El espíritu transformador y creador
del proyecto educacional del maestro cubano Luz y Caballero IV
The
Transformer and Creator Spirit of the Cuban Teacher's Educational Project Luz Y
Caballero IV
*Falconeri Lahera-Martínez
*Universidad de Holguín. Licenciado en Educación, especialidad Filosofía.
Profesor Titular. Doctor en
Ciencias Filosóficas. falconerilm@uho.edu.cu,
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9254-2485
Resumen
Los resultados expuestos en este trabajo constituyen
una continuidad del artículo de igual título, presentado por su autor en números
anteriores de esta revista. El
estudio analiza los aportes que a la teoría científica de la educación
realiza José de la Luz y Caballero en
los artículos educacionales elaborados y publicados en enero del año 1835 Sobre el método de enseñanza de las
escuelas lancasterianas de Regla.
El objetivo fundamental del texto estuvo dirigido a la determinación de las
contribuciones pedagógicas y didácticas, que revelan el espíritu transformador y creador
de su proyecto educacional en los
trabajos del período referido. Palabras clave: Didáctica, enseñanza,
maestros, método, pedagogía. |
Abstract The results
exposed in this article give continuity to the topic presented by this author
in the number previous of this magazine. The study analyzes the contributions
that he/she carries out José de la
Luz y Caballero in the elaborated educational articles to the
scientific theory of the education and published in January of the year 1835
On the method of teaching of the schools lancasterianas of Regla. The fundamental objective of
this article was directed to the determination of the didactic, pedagogic contributions
that the spirit transformer and creator of its educational project reveal in
the works of the referred period. Words key: Didactics, teaching teachers, method, pedagogy. |
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Introducción
Este
trabajo continua el estudio del proyecto educacional lucista, realizado en los
artículos publicados por este autor con similar título, en números anteriores
de esta revista. Los lectores descubrirán aquí una visión renovada del rol
desempeñado por el ilustre pensador en la teorización científica, entorno a
conceptos fundamentales de la educación cubana,
en su etapa de gestación como ciencia. El
objetivo fundamental del estudio estuvo dirigido a la determinación de las
contribuciones pedagógicas y didácticas, que revelan el espíritu transformador y creador del
proyecto educacional de Luz y Caballero,
en los artículos educacionales
elaborados y publicados en enero del año 1835.
Este artículo revela el fecundo despliegue teórico presentado por Luz en los trabajos del período referido. Asimismo, examina el interés político que envolvían las maniobras del Director de las escuelas lancasterianas de Regla, cuyo propósito era entorpecer la marcha de la Reforma educacional, descalificar su efectividad y promover la educación no comprometida con la causa cubana.
La pesquisa científica realizada, exigió
la aplicación de los métodos más ajustados a las características del tema. En
virtud de ello, el autor priorizó el procesamiento de las fuentes del
conocimiento reunidas, cuyos datos generalizó mediante los procedimientos
lógicos del conocimiento científico. Del mismo modo, seleccionó los materiales
de trabajo, en correspondencia con las demandas del proceso investigativo y
orientó la investigación hacia el cumplimiento del objetivo declarado.
Resultado
y discusión
El 31 de diciembre de 1834 Luz y
Caballero publicó un artículo en el cual censura públicamente al señor Juan
Justo Reyes[1], Director
de las Escuelas Lancasterianas de Regla por la apertura de una clase de
Astronomía en una de las escuelas de aquel poblado, en las cuales era aplicado
fielmente el sistema lancasteriano, que constituía una negación de los modernos
métodos experimentales. Para el gran maestro cubano, la aplicación del método
lancasteriano en las escuelas de Regla, provocaba inconvenientes a la inclusión
de los hijos de familias humildes por la carestía de la enseñanza, porque
retardaba el acceso al conocimiento de los estudiantes y por el uso inmoderado
de la memoria, lo cual provocaba retardo en el aprendizaje de los educandos.
Por otra parte, como su aplicación exigía confiar a los niños más aventajados
tareas de enseñanza a otros niños, en esos casos disminuía la oportunidad del
intercambio directo del educador con los alumnos menos adelantados; por
consiguiente, la aplicación del método lancasteriano provocaba una disminución
de la atención de los niños hacia el objeto de su aprendizaje.
Luz critica la intención de
Juan
J. Reyes de hacer creer que era posible la simplificación y el
perfeccionamiento del sistema de Lancaster en los planteles de Regla,
porque consideró que esa maniobra ocultaba la intención de
desarrollar un enfoque intelectualista y elitista en la enseñanza primaria,
para sentar las bases de una educación enciclopedista, alejada de la formación
patriótica, por esa causa sentenció:
La
divisa de todo buen plan de educación debería reducirse a esta máxima: más vale
una cabeza muy bien formada que una cabeza muy henchida. He aquí, pues, cómo
soy yo también partidario de la sencillez, y cómo entiendo la sencillez. (1952a,
pp. 145-146).
La apuesta del ilustre pensador a favor
de la formación de la niñez y la juventud, estaba relacionada con el
fortalecimiento de la educación patriótica, la educación en virtudes sociales,
la educación moral y el fomento de costumbres y tradiciones vinculadas a los
intereses nacionales en formación. De este modo, encontró los argumentos
necesarios para enunciar el elevado significado que en su proyecto alcanza la
Pedagogía y la Didáctica como ciencias, que debían regir la formación del
naciente cubano.
Juan J. Reyes, en su respuesta a Luz,
publicada en enero 1º de 1835, intentó
justificar su actitud, alegando que como empleado de la Real Junta de Fomento
de Agricultura y Comercio, a él solo le correspondía obedecer puntualmente sus
órdenes, porque esa institución es quien determina “[…] el método que debe
observarse en las escuelas que costea en el pueblo de Regla y los ramos que en
ella han de enseñarse […].”(1952e, pp. 147-148)
En su réplica del enero 10 de 1835 al flamante Director de
las escuelas de Regla, Luz plantea que aquel solo ofrece pretextos triviales
que no justifican su actitud contraria a los intereses nacionales en
desarrollo, lo cual constituía una manera de evadir compromisos con la
educación patriótica y la verdadera Reforma. Por esa causa, censuró al referido
personaje del modo siguiente: Usted “[…] no ha resuelto el problema; esto es,
hacer desaparecer la contradicción palmaria que reina entre sus palabras y sus
obras.”(1952b, p. 150) Sí aun así, usted se considera un “[…] hombre de
conciencia y que conoce su deber, tiene forzosamente que abandonar el puesto.”(Ibídem,
p. 152)
En su artículo del día 21 de enero de
1835 Luz rechazó las justificaciones de Juan J. Reyes, tendientes a considerar imposible
la realización de reformas en las escuelas de Regla. En realidad, el Director
de esas escuelas no estaba interesado en hacer cambios, en función de la Reforma, porque su único interés era respaldar
el viejo modelo educacional colonialista.
Esta maniobra fue considerada por Luz
como un recurso engañoso para agraviar la educación patriótica, bajo el
pretexto de reformas. Por consiguiente, como el Director insistió en declararse
patriota y actor de la Reforma, el maestro de San Cristóbal consideró necesario
realizar la siguiente aclaración: “Los directores de algunos establecimientos
de educación, que se desviven por llenar su sagrado deber, no alucinando ni
embaucando con imposturas, sino haciendo esfuerzos para que se exija más de
ellos mismos, esos son los que introducen reformas […].”(1952c, p. 162)
En aquel momento, Luz decidió introducir en el debate público una
importante aclaración: la Real Junta de Fomento de Agricultura y Comercio no
decide ni el ritmo ni el contenido de la Reforma; quien marca los pasos de la
verdadera Reforma educacional en Cuba es “La Sección de Educación, la
infatigable Sección, compuesta en gran parte de los hombres más celosos e
inteligentes del país, esos son los que claman por reformas y progresos; luego,
sobre ellos recae el anatema de usted.”(Ibídem, p. 162)
Luz planteó que no es necesario evitar que
los niños tomen de memoria las lecciones de los catecismos por el equilibrio
espiritual que provoca en sus mentes la educación religiosa. En este sentido,
declaró que esa práctica, lejos de fatigarlos, les hace adquirir hábitos de
estudio y de reflexión. No obstante, comentó que de esa realidad no puede
inferirse que el aprendizaje en todas las materias debe descansar en la memoria,
ni puede justificarse el despliegue de una enseñanza basada en la repetición y
no en los razonamientos. Por consiguiente, consideró la ejercitación del
pensamiento y la dedicación directa del maestro, como condiciones necesarias
para el progreso de las facultades cognoscitivas de los alumnos.
Luz propuso la sustitución del sistema (método)
lancasteriano por el sistema (método) explicativo, el cual priorizaba el
intercambio permanente de los docentes con sus discípulos y favorecía la
elaboración de respuestas argumentadas por parte de los alumnos. “Acuda a
usted, como y cuando guste, al colegio de Carraguao[2]
y verá por sus propios ojos no uno ni dos, sino una docena de preceptores
explicando y haciendo explicar simultáneamente la lectura en sus clases
respectivas.”(Ibídem, pp. 166-167) Lo afirmado no contradijo su consideración
acerca de la utilidad de la memoria como recurso para enseñar, pero dejó bien
aclarado que ella no es la clave del éxito del aprendizaje, porque la
memorización solo ofrece los materiales, pero no puede coordinarlos, ni puede poner
en juego las facultades cognoscitivas para alcanzar la verdad.
De acuerdo con sus criterios, en el colegio
de San Cristóbal la necesidad de enseñar a los niños impulsó a los preceptores a
comprender la necesidad de recurrir al estudio, para enfrentar los retos de una
enseñanza basada en el método explicativo. “Y ved aquí otra ventaja
incomparable, cual es la de regenerar a los maestros, consecuencia precisa de
este método vivificador, que así reparte el jugo nutricio de las ramas al
tronco, como del tronco a las ramas y raíces.”(Ibídem, p. 167)
La enseñanza de los niños no debe obstaculizarse
con la explicación de objetos complejos, que dificulten la comprensión de sus
características esenciales. A los niños no debe exigírseles una definición
exacta de los objetos: basta que den a entender que los comprenden, aunque sea con
un simple gesto. Por esa causa, el maestro al tratar su materia debe lograr “[…]
que todo se entienda, y no todo lo que se entiende se explica; porque hay cosas
tan sencillas de por sí, que más bien se sienten que se explican y que por lo mismo
se oscurecería con la explicación […].”(Ibídem, p. 167)
Uno de los vicios más habituales en la
educación cubana de la época estudiada, fue el uso excesivo de la definición de
conceptos, lo cual facilitaba la tendencia a memorizar, en detrimento del
desarrollo de las potencialidades intelectuales de los niños y jóvenes. Esta
situación provocó que Luz manifestara cierta desconfianza hacia la definición,
por eso consideró que quienes priorizan el uso de la memoria forman
pensamientos limitados, muy pobres y dependientes, en cambio, quienes enseñan a
razonar y reflexionar, desarrollan la capacidad de análisis y síntesis, así como un pensamiento profundo y
con un carácter muy crítico. El ilustre pensador cubano, argumentó con fuerza
la idea de que el objetivo básico de la
Reforma educacional en Cuba era preparar hombres de pensamiento claro y activos
de corazón, y en este sentido aclaró: “En una palabra, trátese de digerir y
asimilar, más bien que de indigestarse o de retener los materiales insolubles.
He aquí el único medio de reformar los estudios: he aquí el único medio de
tener sabios verdaderos y no superficiales […].”(Ibídem, p. 168)
Sobre la base de lo analizado, concibió
la educación como una ciencia de carácter experimental, que exige al maestro
dedicación, preparación y habilidad en la aplicación efectiva de los métodos,
teorías y medios más novedosos, para lograr un aprendizaje cada vez más autónomo
en los niños y jóvenes: “Desengañémonos: la educación es un ramo tan
experimental como la física o la química, y así es necesario que, como en esta
ciencia, se toquen las teorías en la piedra infalible de la experiencia […].”(Ibídem, p. 171) La tesis acerca del carácter
experimental de la educación conserva plena vigencia y se concreta en la
exigencia actual de demostrar la factibilidad y pertinencia de las investigaciones
educacionales, mediante la validación empírica de sus resultados.
Desde su posicionamiento acerca del
carácter de ciencia de la educación, Luz declaró inaceptable la pretensión de Juan
J. Reyes de establecer una libertad de
enseñanza o independencia total en
el quehacer educativo, para impedir la adopción de concepciones pedagógicas, metodológicas
y curriculares ya superadas. Para Luz, la libertad
de enseñanza no protegía ni fomentaba la educación patriótica, y lejos de
consolidar los sentimientos de amor y compromiso a la patria contenía diversas
acciones ajenas al ideal de educación nacional. Por esa causa, ratificó la creación
de un proyecto de educación, cuyo plan de estudios diera respuesta a las
necesidades del país, pero advirtió que dicho proyecto debía ser revisado y
sancionado por la Sección de Educación de la Sociedad Patriótica:
La
Sección de Educación tiene derecho de vigilar y examinar las escuelas de
primeras letras: luego también lo tiene para dar voto acerca de su estado:
luego también lo tiene para proponer (no mandar) lo que le parezca más
conveniente, sometiéndolo a la sanción de la experiencia. (Ibídem, p. 172).
Luz también rechazó la intención de Juan
J. Reyes de escoger y aplicar los mejores métodos en correspondencia con el
interés, la ciencia y la moralidad de los educadores. En este sentido manifestó
su total oposición a la propuesta, porque del mismo modo que había maestros
bien preparados y competentes para representar la causa cubana, los había
mediocres o no comprometidos con su tiempo, los cuales podrían provocar grandes
daños a la educación del país. Por esa razón, consideró muy apropiado el
estudio de los progresos alcanzados por grandes naciones en el terreno de la
educación, para aplicarlas convenientemente “[…] en un país naciente como el
nuestro, donde queda tanto por aprender, para ponernos al cabo de las mejoras
introducidas en las naciones más civilizadas.”(Ibídem, p. 173)
Por ello, planteó que los maestros deben
tener una estrecha relación con los padres de sus alumnos, porque ellos conocen
lo que deben y lo que no deben exigir de los preceptores de sus hijos. De esta
manera, también es posible “[…] desterrar del campo de la enseñanza a los
preceptores charlatanes, verdaderos zánganos de tan sagrada profesión, quedando
tanto más satisfechos y justipreciados sus dignos y respetables ministros
cuanto más se aprenda a distinguir el oro falso del verdadero.(Ibídem, p. 174)
Con relación al tema de la Reforma, Luz
reafirma su posición de 1832 cuando indicó que esta “[…] es más segura y más
general yendo de abajo para arriba, o sea, de las clases primarias a las
secundarias.”(Ibídem, p. 177) Según sus criterios, la
Reforma aporta a los alumnos un elevado espíritu de investigación, de ese modo,
“[…] cuando lleguen
a las clases superiores han de ser por fuerza más exigentes con los maestros.”(Ibídem, p. 177) Este planteamiento constituye un mandato a los
maestros a perfeccionar su preparación metodológica y profesional general, para
enfrentar los desafíos de las transformaciones derivadas de la Reforma, la cual
caracterizó del modo siguiente:
Reforma admirable que reúne la mejora de los
maestros con el aprovechamiento de los discípulos; reforma preciosa que se
extiende a todas las clases de la sociedad, y de que tanto necesita el
menestral como el literato, porque en todas condiciones es menester discurrir
con exactitud, sobre todo para mejorar las costumbres; reforma, en fin, que
merece el nombre de filantrópica por excelencia, porque lleva por norte la
felicidad del mayor número. (Ibídem, p. 177).
Luz rechazó el
intento de Juan J. Reyes de presentar el sistema explicativo como un peligro
por el supuesto daño que provoca en el cerebro de los niños, por el excesivo
trabajo a que obliga. Según sus criterios, el Señor Reyes no hizo una buena
lectura de cierto escrito aparecido en el Lowell Journal en 1833, ni tuvo en
cuenta que el incremento de cierta enfermedad conocida como hidrocéfalo puede
tener diversas causas y no necesariamente “[…] el presente plan de instrucción
o el desarrollo prematuro de las facultades de los niños.”(Ibídem, p. 180)
Según Luz, es
cierto que el referido periódico informa que entre 1783 y 1832 hubo un aumento de
esa enfermedad en la población de Londres, pero el director de las escuelas
lancasterianas de Regla no analizó que la nación británica posee un dinámico
desarrollo económico, político y social; por tanto, es muy discutible el tema
de las causas de esa enfermedad. Asimismo, parece no haber percibido en los
informes del periódico que “[…] el número de muertes de
hidrocéfalo no es un total de niños de escuela, ni de jóvenes recién salidos de
ellas; sino un total general de los casos funestos en el emporio inmenso de
Londres.”(Ibídem, p. 181)
Tampoco vio el llamado de los editores del periódico a los facultativos para
que investiguen el problema, ni advirtió que el propio periódico señala que
conviene ejercitar las facultades intelectuales de los niños lo suficiente para
que se fortifiquen.
El Señor Juan. J. Reyes no tuvo en
cuenta que en aquel momento no era aplicado de modo preferencial el sistema
explicativo “[…] en Londres, teatro de
esas muertes de hidrocéfalo, pues a mediados de 1831 todavía se lamentaban allí
muchos hombres de mérito de que apenas había escuelas como las parroquiales de
Edimburgo, establecidas bajo el excelente plan explicativo de míster Wood[3].”(Ibídem, p. 181) Luz advierte que “La
observación de Lowell Journal podría tener lugar con más visos de razón
respecto a las escuelas para niños demasiado tiernos (infant schools[4]),
de las que se encuentran muchas en Inglaterra, y ninguna en este país.”(Ibídem, p. 181) Sin embargo, aclara que
ante ese criterio existen diferentes posicionamientos para iniciar la
reflexión, como por ejemplo: “[…] la edad en que debe comenzar la instrucción,
de la influencia del clima en el desarrollo de las facultades y de las
disposiciones peculiares de cada individuo.”(Ibídem, p. 181)
En su análisis Luz declara ser un fiel seguidor de los últimos
logros de la Fisiología y desde ella explica que bajo el clima de Cuba, un niño
de seis años está en condiciones físicas y psíquicas para iniciar la educación
escolar. En otro fragmento del texto precisa: “Esta ciencia nos enseña que en
la corta edad, el cerebro, como los demás órganos, se halla más tierno y susceptible de impresiones, y es necesario no dejar
endurecerlo al tiempo, porque de lo contrario se llega tarde.”(Ibídem, p. 182)
La ejercitación de las facultades
intelectuales de los niños de las primeras letras no puede hacerse
arbitrariamente, sino de manera moderada y adecuada a la edad y a “[…] las circunstancias individuales del educando.”(Ibídem, p. 182) El escenario de la educación
cubana es diferente al “[…] de los infant schools, porque la mayor parte de los
niños no empiezan a ser instruidos hasta la edad de 7 a 8 años, y la mayoría de
las escuelas primarias la componen alumnos de 10 a 12.”(Ibídem, pp. 182-183) Como consideró que los
niños que comienzan tardíamente la educación escolar se quedan siempre
rezagados, Luz dejó entrever que solo desde la Reforma educacional, auspiciada
por la Sección de Educación de
la Sociedad Patriótica, era posible cambiar el modelo pedagógico reinante en la
educación primaria.
Luz considera
que la observación
de Lowell Journal es realmente un llamado de atención contra toda clase de
exceso en la aplicación de determinado sistema (método) de enseñanza en la
educación primaria. “Porque el exceso puede consistir o en estudiar demasiado
número de materias a un tiempo o en estudiar materias demasiado abstractas, o
en no proporcionarlas al entendimiento del alumno, o en exigirle demasiado de
memoria.”(Ibídem, p. 183)
Luz aclara que esto último es lo que más frecuentemente ocurre, al exigírseles
a los niños esfuerzos extraordinarios para que aprendan sus lecciones: “[…] de
modo que la observación de Lowell Journal debe más bien aplicarse al ingrato
sistema de aprender de coro, que no al agradable de la explicación.”(Ibídem, p. 183)
El notable
educador cubano, consideró que la aplicación del método explicativo constituía
una garantía para el éxito de la Reforma educacional, porque en las escuelas donde
fue aplicado los niños aprendieron con más ímpetu y autonomía, y ese resultado
lo reflejan en sus rostros alegres, animados y juguetones.
Ni
puede ser de otra manera, como es bien fácil convencerse; pues en vez de
hostigar al muchacho con una repetición puramente mecánica de sonidos y
términos técnicos, se despierta su atención, se satisface su curiosidad y se
divierte su fantasía. Y aquí entra la demostración ofrecida, a saber: que lejos
de estar sujeto el sistema explicativo a los inconvenientes que tan
gratuitamente quieren impugnarle, es, por el contrario, el único medio de
atajar el torrente de males con que los demás métodos y sus excesos inundan el
terreno de la educación. (Ibídem, pp. 183-184).
De acuerdo con sus criterios, la
aplicación del método explicativo en las primeras letras posee cuatro objetivos
fundamentales:
1º
hacer más fácil y agradable la adquisición del arte de la lectura mecánica
hasta cierto punto; 2º sacar partido de la doctrina particular contenida en
cada pasaje que se lee; 3º ir aumentando insensiblemente, por medio de un
análisis más o menos extenso, el caudal de voces del discípulo; y, finalmente,
y sobre todo, habituarle a discurrir poco a poco acerca de cualquier objeto que
se le presente. (Ibídem, p.184).
Del análisis de los objetivos del método
explicativo en las primeras letras, puede deducirse que Luz lo concibió como el
mejor recurso para conocer las capacidades de los educandos. El método
explicativo permite a los maestros ajustar
“[…] la enseñanza a la edad y disposición de cada uno de los discípulos; objeto
que se alcanza tanto mejor cuanto se les hace pasar por una serie de lecciones
graduadas […].”(Ibídem, p. 184) Por consiguiente, afirmó que el método
explicativo constituye también el más legítimo criterio para descubrir las fortalezas
cognoscitivas de los niños, por esa causa “[…] ese método admirable es el más
natural, el más adecuado, el más conservador de la salud corporal y mental de
los interesantísimos renuevos de la humanidad.”(Ibídem, p. 185)
Según sus puntos
de vista, el método explicativo, al ejercitar el juicio de los niños los
conduce a comprender que más vale ascender por las observaciones propias que
por las ajenas conocidas. Así los niños aprenden a usar su propia cabeza con la
sólida seguridad de preferir el saber bien que el saber mucho, por eso
sentenció: “No hay método que ataque más de raíz el sistema de formar omniscios
y maquinitas repetidoras.”(Ibídem, p. 186)
La
explicación argumentada educa la atención del niño y forma en ellos, desde
edades tempranas, modelos de razonamientos muy dinámicos. Es esta una de las
formas de preparar a los niños para la vida, especialmente porque aprenden a
pensar por sí mismos y buscar soluciones a los problemas que enfrentan.
Luz se adelantó
en el tiempo a la actual neurociencia educacional, y desde sus conocimientos de
fisiología, frenología, psicología, pedagogía y didáctica estableció que los
problemas de aprendizaje de los escolares de edades tempranas, deben ser
evaluados a partir de los estudios del cerebro, porque el cerebro del niño
posee las capacidades sensoriales, cognitivas y emocionales necesarias para
favorecer la aprehensión de los conocimientos.
Su concepción acerca de predisposición cerebral a adquirir conocimientos a edad temprana y la necesidad de tener en cuenta las diferencias individuales para enseñar, le permitieron descubrir la existencia de un periodo óptimo en el aprendizaje de los infantes. El maestro de San Cristóbal, brilló con luz propia, al fijar el patrón de inicio de la vida escolar a los seis años de edad, porque consideró que en ese momento el cerebro del niño nacido y criado en las condiciones del clima cubano, ha alcanzado la madurez necesaria para desarrollar un aprendizaje autónomo y dinámico. En ese periodo es posible penetrar el mundo interno de los niños, evaluar el estado de sus conocimientos y determinar con objetividad sus necesidades cognoscitivas. Asimismo, concluyó que los cambios en los resultados del aprendizaje deben reforzarse con la aplicación de métodos de enseñanza efectivos para educar mejor a cada niño.
Como para
Luz la educación religiosa no era un medio para formar espíritus conformistas y
sumisos en los niños, sino un poderoso instrumento de educación moral, rechazó
la censura del Señor Juan J. Reyes a la práctica de explicar la doctrina
cristiana, introducida por los maestros en Carraguao, fundándose en el débil
argumento que esta es una función peculiar y privativa del clero, que exige
estudios especiales y profundos.
A ese criterio respondió, que cada
escuela imbuida en la verdadera Reforma es un legítimo púlpito para exponer las
verdades de la religión. También aclaró, que un maestro de primeras letras no realiza
en el aula las explicaciones profundas de un teólogo, ni tampoco se necesita
tanto. “El objeto principal del sistema explicativo es hacer comprender a los
niños las mismas palabras que recitan sin meterse en honduras teologales [….].”(Ibídem,
p. 188) De esta manera, ratificó que la educación
religiosa constituía una vía para sensibilizar a los niños y formarlos en los
hábitos de la reflexión sana, el amor al trabajo, y para acostumbrarlos a
practicar las virtudes cristianas y sociales universales.
En su artículo
del 29 de enero Sobre el método de
enseñanza de las escuelas lancasterianas de Regla, Luz declaró que en
realidad el método lancasteriano no había cesado de perfeccionarse en
Inglaterra, pero el Señor Juan J. Reyes no percibió esos cambios, lo cual indicaba su bajo nivel de actualización profesional.
Por esa causa, no logró comprender que en Londres el sistema de enseñanza
mutua, se había enriquecido con aportes apoyados en la observación y la
experiencia, no obstante lo declaró imposible de mejoras y reformas en Cuba. En
realidad, el método lancasteriano había evolucionado positivamente en
Inglaterra y lejos de oponerse al método explicativo, “[…] por el contrario lo
fomentaba eficazmente, facilitando la adquisición de la lectura, cuya difusión
es uno de los fines primordiales de la enseñanza mutua.”(1952d, p. 293)
Luz consideró
que Juan J. Reyes no estaba interesado en sumarse a las transformaciones
promovidas por la Reforma educacional, sino en minimizar sus resultados y
efectos sociales, y revela que el rasgo esencial de su labor educacional era la
defensa de las posiciones educacionales más conservadoras, en línea con los intereses
políticos de los sectores sociales que pretendían eternizar el sistema colonial.
Conclusiones
En los
artículos educacionales escritos y publicados en enero del año 1835 Sobre el método de enseñanza de las
escuelas lancasterianas de Regla, Luz realiza valiosas contribuciones didácticas y pedagógicas, que
revelan el espíritu
transformador y creador de su proyecto educacional. En síntesis, puede decirse
que uno de los aportes más brillantes introducidos en su proyecto educacional, desde
los artículos referidos, es su propuesta de educar a los niños,
desde edades tempranas, en un modelo de educativo más dinámico y formativo.
Esta fue una de las formas aportadas por
el insigne educador, de preparar a los niños para la vida, especialmente porque
aprendían a pensar y actuar por sí mismos. El recurso metodológico que sustentó
su portentosa contribución fue el método explicativo, con el cual los maestros
ajustaban la educación y la enseñanza a la edad y disposición de cada uno de
los discípulos.
Referencias
bibliográficas
Luz y
Caballero, J. de la. (1952a).
Sobre el método de enseñanza de las escuelas lancasterianas de Regla II. (Diario
de la Habana, diciembre 31 de 1834). En
Escritos
educativos, t. 1. La Habana:
Editorial Universidad de La Habana.
Luz y
Caballero, J. de la. (1952b).
Sobre el método de enseñanza de las escuelas lancasterianas de Regla IV. (Diario de la Habana, enero 10 de 1835). En
Escritos
educativos, t. 1. La Habana:
Editorial Universidad de La Habana.
Luz y
Caballero, J. de la. (1952c).
Sobre el método de enseñanza de las escuelas lancasterianas de Regla VI. (Diario
de la Habana, enero 21 de 1835). En Escritos educativos, t. 1. La Habana: Editorial Universidad de La
Habana.
Luz y
Caballero, J. de la. (1952d).
Sobre el método de enseñanza de las escuelas lancasterianas de Regla VIII. (Diario de la Habana, enero 29 de 1835). En
Escritos
educativos, t. 1. La Habana:
Editorial Universidad de La Habana.
Reyes, J. J. (1952e). Sobre el método de enseñanza de las escuelas
lancasterianas de Regla III. (Noticioso
y Lucero, enero 1º de 1835). En
Escritos
educativos, t. 1. La Habana:
Editorial Universidad de La Habana.
[1]
Juan Justo
Reyes, (J.
J. R.), Director
de las Escuelas Lancasterianas en el poblado de Regla y representante de la
educación no comprometida con los intereses nacionales en formación. En sus
publicaciones en el periódico Noticioso y
Lucero, firmaba con el seudónimo Aritmético
curioso, desconocía la autoridad de la Sección de Educación de la Sociedad
Patriótica para revisar y aprobar los planes de educación patriótica.
[2]
Colegio de Carraguao: Con ese
nombre Luz hace referencia al colegio de San Cristóbal, por estar situado en la
barriada habanera de Carraguao.
[3]
Wood (¿?): Pedagogo escocés conocido en Cuba por haber creado y
aplicado exitosamente el método explicativo en la enseñanza primaria de la
ciudad de Edimburgo. Luz estableció amistad con el ilustre educador y trasladó
sus experiencias, de manera creadora, a la educación cubana. Desde esa
perspectiva, destacó el elevado valor práctico del método explicativo y
su significado para el desarrollo de un aprendizaje más dinámico e
independiente en los niños y jóvenes.
[4]
La primera
escuela conocida como infant schools fue fundada en 1816 por Robert Owuen
(1771-1858) en New Lanark (Escocia), para ofrecer atención a niños de la
primera infancia, hijos de los trabajadores de la fábrica de su propiedad. En ese
tiempo las mujeres trabajaban en las fábricas y la infant schools atendía
a los niños pequeños.