucista acerca de la enseñanza de
la historia y su aplicación a la práctica educacional, descubren la dimensión
profundamente humana de su Filosofía de la historia, desde la cual desarrolló
una educación en valores morales e identitarios como
el deber, la justicia, la libertad y el patriotismo.
La historia como escenario del progreso social
La
Filosofía de la historia de Luz está asociada a las bases sociales de las
ciencias. Al referirse a la filosofía la consideró un sistema de doctrinas que
tratan las leyes sociales, del universo y del pensamiento humano, y sobre su
proyección social precisó: “Para que la filosofía llene cumplidamente sus altos fines entre
nosotros, fuerza es que ante todo la apliquemos como un remedio a nuestras
presentes necesidades,
o sean, achaques intelectuales y morales.”(de la Luz, 1950b, p. 157) Conocedor del gran potencial ético de
la ciencia, declaró que su aprehensión y aplicación consecuente impone al
hombre un adeudo con la historia y un elevado sentido de la responsabilidad y
el deber, de lo contrario podrían predominar los intereses individuales por
encima de las necesidades sociales, por eso advirtió: “Para todo se necesita
ciencia y conciencia.”(de la Luz,
1962, p. 144) De ese modo, en su pensamiento la ciencia devino conocimiento
comprometido, y ese compromiso posee una fuerte carga de valores morales y
patrióticos, como fundamento del progreso espiritual de la naciente sociedad
cubana.
En su artículo Primera réplica al Adicto sobre La Cuestión
de Método expuso su clasificación de las ciencias y definió las ciencias
morales o intelectuales como aquellas disciplinas en las cuales no se hacen
experimentos y observaciones con los instrumentos y reactivos aplicados en las
llamadas naturales. A esta idea agregó la siguiente definición: “En primer
lugar, bajo el nombre genérico de ciencias morales, o por otro nombre
intelectuales o especulativas propia o más bien impropiamente llamadas […] se
comprende la Psicología, la Lógica, Metafísica, Moral, Legislación, Política y
Economía Pública.”(de la Luz,
1946c, pp. 234-235) En otro momento de su réplica al personaje impugnado,
aclaró que las ciencias intelectuales abarcan otras disciplinas como la Ciencia
de la educación, la Filosofía de la historia, etc. El análisis realizado lo
condujo a la admisión de la Filosofía de la historia como una ciencia.
En la fundamentación de su
Filosofía de la historia ocupa un lugar importante el concepto progreso, con el
cual distinguió las transformaciones de la naturaleza y expresó el devenir y el
perfeccionamiento creciente de la sociedad. Así reconoció el valor histórico de
los cambios ascendentes de los pueblos europeos y propuso a los investigadores
el estudio puntual de las causas del ascenso social de la Europa moderna. Por
consiguiente, concibió el progreso humano como la genuina manifestación de la
libertad, sus palabras confirman tal aseveración: “Así en el progreso, y en
último análisis, hemos de venir a parar en la libertad para que medre todo buen
germen y se aplique y ensanche hasta donde debe […].”(de la Luz, 1962, p. 337) Según sus
puntos de vista, el progreso es un fenómeno social movido por cambios graduales
y transformaciones regulares, necesarias en el escenario histórico, que
conducen al perfeccionamiento y mejoramiento de los hombres. La tesis lucista acerca del devenir de los fenómenos sociales como
un acontecer asentado sobre causas objetivas, perfectamente observables y
cognoscibles por el hombre, es ratificado al plantear, en diversos artículos
filosóficos, que el desarrollo social está regido por una ley invariable del
progreso humano. El destacado intelectual concibió las leyes como aquellas
determinaciones condicionadoras de las conexiones
internas y esenciales de los objetos y fenómenos; por consiguiente, para él las
leyes expresan el orden y estabilidad de la relación causal entre las
propiedades de los objetos o entre los fenómenos.
De acuerdo
con sus criterios, los fenómenos naturales y sociales que impulsan el progreso,
están regidos por leyes objetivas, cuyas determinaciones son descubiertas
mediante la aplicación de métodos, procedimientos y técnicas, ajustadas a las
demandas del objeto. Su dinámica concepción sobre el progreso social regido por
leyes lo condujo a comprender las revoluciones como grandes transformaciones
causantes de cambios radicales en las ciencias, la producción, la cultura, la
política, etc. De esa manera, estuvo muy cerca de explicar las revoluciones
sociales como una de las más poderosas fuerzas impulsoras del progreso
histórico. No obstante, aclaró que estas no surgen espontáneamente, sino como
resultado de la conjugación de determinados factores. Esa opinión aparece
reflejada en un aforismo del primero de mayo de 1845: “De ahí también la
necesidad de la oportunidad, y la imposibilidad de hacer revoluciones, si no
existen hechos físicos o morales que el genio no puede crear. Ni Napoleón
revolucionaría la Isla de Cuba en circunstancias ordinarias ni aun
extraordinarias.” (de la Luz,
1962, p. 343)
El punto de
vista lucista acerca del desarrollo social, reconoce
que producir es progresar. Esta posición le permitió comprender que los pueblos
modernos basaron su devenir en los cambios sucesivos de la literatura, el arte,
la filosofía, la ciencia, el trabajo y la producción, y ello influyó en el
desenvolvimiento de las costumbres. En virtud de ese criterio, defendió la
tesis acerca de la necesidad de marchar con el tiempo para no quedar rezagados.
Por eso declaró bienaventurados a quienes logren descubrir e interpretar las
señales de una época y las siguen, en tanto el progreso permite ver el porvenir
más claro que la luz del sol. El optimismo de esta concepción brota con fuerza
en el siguiente aforismo: “La actual sociedad, a guisa de fuego subterráneo,
abriga en sus entrañas fuerzas latentes, cuya manifestación ha de dejar pasmado
al siglo del vapor, de la electricidad, y del sufragio universal.” (de la Luz, 1962, p. 343)
Desde la perspectiva
analizada, razonó que la Filosofía de la historia exige al investigador la
búsqueda de las causas de los fenómenos sociales, apoyado en la observación, la
experiencia y la razón. No es posible hacer ciencia sin conocer las cusas de
los fenómenos, y en la naturaleza como en cualquier esfera de la vida social es
imprescindible penetrar en el porqué de las cosas; es decir, es necesario
descubrir las causas para comprender mejor el fenómeno estudiado.
Su Filosofía de la historia
también está sólidamente asentada en un antropologismo
naturalista que reconoce el hombre como un ser educable y perfectible, por
cuanto vive en sociedad y es protagonista del progreso histórico. Es así, como
el naciente hombre cubano deviene, en su Filosofía de la historia, ente
portador de cualidades que lo distinguen como humano, distribuidas del modo
siguiente: “El hombre es un compuesto de dos quintos de animalidad, otros
tantos, o más, de pasión, y apenas el resto de racionalidad (una millonésima a
veces).”(de la Luz,
1962, pp. pp. 59-60) Esa concepción integradora presenta el individuo concreto
y existencial como una totalidad dada en la unidad cuerpo-alma, cuyos
componentes están estrechamente vinculados entre sí, por eso expresó: “El
hombre no es espíritu puro: es alma, cuerpo y sentimiento, todo en una pieza;
se separan estos fenómenos para analizarlos y mejor comprender su enlace y
relación.”(de la Luz,
1948, p. 46)
El maestro cubano vislumbró la
existencia de fuerzas en el individuo, mediante las cuales enriquece su
condición humana en el proceso mismo de su autoeducación y a través de todas
las influencias recibidas en la vida social. El enfoque dialéctico de las
reflexiones analizadas, constituyó un recurso teórico-metodológico de gran
valor, con el cual logró direccionar el combate oportuno a las interpretaciones
inexactas del eclecticismo espiritualista sobre la historia. Su dinámica
concepción sobre el hombre adquirió un elevado sentido de historicidad, y ello
le permitió captar el mandato de los cambios sociales que imponía su tiempo. Es
así como este maestro-filósofo, comprometido con el porvenir de la patria pensó
en la posibilidad real de forjar en Cuba, a partir de la niñez y la juventud,
un tipo de hombre especial, capaz de trascender en forma de sujeto histórico,
para actuar consecuentemente en aras de consolidar el proceso de formación
nacional en marcha.
Crítica a la concepción
idealista de la historia de Cousin
En 1837, con la exclusión de
los representantes criollos de las Cortes españolas, comenzó a manifestarse con
intensidad una profunda crisis política, social y teórica en la sociedad
cubana, que desembocó en una agudización de las pugnas políticas entre los
liberales criollos y los liberales peninsulares. El fracaso del movimiento
reformista unido a la crisis de la esclavitud determinó, en gran medida, la
agravación de las contradicciones metrópolis-colonia. Esta situación junto al
aumento de las preocupaciones por el incremento de barreras económicas y
políticas que obstaculizaban la estabilidad de la producción y comercialización
azucarera, crearon las condiciones para que el eclecticismo espiritualista
apareciera como la filosofía idónea, para desmontar las bases teóricas del pensamiento
patriótico cubano. Así inició un proceso de crisis de los paradigmas de la
Ilustración y la modernidad que dividió los liberales cubanos en varias
facciones con proyecciones ideológicas diferentes.
El reajuste de las estructuras
del poder colonial, la ausencia de mecanismos políticos para que los liberales
expusieran sus demandas y la existencia de un conjunto de factores internos e
internacionales, que impedían el desarrollo del ideal independentista, provocó
escepticismo en algunos y desorientación ideológica en otros. Esta situación
motivó que determinados intelectuales cambiaran de perfil político; por
consiguiente, muy pronto comenzó a producirse una verdadera crisis de valores,
que unida al recrudecimiento de las luchas sociales, condujo a estos personajes
a expresar la necesidad de retornar a los viejos patrones de la teología
ortodoxa, negando abiertamente los valores patrióticos.
El fracaso político de los
reformistas criollos provocó una profunda desbandada entre los liberales
cubanos. De ese grupo de intelectuales, dispersos ideológicamente, se
desprendió un sector que asumió como terea primordial el ataque abierto a la
concepción patriótica de Félix Varela. Mientras los jóvenes liberales
frustrados eran blancos de la incertidumbre política, Luz llamó a los cubanos
dignos a librar una gran batalla contra el eclecticismo espiritualista de Cousin.
En ese contexto, el insigne
pensador protagonizó una crítica abierta a la concepción idealista de la
historia del filósofo francés, la cual desarrolló en el marco de La polémica filosófica, acontecida entre
mayo de 1838 y octubre de 1840. La gran controversia teórica, por su impacto en
la vida política, social y cultural del país, puso de relieve la magnitud y
complejidad de la confrontación de las ideas en el proceso de formación de la
conciencia nacional cubana. La polémica fue desarrollada desde los principales
periódicos de cuatro importantes ciudades del país: La Habana, Diario de la
Habana y Noticioso y Lucero; Matanzas, La Aurora de Matanzas; Trinidad, Correo
de Trinidad; Camagüey, Gaceta de Puerto Príncipe. La polémica desencadenada en
La Habana giró en torno al eclecticismo espiritualista, formulado por su
fundador, Víctor Cousin, y defendido por sus
admiradores cubanos, encabezados por el adalid del eclecticismo espiritualista
en Cuba, Manuel González del Valle (1802-1884).
El eclecticismo espiritualista
contenía una doctrina y un método, concebidos para anular los aportes del
pensamiento progresivo y la cultura general del siglo XVIII. Los defensores
cubanos de las doctrinas conservadoras derivadas del eclecticismo,
comprometidos con el sistema colonial y sus instituciones, utilizaron los
postulados de Cousin para justificar sus fines
políticos. El trasplante del pensamiento filosófico cousiniano
a la realidad social cubana, por esa línea de pensamiento antinacional,
pretendía socavar las bases teóricas de la ciencia y la conciencia cubanas, en
franco proceso de desarrollo, con el propósito de detener el naciente espíritu
de emancipación y el desarrollo de la educación patriótica.
Uno de los ingredientes más
sobresalientes del eclecticismo espiritualista de Cousin,
fue su concepción idealista de la historia, la cual constituyó una pobre
adaptación de la concepción del optimismo histórico de Hegel
a las condiciones concretas de la Restauración francesa, para utilizarla como
un medio de justificación de aquella realidad política, caracterizada por el
predominio de un sistema opuesto a la obra de la Revolución de 1789. La
doctrina del optimismo histórico, fue divulgada en La Habana por los seguidores
de Manuel González del Valle, a través de la impartición de uno de los cursos
de filosofía de Cousin.
Pero Luz previó los posibles
efectos negativos del eclecticismo y puso al desnudo sus inconsistencias, para
impedir la contaminación de la conciencia de los jóvenes y facilitar el
desarrollo de un pensamiento, sobre el cual germinara la cultura nacional.
Imbuido de ese espíritu crítico, advirtió que, como respuesta, no faltaría el
necesario curso de esgrima nacional, para neutralizar las acciones de los
eclécticos dedicadas a apartar a los jóvenes de la influencia de la educación
patriótica.
La crítica a la concepción
idealista de la historia de Cousin fue argumentada,
desde sus fundamentos epistemológicos, en lo fundamental, en el artículo: Novena respuesta al artículo Una que vale
por todas, publicado en el Diario de la Habana el 15 de julio de 1840, como
contestación al artículo Una que vale por
todas, insertado en el diario La Aurora de Matanzas, el 28 de junio de
1840, por Manuel González del Valle. La respuesta de Luz inicia con un análisis
de la doctrina de la creación del ecléctico francés, en el cual resalta el
marcado carácter panteísta y fatalista de su concepción de la historia. En el
sistema idealista del filósofo francés ocupa un lugar preferencial el estudio
de las leyes del desarrollo histórico de la humanidad. Sin embargo, la teoría
eclética de las leyes de la historia, del desarrollo de la humanidad y de la
vida reproducen fielmente la doctrina hegeliana sobre ese tema: “Para escapar
M. Cousin de las dificultades de su sistema, nos
presenta una teoría de las leyes de la historia, del desarrollo de la humanidad
y de la vida, que merece ser estudiada, por ser la misma presentada por Hegel
[…].” (de la Luz,
1947a, p. 297)
Sí Cousin
defiende la tesis de la creación necesaria del mundo y el hombre por Dios,
-continuó su diatriba- si subordina la razón humana a la razón divina, y si
cree en el desarrollo del infinito en el finito, como expresión de la vida
divina; entonces, en ese determinismo riguroso todo está en su lugar y Dios
está en todo, todo lo hace y es todo. Por consiguiente, dedujo que la maniobra
teórica del filósofo francés justifica la tesis idealista, según la cual el
desenvolvimiento histórico de la humanidad está dominado por una ley fatal de
carácter omnipotente. De ese modo, Cousin abandonó
abruptamente la dinámica visión de la historia de Hegel.
El reconocido educador cubano
declara fallida intensión de Cousin de ofrecer una
visión activa de la vida social y situarse a la altura de la dialéctica de
Hegel acerca de la historia. También la consideró contradictoria, porque en su
discurso filosófico negó su propia tesis acerca del desarrollo histórico regido
por leyes. Del mismo modo, declaró discordantes los razonamientos de Cousin sobre la historia porque no admitió que el decursar histórico marca el advenimiento progresivo de
épocas portadoras de fuerzas y energías que lo cambian todo. La concepción de
las épocas históricas de Cousin es mecánica, porque
reduce la historia a una geometría inflexible, en la cual “[…] todas esas
épocas, su número, su orden, su desenvolvimiento relativo, todo esto se halla
marcado desde arriba con caracteres inmutables.” (Ibídem, p. 299)
Luz rechazó la inflexibilidad
de la visión idealista de la historia cousiniana y
desconoció la validez de la tesis acerca de la historia como el gobierno de
Dios hecho visible, en el cual todo responde a un fin marcado por la fuerza
suprema del Creador. El insigne filósofo cubano declaró que en la construcción
forzada del filósofo francés acerca de la historia solo hay fatalismo, que […]
es el efecto imprescindible de la aplicación del panteísmo a la historia. (Ibídem,
pp. 299-300) Como el
mecanicismo del filósofo europeo le impidió comprender que cada época histórica
constituye un estadio necesario e irrepetible en el acontecer de la humanidad,
su concepción idealista de la historia cerró las puertas del porvenir, al
desestimar la perfectibilidad humana y apagar la fecunda llama de la
investigación.
El filósofo cubano denuncia que el sistema metafísico de Cousin ofrece una interpretación tergiversada del desarrollo de la humanidad y la vida, presentada por Hegel en Alemania. Esas teorías constituyen, la aplicación neta del panteísmo a la historia y sus admiradores de La Habana la reproducen fielmente, hasta con sus errores. De acuerdo con sus criterios, la exégesis de Cousin sobre la concepción hegeliana de la historia establece que el movimiento de la reflexión (pensamiento) se expresa en una sucesión de errores y verdades, y el error no es más que una verdad incompleta. El ecléctico concluye mecánicamente, que ese movimiento del pensar en la conciencia individual también acontece en la historia. Luz critica a Cousin porque considera que las ideas discurren aislada y sucesivamente en la historia, y cuando han agotado su enriquecimiento, en sus distintas fases y han desempeñado su papel en el teatro del mundo, aparecen otras que recorre el mismo camino.
Luz considera que Cousin niega el desarrollo histórico, al establecer que solamente existen tres grandes épocas históricas y presenta una cita de uno de sus cursos de filosofía, en el cual aquel declara: “[…] la historia es una geometría inflexible: todas esas épocas, su número, su orden, su desenvolvimiento relativo, todo esto se halla marcado desde arriba con caracteres inmutables.”(Ibídem, p. 299) De ese posicionamiento Cousin dedujo, que la historia no es más que el gobierno de Dios hecho visible, y en él todo está en su lugar y todo sigue el fin marcado por Dios. Por consiguiente, Luz concluyó de modo proverbial: “Ved aquí el resultado forzoso de esa inflexible geometría: fatalismo, y nada más que fatalismo, “[…] y tal es el efecto imprescindible de la aplicación del panteísmo a la historia.” (Ibídem, pp. 299-300)
El 17 de julio de 1840 Luz publica su Décima respuesta al artículo “Una que vale por todas”. El artículo profundiza la crítica al eclecticismo espiritualista y aporta un enriquecimiento a la conceptualización filosófica lucista. En el texto se ofrece una crítica a la negación de Cousin acerca de la verdad absoluta, porque su mecanicismo no le permitió comprender que el conocimiento humano se mueve permanentemente hacia la verdad absoluta. Del mismo modo, el documento rechaza la noción cousiniana acerca de la verdad eterna, y desde una visión profundamente dialéctica del pensamiento humano expresó: “[…] no hay verdad eterna, inmutable, invariable, para el entendimiento humano. La verdad, se nos dice, es fruto del despliegue de la humanidad […].” (de la Luz, 1947b, p. 316)
En el texto, argumenta que en el pensamiento del filósofo francés la razón divina y la humana se identifican, que el mundo y el hombre son creados necesariamente y constituyen parte de Dios, que la vida divina no es más que el desarrollo del infinito en el finito, y que en este desarrollo todo es necesario y divino. Por consiguiente, en esa concepción la historia y el desenvolvimiento histórico de la humanidad son necesariamente dominados por una ley fatal que todo lo determina: “[…] la historia no es más que una geometría inflexible”, en boca de Cousin.” (Ibídem, p. 318) Cousin no logra entender que en esa visión de la historia no hay verdad, ni orden inmutable, ni libre albedrío (libertad humana). En ella, todo está condenado a la desaparición, la verdad, el bien y la belleza se esfuman en el abismo, que un pensamiento temerario cava en el espíritu: “[…] ahí no existe más que un desarrollo sin fin de la humanidad bajo todas las formas posibles; ahí se borran las contradicciones, y se ligan y abrazan los contrarios en una monstruosa intimidad que sólo representa la imagen del caos.”(Ibídem, p. 319) Entonces, Luz concluye: “[…] queda demostrado que su sistema conduce camino derecho al fatalismo y escepticismo.”(Ibídem, p. 319)
En el artículo Víctor Cousin. Esta sí es la verdad, III, del 18 de julio de 1840 Luz explica a la opinión pública del país, que Cousin después del regreso a Francia en 1828 elaboró sus conocidas Lecciones de Filosofía donde expone su concepción fatalista de la historia, pasa revista a los filósofos y otras personalidades, “[…] a la guerra, a las leyes, y no se le escapó la Providencia ni sus decretos. Profesó la legitimidad de un optimismo universal, y pronunció en nombre de la filosofía la absolución de la historia.” (de la Luz, 1947c, p. 336)
De acuerdo con sus criterios, el ataque de Cousin contra la filosofía francesa del siglo XVIII estaba dirigido contra los filósofos que trascendieron por su defensa de las ciencias y los cambios sociales, mientras ponderaba a los llamados moralistas. En este sentido aclaró, que desde la antigüedad se le atribuyó el nombre de filósofo no sólo a los que enseñaban determinadas concepciones, sino “[…] a los que enseñaban y practicaban la virtud; mejor dicho, no se ponían a profesar la ciencia sino regenerados en el bautismo de la justificación y buen olor de las costumbres: aquí está el filósofo, aquí el moralista […].”(Ibídem, p. 340) El maestro sugiere a la juventud que debe estar atenta ante las astutas tramas de los eclécticos espiritualista para evitar ser blanco de sus confusiones
El 19 de julio de 1840 Luz publicó el artículo Víctor Cousin. Esta sí es la verdad IV, con el propósito de sellar el triunfo teórico sobre el eclecticismo espiritualista. En esa publicación le reprocha a Cousin su desconocimiento del valor histórico de la obra de aquellas personalidades que iluminaron el siglo XVIII en el campo de las ideas. Critica sus ambigüedades, cuando en un momento afirma que el siglo XVIII no tuvo más misión que acabar con la Edad Media, y en otro momento del mismo pasaje, sostiene que el siglo XVIII legó profundos pensamientos, con que construir el edificio reclamado por la sociedad. Entonces, Luz increpa su equívoco con una fina sátira: “[…] pero entonces quedáis completamente refutado por vos mismo […].” (de la Luz, 1947d, p. 351) Según sus criterios, Cousin no comprendió que las ideas nuevas representan el avance incontenible de la historia; por consiguiente, no siempre son completamente negativas, como afirma Cousin. “Así, el siglo XVIII fué (Sic) a un tiempo escéptico y dogmático, negativo y positivo. Con el arma del escepticismo echó por tierra cuanto era deleznable, y con la del dogmatismo ofreció inmensos materiales para reedificar, para reconstituir.” (Ibídem, p. 351) De ese modo, Cousin, no fue capaz de entender el lado progresivo de la duda cartesiana: “La duda es un estado esencialmente transitorio de nuestro entendimiento. Era el fin del esclarecido reformador reedificar la ciencia desde sus fundamentos; más para construir algo sólido, tenía que destruir, y que limpiar de escombros el terreno.” (Ibídem, p. 351)
Valor
sociocultural de la Historia de la filosofía
Luz le concedió una gran importancia a la Historia de la filosofía,
porque mediante ella descubrió una vía para revelar detalladamente el contenido
de cada sistema o escuela filosófica, lo cual favorece la formación de una
cultura filosófica integral en los estudiantes. Según su opinión, esa ciencia
permite descubrir “[…] el origen
y progreso de cada teoría, pues muchas no son (rara vez) absolutamente
verdaderas, ni absolutamente falsas.”(de la Luz, 1950a, p.
74) También orienta a los filósofos a solucionar los problemas sociales
planteados por cada época histórica, por esa razón aconsejó: “[…] estudiar la historia de la Filosofía para instruirse
de los aciertos y extravíos del entendimiento y entrever sus causas […].”(de
la Luz,
1946b, p. 35) Asimismo, resaltó
la importancia de la Historia de la filosofía para el estudio del método, y
para reafirmar su función epistemológica comentó: “Pero otra lección no menos
importante nos ofrece la historia de la filosofía; pues mostrándonos que no hay
sistema enteramente verdadero ni enteramente falso, nos inculca prácticamente
el principio de siempre examinar antes de fallar.”(de la Luz, 1950a, p. 92)
El pensador cubano consideró que al filósofo le corresponde la misión de
protagonizar el rumbo de la Historia de la filosofía, llenando de contenido su
curso, por eso rechazó la antigua concepción acerca del filósofo como un sujeto
meditabundo, reflexivo e indiferente con respecto a los problemas sociales. En
este sentido, declaró que el filósofo debe ser un sabio comprometido con su
época y su primera ocupación será: “Vencer las dificultades que ofrece la
naturaleza y la sociedad […].”(de la Luz, 1948,
p. 88)
También indicó que el filósofo ha de ser un ejemplo de actuación social, por la
fuerza de sus principios, por eso afirmó: “Doble deber del filósofo es hacerlo
así: 1° como sacerdote de la verdad; 2° como instituto de la moral, a quien
para ser eficaz incumbe saber la realidad de las cosas.”(de la Luz, 1950, p. 161) Por consiguiente,
arribó a la siguiente conclusión: “El filósofo es (y debe ser) como la vela:
arde y se consume para alumbrar a los demás.”(de la Luz, 1962, p. 51).
La concepción acerca del importante rol social que desempeñan los
filósofos como intérpretes y actores de la Historia de la filosofía, condujo a
Luz y Caballero a captar la frescura y el dinamismo de las doctrinas sociales y
científico-naturales de los filósofos franceses del siglo XVIII. Por ello,
resaltó de manera especial, los valores de esa corriente como arma espiritual
de combate contra el sistema feudal y sus añejas instituciones. Sobre esa base,
caracterizó de absurdo desdén el tratamiento otorgado por Cousin
y sus seguidores a las grandes personalidades de la intelectualidad francesa de
aquel tiempo, especialmente a los filósofos. En este sentido declaró en su
artículo Víctor Cousin. Esta sí es
la verdad. Artículo III, (pp. 346-347), que el propósito principal de los espiritualistas era ridiculizar
el sensualismo y tergiversar el verdadero mensaje de las obras de sus
representantes. Por esa razón, Cousin acusó de
superficial a Voltaire, espiritualista a Rousseau y filósofo oscuro a Diderot.
Conclusiones
La coherente reflexión de Luz
y Caballero sobre la enseñanza de la historia, como dirección de la Filosofía
de la historia, contiene una elevada carga formativa, lo cual sitúa su
meditación filosófica sobre el valor social de la enseñanza de la historia entre
las más sobresalientes teorías educacionales del siglo XIX en América. Su
Filosofía de la historia presentó el progreso social regido por leyes, como la
genuina manifestación de libertad y justicia, cuya esencia ideológica radica en
haberle otorgado a la juventud la responsabilidad futura de protagonizar los
grandes cambios económicos, ideológicos, políticos y culturales reclamados por
el devenir social en Cuba. La aguda crítica lucista a
la concepción idealista de la historia del filósofo francés Víctor Cousin constituyó un acontecimiento de elevado vuelo
teórico, que puso al descubierto los verdaderos fines políticos de quienes, en
nombre de la ciencia, pretendían utilizar el eclecticismo cousiniano
como recurso para apartar la juventud de su formación patriótica y alejarla del
proceso de formación nacional.
Referencias
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todas. (Diario de la Habana, julio 15 de
1840). Polémica sobre el eclecticismo (2). En La polémica filosófica, t. 4. Universidad de La Habana.
de la Luz y Caballero, J. (1947b). Décima respuesta al
artículo Una que vale por todas. (Diario de
la Habana, julio 17 de 1840). Polémica sobre el eclecticismo (2). En La polémica filosófica, t. 4.
Universidad de La Habana.
de la Luz y Caballero, J. (1947c). Víctor Cousin. Esta sí es la verdad. Artículo III. Diario de la
Habana, julio 18 de 1840. En La polémica
filosófica, t. 4. [La Habana], Editorial Universidad de La Habana.
de la Luz y Caballero, J. (1947d). Víctor Cousin. Esta sí es la verdad. Artículo IV. Diario de la
Habana, julio 19 de 1840. En La polémica
filosófica, t. 4. Universidad de La Habana.
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de la Luz y
Caballero, J. (1952). Informe a la
Clase de Educación de la Real Sociedad sobre el Establecimiento de Educación
Fundado por Don Ramón Carpegna en San Juan de Puerto
Rico, presentado el 11 de julio 1835. En Escritos educativos, t. 2. Universidad de La Habana.
de la Luz y Caballero, J. (1962). Aforismos
y Apuntaciones. Universidad de La Habana.