José Martí ante los desafíos
de la formación sociocultural del estudiante universitario actual.
Autores: Lic. Yané Álvarez Rómulo
MsC. Miceyda Gómez Felipe
Articular el legado martiano en el
proceso educativo de nuestras universidades es hoy una tarea priorizada e
insustituible que requiere ser asegurada, desde nuestro contexto, a partir de
un estudio sistemático y profundo de su obra.
Abstract
As a social institution, the Cuban University aims at
preserving, promoting and developing culture from student- centered precpts.
Education is socially concerned with preparing man for life. The university,
with his professional training. Marti´s work is rich in ideas for the cultural
enlightment of the new man, it includes worthy principles towards a values
education and universalmethods for the formation of the new generations. A
systematic and profound analysis of Marti´s works is vital for a coherent
implementation of his legacy in the educational process carried out in our
universities. This work is an effort to adriev this objective.
Una educación superior actuante y con capacidad en el ámbito de la
cultura, el mundo productivo, en los sistemas políticos y en la formación de
individuos, concibe la necesidad de elevar los niveles de excelencia y calidad
en las funciones fundamentales de la Universidad: docencia, investigación y extensión. Esto exige, en consecuencia,
un mayor vínculo Universidad _sociedad y viceversa, para la formación del
futuro egresado de la educación superior.
Significa esto que se está necesitando de nuevos paradigmas o modelos
que logren integrar el desarrollo profesional del individuo en total
correspondencia con las funciones de la universidad, asegurando la
incorporación y el cumplimiento de la función social de esta de una manera más
articulada.
En los albores del actual milenio, la educación superior no
escapa a los desafíos que imponen los procesos neoliberales y globalizadores en
el estrecho vínculo entre educación, conocimiento y desarrollo.
La universidad, como institución social, asume la misión indelegable de
preservar, promover y desarrollar la cultura: constituye un espacio ideal para la confrontación y
reflexión de los jóvenes, entre los cuales, el legado martiano ha de ser
paradigma ante la defensa de la identidad cultural cubana.
Ante estas realidades se impone otorgarle el grado de significación, que
para la formación de hombres libres y cultos, encierra la obra martiana. A
propósito de ello, en el 150 aniversario de su natalicio, Armando Hart Dávalos,
director de la Oficina del Programa Nacional Martiano enfatizó en la necesidad
de propagar el estudio de la tradición espiritual cubana sintetizada en José
Martí, como la principal necesidad de nuestro trabajo cultural, educativo y
político. José Martí, el Maestro, el Apóstol, visionó sabiamente sobre todo lo
relacionado con cultura, sus postulados han sido guía y lo serán siempre, no
sólo para los pensadores y creadores de América Latina y el Caribe, sino
para toda la humanidad.
Además de ser creativas para generar alternativas de solución a las
demandas que plantea nuestra sociedad, las universidades deben garantizarle a
nuestras sociedades el rescate de valores y principios necesarios para
fortalecer la identidad cultural de nuestros países. Se impone, por demás, una
nueva visión y un nuevo paradigma educativo( centrado en el estudiante). La educación tiene el encargo social de
preparar al hombre para la vida; la universidad lo prepara para la vida
profesional.
La formación educativa cumple la gran misión de preservar el acervo
cultural de un pueblo; el graduado universitario debe poseer una formación
cultural indelegable; esto aún es una aspiración y no una realidad. En el
proyecto educativo la dimensión de extensión universitaria desempeña un papel
esencial en este logro.
Mientras que la vida curricular promueve y desarrolla la labor educativa
sobre la base del carácter científico del conocimiento, la extensión
universitaria tiene como soporte fundamental, para el desarrollo del modelo del
profesional, la promoción cultural en su concepción más genérica. La formación
y el desarrollo de valores a partir de la cultura, se realiza al interior de la
universidad y en su interrelación con la sociedad.
La presencia del legado martiano en la escuela cubana constituye una
prioridad; la necesidad de insertarlo en el modelo del profesional
universitario constituye un reto que la universidad debe asumir para la
formación integral del estudiante.
En la obra martiana se evidencia una estrategia para la formación
cultural del hombre nuevo; en ella existe una serie de principios sumamente
válidos para cualquier dimensión a que se aspire en el empeño de la formación
valoral, al ser posible extraer métodos y vías (desde los más generales a los
más específicos) para la formación y la educación de las nuevas generaciones.
Nada mejor que el legado martiano para reforzar en nuestra
sociedad actual el componente cultural. No hubo en Martí una definición o
teoría única de la cultura, pero la idea de esta como esencia y síntesis de los
más genuinos valores humanos permea y transita toda la obra y la acción
martiana.
Se convirtió Martí en la palabra inspiradora de un pueblo. No se trata
de reiterar su credo, sino de darle la oportunidad de ayudar, a partir de su
legado, a resistir y avanzar frente a las fuerzas que hoy se lo niegan en el
mundo y de corroborarlo como única alternativa. No se trata de humanizarlo, es
él quien posibilita la humanización del
hombre en el momento actual.
En su acercamiento al término expresó:
“La madre del decoro, la savia
de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus vicios, es
sobre todo lo demás, la propagación de la cultura.” 1
“El encanto de la primicia estuvo casi siempre reñido con
las aminoradas de cultura”3
“El talento viene hecho, y trae
consigo la obligación de servir con él al mundo, y no a nosotros, que no nos lo
dimos [...] la cultura, por la que el talento brilla, tampoco es nuestra por
entero, ni podemos disponer de ella para nuestro bien, sino es principalmente
de nuestra patria, que nos la dio, y de la humanidad, a quien heredamos.”4[1]
Es evidente entonces la idea de que la cosmovisión martiana sobre el
hecho cultural se inserta de forma sistemática y coherente en todo su
pensamiento. No a partir de una visión fragmentada o accesoria; tanto valor le
concede a los
elementos de creación artística
y espiritual, como a los valores y creaciones en el orden material y/o científico.
Cultura para el Apóstol no es más que creación, dignidad y autenticidad.
Consecuente con su raigal y acentuada vocación humanista, imbrica esencialmente
la dimensión cultural y humana en su pensamiento al concebir el mejoramiento
humano como un hecho de cultura.
Martí, desde su vigorosa contemporaneidad, nos está llamando a valorar
nuestra autenticidad más genuina, la reafirmación de lo propio, que será
nuestra mayor fortaleza contra la penetración cultural.
Los argumentos martianos acerca del término ”cultura” no implican
renunciar a la herencia cultural universal más valiosa. La apertura y
asimilación creadora de los valores culturales y éticos atesorados por la
humanidad constituyen para Martí un
elemento importante en el proceso de formación de la identidad nacional. Se nos
descubre, ante él, el latín vibrante y creador; uno de los más importantes
hombres de la literatura hispanoamericana por el espíritu de modernidad y
renovación que irradia su desgarradora voz poética cuando penetramos en su
universo.
La visión de las artes en el universo martiano no puede separarse de
toda la fundamentación cosmovisiva del pensar y el actuar de José Martí. Su
pensamiento se nos ofrece como un todo coherente y orgánico, donde la visión
del político, del apóstol enriquece la del artista, la del poeta, impregnado de
eticidad, convicción y fortaleza a cada una de sus creaciones. Por su parte, la
sensibilidad sin igual y el espíritu fundador que sustenta su creación
literaria permeará de luz y belleza su gran obra.
La divulgación de la cultura por toda la nación y la extensión de ella a
las masas populares era un propósito inevitable en el quehacer de José Martí;
estos principios se evidencian, con una claridad sin igual, en la universidad
actual, en la que la formación de profesionales cultos y competentes, adquiere
un carácter oficial. No obstante la presencia martiana en los fundamentos de la
política cultural cubana, la concreción de ella no ha sido vivificada en la
práctica pedagógica de una manera coherente y sistemática, con excepción de las
Cátedras Martianas que conforman el sistema de actividades extradocentes de la
Educación Superior. Por ello se plantea que establecer la debida relación entre
el proceso docente_ educativo, el proceso extraescolar y el proceso
extradocente a través del legado martiano, constituye un reto para la las
ciencias de la educación.
La pertinencia en la utilización
de métodos pedagógicos que preparen al hombre para la vida, basados en una
relación empática con el contenido, tiene hoy una vigencia indiscutible y hace
el proceso mucho más humano. Así, el principio cultural martiano _ basado en
las autoctonías _ adquiere una singular vigencia para los retos que hoy
enfrentan las universidades. Las relaciones que estableció entre la educación
natural entendida como raíz y carácter de la naturaleza,- y las condiciones-
múltiples y variadas- de ellos, unido a la utilidad, sin artificio, vinculada
con el universo, como fundamento de la patria, constituye el paradigma
requerido hoy, para hacer viable cualquier proyecto social que decida enfrentar
la deseologización impuesta por la globalización neoliberal.
Concebir nuestro modelo universitario en el que la historia nacional se
entronque con la de Latinoamérica, insertados a lo universal, es una necesidad,
y si José Martí es el centro de esa historia
y de un proyecto social y cultural aún no realizado, resulta impostergable el acercamiento no
sólo axiológico, sino epistemológico a esa obra cuya premisa es la armonía
entre la ciencia y la sensibilidad, en conjunción con la ética. Desde esa
perspectiva, la relación entre el intelecto, la emoción y el espíritu,
requerida para enfrentar los retos del actual milenio, así como la
identificación entre nación y cultura, constituyen fundamentos teórico-pedagógicos
en el proceso de formación de profesionales cultos y competentes. Así,
entonces, la recepción del legado martiano juega un papel esencial en la
formación de hombres que, en el escenario universitario, se conjugan en
importantes procesos en los cuales ella misma funciona, en ocasiones, como
proceso y en otras como dimensión.
Solucionar los problemas profesionales a partir de un enfoque creador
constituye una prioridad para la universidad cubana; ello exige el tratamiento,
( no sólo de los procesos inherentes al proceso formativo ya conocidos), sino a
la sensibilidad como un componente del mismo por su significación distintiva al
convertirse en la vía más eficiente y sistemática que la sociedad contemporánea
escoge para la conservación y desarrollo de la cultura. La visión martiana se
hace cada día más necesaria, como símbolo de una formación integral en su
carácter multidimensional y en su mensaje polisémico. En tal sentido, la
formación martiana de los estudiantes requiere de una organización y fundamentación
en el proceso formativo universitario, por ser ese legado portador de los
rasgos que las universidades deben desarrollar como reto para el actual
milenio: intelecto, emoción y espíritu.
La combinación ciencia-cultura-profesión constituye una
dimensión funcional del proceso formativo universitario que tiene su célula en
el Proyecto Educativo. Se impone adaptar un nuevo paradigma a partir de una
nueva perspectiva epistemológica, comprometida con un enfoque de valores que no
enajena la ciencia y la tecnología de su contexto cultural, social y natural.
José Martí entonces se convierte en el centro de ese enfoque multi e
interdisciplinario para la formación o sistematización de valores, sentido de
identidad, nuevas formas de colaboración solidaria; en una expresión: humanizar
la ciencia en virtud del desarrollo humano sostenible.
Articular el legado martiano en el proceso educativo de nuestras
universidades es hoy una tarea priorizada e insusutituible que requiere ser
asegurada desde nuestro contexto; una alternativa de futuro más ventajoso
nutriéndolo no sólo con su método y sabiduría acumulada, como expresión
legítima de nuestra cultura, sino
también de su espíritu.
Todo lo anterior es posible lograrlo si es sistemático y profundo el
estudio de su obra y legado, a partir de una concepción en consonancia con los
valores y procesos que se llevan a cabo en la universidad para la formación de
excelentes profesionales, expresados en la categoría contenido y concretados en
las dimensiones: curricular, extensionista y sociopolítica.
El proceso de formación martiana
constituye una respuesta didáctica a las exigencias de la universidad cubana
actual en cuanto a la humanización de las ciencias y el desarrollo,
preservación de la cultura propia y universal, al permitir cumplir con el
encargo social con una visión multilateral- desde su profesión- y articular
orgánicamente, conocimientos, habilidades y valores formados en la
investigación y solución de problemas en la esfera científico- técnica,
insertado en el entorno académico, social, político, cultural e ideológico.
BIBLIOGRAFÍA
§ Cultura, arte e identidad en el universo martiano: una
aproximación a la luz de retos y
compromisos actuales. Conferencia internacional. Por el equilibrio del mundo.
La Habana, 27- 29 de enero del 2003.
§ Hart, Dávalos Armando. José Martí en la frontera del 2000
Revista cultural Lotería.1998.Julio-agosto, 419, p 7-24.
§ ___________________. José Martí y los retos del siglo XXI.
Memoria Congreso Pedagogía 99, La Habana: Ministerio de Educación.
§ La Reforma de la Enseñanza Superior en Cuba. Colección
Documentos. Enero 10 de 1962.
§ Martí, José. Obras Completas. La Habana: Ciencias Sociales,
1975.
§ __________ Obras Escogidas. La Habana:
Ciencias Sociales, 1992.
§ Programa Nacional de Extensión Universitaria. Ministerio de
Educación Superior, La Habana,
p 3- 13.
§ Valdés Galarraga, Ramiro. Diccionario del Pensamiento
Martiano. La Habana, 2002.