Falconeri Lahera Martínez

Franklyn Lahera Portelles

Reinaldo Eugenio Martínez Otero

Empirismo materialista de Luz y Caballero vs  apriorismo kantiano

Materialistic empiricism of Luz y Caballero vs Kantian apriorism

O empirismo materialista de Luz y Caballero vs. apriorismo kantiano

1 Falconeri Lahera Martínez * 

2 Franklyn Lahera Portelles

3 Reinaldo Eugenio Martínez Otero

1 Universidad de Holguín. Cuba.ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9254-2485.

2 Universidad de Holguín. Cuba. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6496-101x

3 Universidad de Holguín. Cuba. ORCID: https://orcid.org/0009-0000-4439-3799

* Autor para la correspondencia: falconerilm@uho.edu.cu.

Resumen

Los resultados expuestos en este artículo están dirigidos al enriquecimiento de los conocimientos sobre el pensamiento del sobresaliente filósofo y pedagogo cubano José de la Luz y Caballero. El estudio presentado cumple el objetivo de revelar las determinaciones principales de su crítica al apriorismo y el subjetivismo de la concepción de Kant sobre la génesis, la naturaleza y la trayectoria del conocimiento humano. Los autores resaltan las valoraciones lucistas acerca de los extraordinarios aportes de Kant al pensamiento filosófico universal y descubre las principales determinaciones de su posicionamiento crítico frente a los puntos débiles de la gnoseología kantiana. De ese modo, el gran filósofo cubano con un proyecto gnoseológico novedoso y de alto vuelo teórico, contribuyó a la forja de una filosofía auténtica y originalmente cubana. La investigación exigió el procesamiento minucioso de las fuentes seleccionadas y la aplicación de los procedimientos lógicos del conocimiento científico más convenientes.

Palabras clave: A priori; conocimiento; empírico; sensaciones

Abstract

The results presented in this article aim to enrich the knowledge of the thoughts of the outstanding Cuban philosopher and pedagogue José de la Luz y Caballero. The study presented fulfills the objective of revealing the main determinations of his criticism of the apriorism and subjectivism of Kant's conception of the genesis, nature, and trajectory of human knowledge. The authors highlight the Lucianist assessments of Kant's extraordinary contributions to universal philosophical thought and uncover the main determinations of his critical stance against the weaknesses of Kantian gnoseology. Thus, the great Cuban philosopher, with a novel gnoseological project of high theoretical flight, contributed to the forging of an authentic and original Cuban philosophy. The research demanded the meticulous processing of the selected sources and the application of the most convenient logical procedures of scientific knowledge.

Keywords: A priori; knowledge; empirical; sensations

Resumo Os resultados apresentados neste artigo visam enriquecer o conhecimento sobre o pensamento do destacado filósofo e pedagogo cubano José de la Luz y Caballero. O estudo apresentado cumpre o objetivo de revelar as principais determinações de sua crítica ao apriorismo e ao subjetivismo da concepção kantiana sobre a gênese, a natureza e a trajetória do conhecimento humano. Os autores destacam as avaliações de Lucistas sobre as contribuições extraordinárias de Kant para o pensamento filosófico universal e descobrem as principais determinações de seu posicionamento crítico contra os pontos fracos da epistemologia kantiana. Desta forma, o grande filósofo cubano, com um projeto epistemológico inovador e de grande importância teórica, contribuiu para a forja de uma filosofia autêntica e originariamente cubana. A pesquisa exigiu o processamento meticuloso das fontes selecionadas e a aplicação dos procedimentos lógicos mais convenientes do conhecimento científico.

Palavras-chave: A priori; conhecimento; empírico; sensação; sensações


Introducción

Los resultados expuestos en este artículo forman parte de una investigación histórico-filosófica, dirigida al enriquecimiento de los conocimientos sobre la formación y enseñanza de una filosofía autóctona por José de la Luz y Caballero (1800-1862), quien fuera una de las personalidades más representativas del pensamiento social cubano de la primera mitad del siglo XIX. El estudio presentado cumple el objetivo de revelar las determinaciones principales de la crítica lucista al apriorismo y el subjetivismo de la concepción de Enmanuel Kant (1724-1804) sobre la génesis, naturaleza y trayectoria del conocimiento humano. Tras un riguroso análisis del tema, los autores han dejado establecida las principales especificidades de los aportes de Kant al pensamiento filosófico universal y descubre las principales determinaciones del posicionamiento crítico del empirismo materialista de Luz frente a los puntos débiles de la gnoseología kantiana.

El artículo expone un resultado que contiene las especificidades de la gnoseología que el maestro cubano utiliza como recurso teórico para combatir el apriorismo y otras debilidades de la gnoseología idealista subjetiva de Kant. Asimismo, revela las esencias epistemológicas y expresa el valor formativo de la enseñanza de la nueva filosofía que se forma al calor de la lucha contra el eclecticismo y el espiritualismo, en el contexto de la Reforma educativa. El estudio también aporta un análisis acerca del valor identitario del despliegue teórico de la gnoseología lucista y su lugar en el proceso de formación de la juventud en el ejercicio de la crítica filosófica, como recurso de defensa de la filosofía representativa de los intereses nacionales en desarrollo.

Materiales y métodos

Como resultado del carácter analítico e histórico de la investigación, la misma partió de una exhaustiva búsqueda de los textos vinculados al tema presentado. El trabajo exigió la aplicación de los métodos más ajustados a las características del objeto. En virtud de ello, fue priorizado el procesamiento de las fuentes del conocimiento. La investigación cumple el requisito de estar asentada en un método científico, que prioriza la aplicación armónica del análisis y la síntesis, y lo lógico y lo histórico, cuyos resultados revelan el rigor y la legitimidad de la reflexión filosófica del ilustre pensador cubano. Los autores seleccionaron los materiales de trabajo, en correspondencia con las demandas del proceso investigativo y orientaron la pesquisa hacia el cumplimiento del objetivo declarado.

Resultados y discusión

La filosofía de Luz, como autoconciencia de su época, refleja fielmente la realidad social cubana de su tiempo y es el resultado del estudio riguroso de los mejores valores del pensamiento filosófico universal, enseñado por prestigiosos maestros en el Real y Conciliar Colegio-Seminario de San Carlos y San Ambrosio de La Habana. Luego, la ampliación de sus conocimientos sobre la filosofía antigua, medieval y moderna en sus primeros años como profesor de Filosofía de la institución referida y su viaje por Norteamérica y Europa, completaron su cultura filosófica. De manera especial, una de las corrientes que más huellas dejó en su pensamiento fue el idealismo alemán de los siglos XVIII al XIX, del cual forma parte la obra del notable filósofo alemán Emmanuel Kant (1724-1804).

Luz analizó concienzudamente en la obra de Kant (1928), primera gran figura de la filosofía clásica alemana, sus principales aportes a la ciencia moderna e interpretó de manera creadora las más sobresalientes tesis de su filosofía, algunos comentaristas sostienen que el libro del filósofo alemán titulado Crítica de la razón Pura , era uno de sus textos de cabecera. La concepción lucista sobre el conocimiento, el dominio del estado de las ciencias naturales y su elevado nivel de actualización filosófica, le permitieron impugnar los puntos débiles de la gnoseología kantiana. No obstante, consideró a Kant como la primera gran figura del idealismo alemán y valoró positivamente su modo de explicar la génesis y naturaleza del conocimiento. Por esa causa, reconoció sus grandes aportes al pensamiento filosófico universal, entre los cuales  se destacan el principio del carácter activo del sujeto y el enfoque dialéctico del conocimiento humano, caracterizándose como “[…] un pensador sapientísimo y profundísimo”(De la Luz, 2000b, p.594).

Kant, introdujo cambios sustanciales en el modo de interpretar la génesis y naturaleza del conocimiento. Su visión del principio del carácter activo del sujeto, está fundamentada en las posiciones del idealismo, por eso escribió que el objeto del conocimiento sólo existe como un producto de la conciencia, de donde concluyó que los objetos deben regirse por el conocimiento. Y aunque el lado activo del sujeto fue argumentado de un modo abstracto, ya que el idealismo no conoce la actividad real, sensorial, como tal, le corresponde el mérito histórico de haber sentado las bases teóricas y metodológicas para la superación del carácter contemplativo de los viejos modelos filosóficos.

El gran filósofo cubano, criticó con energía el apriorismo de Kant, pero valoró sus aportes a la teoría del conocimiento y en especial su nueva concepción metodológica que abría perspectivas insospechadas para el ulterior desarrollo de las ciencias y la interpretación de los fenómenos naturales y sociales. En este sentido, destacó que la obra Crítica de la Razón Pura contiene una exposición profunda sobre la naturaleza de los conocimientos científicos y de los métodos adoptados en ellos, y resaltó que el filósofo alemán legó a los investigadores la siguiente enseñanza: “Antes de fundar cosa alguna era indispensable recoger y escoger los materiales y trazar el plan de la obra, ocupar el terreno antes de levantar el edificio, discutir antes de enseñar. Tal es el procedimiento de Kant”(De la Luz, 2000a, p. 187). 

Desde esa perspectiva teórica, asumió como propia la tesis kantiana del carácter activo del sujeto, porque abría el camino hacia la visión del hombre como ser activo y transformador. De ese modo, aplicó creadoramente el novedoso principio al estudio de la realidad social cubana, pero a diferencia de filósofo alemán, desechó la solución idealista del problema, en tanto Kant explicó el camino del saber desde posiciones apriorísticas, al ordenar en la obra Crítica de la Razón Pura, que “[…] los objetos sean los que deban regularse por nuestros conocimientos [...]”(Kant, 1973, p. 22).

La tesis planteada por Kant impone el conocimiento como determinante ante el objeto y lo niega como reflejo de la realidad objetiva, es decir, establece que los objetos deben regirse por el conocimiento. Al mismo tiempo, fundamenta la existencia de conocimientos independientes de la experiencia y de toda impresión sensible, sobre los cuales declara: “[...]Llámese a este conocimiento a priori, y distínguese del empírico en que las fuentes del último son a posteriori, es decir, que las tiene en la experiencia[...]”(1973, p. 33) Luego, expresa que por conocimientos a priori entiende aquellos que son absolutamente independientes de la experiencia.

De acuerdo con sus criterios, el conocimiento en su devenir recorre tres fases. La primera es la percepción sensible, en la cual estudia los principios a priori de la sensibilidad. En la segunda fase el conocimiento asciende hasta el entendimiento. La tercera fase o momento supremo en el movimiento del conocimiento, lo constituye la razón. Al caracterizar la primera fase del conocimiento, formuló su teoría idealista subjetiva del espacio y el tiempo en el capítulo Estética Trascendental, y comenzó su explicación sobre la intuición como un tipo de conocimiento en el cual el objeto aparece directa e inmediatamente ante el sujeto. Es decir, consideró la intuición como un tipo de representación pura o trascendental, cuyos resultados nada tienen que ver con las sensaciones y la experiencia.

A diferencia del filósofo europeo, Luz esclareció el lugar de Kant en los estudios sobre el poderío de la razón humana. Asimismo, argumentó desde el sensualismo materialista el proceso de génesis y formación de las ideas. Uno de los conceptos que ocupan un lugar importante en el discurso kantiano es el de intuición; con él, designaba una forma particular del conocimiento humano, caracterizado por su extraordinaria inmediatez para alcanzar la verdad. El maestro cubano precisó, que detrás de la aparente capacidad humana de adivinación siempre es posible encontrar la experiencia y los conocimientos adquiridos por los individuos, en virtud de lo cual planteó que todo fenómeno cognoscitivo “[…] es siempre hijo de los antecedentes, como le sucede hasta a la misma espontaneidad o intuición”(De la Luz, 2001a, p. 100).

Kant sostuvo que existen dos formas puras de la intuición sensible en calidad de principios del conocimiento a priori, a saber: espacio y tiempo; así lo expresa textualmente: “[…]  tiempo y  espacio son sólo formas de la intuición sensible; por consiguiente, que no son nada más que condiciones de la existencia de las cosas en tanto que son fenómenos [...]”(1973, p. 26) Una vez definidos el espacio y el tiempo como formas puras de la intuición sensible, intentó demostrar que ambos conceptos son completamente ajenos a la experiencia y no son aprehendidos mediante las sensaciones, ni están referidos a objetos exteriores algunos.

Según Kant, el espacio no es un concepto empírico derivado de experiencias externas, porque para que ciertas sensaciones estén referidas a determinadas cosas fuera del sujeto, y para que puedan representar las cosas como exteriores, debe existir, en principio, la representación del espacio. De la misma manera, también negó la base empírica del tiempo, al afirmar: “El tiempo no es un concepto empírico derivado de experiencia alguna, porque la simultaneidad o la sucesión no serían percibidas si la representación a priori del tiempo no les sirviera de fundamento [...]”(1973, p. 58) Asimismo, le otorgó al tiempo y el espacio la condición de fuentes del conocimiento, desconociendo que la verdadera fuente del conocimiento radica en la actividad sensorial humana que refleja fielmente la realidad. El subjetivismo y el apriorismo caracterizan la teoría kantiana del tiempo y el espacio y el siguiente fragmento, tomado de la obra Crítica de la Razón Pura, así lo revela:

Son pues, tiempo y espacio dos fuentes de conocimiento, de donde pueden derivarse a priori diferentes conocimientos sintéticos, como lo muestra el ejemplo que principalmente dan las matemáticas puras en los conocimientos del espacio y de sus relaciones. Tomados ambos juntamente, espacio y tiempo son las formas puras de toda intuición sensible que hacen posible las proposiciones sintéticas a priori. Pero estas fuentes a priori de conocimientos, por la misma razón que sólo son simples condiciones de la sensibilidad, determinan su propio límite, en cuanto que sólo se refieren a los objetos estimados como fenómenos y no a las cosas en sí (Kant, 1973, p. 63).

Luz rechazó la doctrina kantiana acerca del tiempo y el espacio como fuentes a priori de conocimientos y los asumió como condiciones del saber, en tanto el conocimiento es reflejo de los objetos y fenómenos naturales y sociales. Las bases teóricas de su crítica partieron del estudio de las obras del filósofo empirista inglés John Locke (1632-1704) y del filósofo idealista alemán Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716).

También el pensamiento científico natural del siglo XVIII francés sirvió de referente, así como los conocimientos aportados por la física experimental de su época. Del análisis de esos antecedentes teóricos concluyó que el tiempo expresa la sucesión de los cambios en la realidad objetiva, así como la duración de los diferentes procesos naturales o sociales. De la misma manera, asumió el espacio como la coexistencia de las cosas, la distancia entre ellas, extensión, lugar y el orden en que están situadas unas con respecto a otras. Por tal causa aseveró que el espacio existe objetivamente “[…] fuera de nosotros en los mismos cuerpos, y también como abstracción(De la Luz, 2001a, p. 103).

Desde 1835 Luz, rechazó el apriorismo y el agnosticismo kantianos al afirmar que  el hombre ejerce su capacidad de sentir a través de los sentidos externos e internos. Mediante los primeros es posible ver, oír, palpar, olfatear: “Siendo los sentidos los órganos de nuestras impresiones, debemos tratar de corregirlos para estar seguros de su exactitud”(De la Luz, 2001c, p.66) A través de los sentidos internos el intelecto ejerce su capacidad de juzgar y raciocinar. El ejercicio de la sensibilidad es un acto complejo y contradictorio, de modo que oír es distinto de oler y ver, pero todos pertenecen al género de sentir, porque para que ellos actúen tienen que obrar los sentidos y la razón, es decir, los sentidos externos e internos, como órganos de la causa que él denominó alma (conciencia).

Como complemento a la tesis empirista expuesta en diciembre de ese mismo año sentenció: “La experiencia es el punto de partida de toda especie de conocimientos”(De la Luz, 2001a, p.101) Sobre esa base, denegó la concepción apriorística del tiempo y el espacio, afirmando que para Kant el contenido de ambas categorías son de una naturaleza tan a priori, que lejos de derivar de la experiencia, son por el contrario condiciones de toda experiencia. Así objetó la tesis, acerca del tiempo y el espacio como entidades puestas en la naturaleza por la razón pura, y al respecto aclaró que de ningún modo son creadas por el entendimiento para generar conocimientos; por tanto, no son fuentes del conocimiento, “[…] sino que están en la naturaleza para el entendimiento: de lo contrario, todo sería subjetivo”(De la Luz, 2001a, p. 66).

El maestro razonó, que las ideas de tiempo y espacio, no son innatas porque vienen de los sentidos, “[…] pero no de los sentidos mondos y lirondos, con la independencia de la razón, sino de los sentidos, o de la sensación como de causa o raíz que proporciona los materiales para que fabrique el entendimiento[...]”(De la Luz, 2000a, p. 433) De esa forma, planteó abiertamente que para elaborar las ideas de tiempo y espacio, el hombre precisa del ejercicio de sus facultades y de los objetos, “[…] luego las condiciones de todas las ideas son los objetos y facultades: luego lejos de ser la idea del tiempo condición de la experiencia, es la experiencia condición necesaria del tiempo[...]”(2000b, p. 593).

El mismo criterio mantuvo con respecto al espacio: “¿A qué, pues, suponer que estaba en el entendimiento de antemano, cuando éste la había de formar forzosamente en virtud de las impresiones de extensión?”(De la Luz, 2000a, p. 435) Su posicionamiento filosófico fue reforzado, al sostener que los hombres adquieren conciencia de la realidad del tiempo y el espacio mediante los sentidos con la intervención del entendimiento, por eso planteó que el sujeto descubre en la experiencia el recurso primario para el conocimiento inmediato de la existencia objetiva del tiempo y el espacio. Por consiguiente, desaprobó la tesis kantiana acerca de la razón pura como principio generador del tiempo y el espacio, y desde una interpretación flexible y dinámica de ambos conceptos, reconoció la estrecha unidad existente entre ellos, al afirmar: “No hay duda que existe grande relación y correlación entre el tiempo y el espacio; que corren parejos[...]”(2001a, p. 103).

El ilustre pensador cubano brilló con luz propia en su análisis sobre la relación entre tiempo, espacio y movimiento, al plantear que la idea de tiempo:

[…] lleva el sello de la del movimiento; pues no es un concepto formado por el espíritu a priori, o aparecido de buenas a primera, sino hijo legítimo y directo de los movimientos que dentro y fuera han pasado para nosotros[...].(De la Luz, 2001b , p.979)

Esta aseveración no puede conducir a considerar que Luz identificara el tiempo con el movimiento, como era usual entre los kantianos de Francia y sus seguidores de La Habana. Su posición es muy clara cuando afirmó: “[…] téngase presente que el tiempo no es el movimiento, sino que el movimiento contribuye a la idea [de tiempo]”(2001a, p. 103). Puede decirse que es correcta la afirmación, porque el movimiento es la esencia del tiempo y el espacio; por tanto, el genial maestro tenía razón al no identificar el tiempo con el movimiento.

Cuando el pensador cubano reconoció la unidad del tiempo y el espacio partió de una visión objetiva sobre el movimiento, diferenciada cualitativamente de las típicas posiciones mecanicistas de la física y la filosofía de su tiempo, sus palabras así lo confirman: “ [...]Tan movimiento v.g., es el de una bala que hiende los aires, como el del pensamiento que corre en mi cerebro; pues estos fenómenos, por diversos que sean, pasan ambos en el tiempo y el espacio[...]”(De la Luz, 2000b, p. 978) Esta visión marcadamente dialéctica acerca del tiempo, el espacio y el movimiento, alcanza su más elevado vuelo teórico, cuando el insigne filósofo llega por sí mismo al convencimiento de que los tres componentes de la triada analizada constituyen formas objetivas de existencia de la materia, y sustrato teórico de su conocimiento por el hombre.

El agnosticismo también queda al desnudo cuando Kant intenta explicar la naturaleza del conocimiento humano: “[…] las cosas que nos son desconocidas en sí misma que llamamos objetos externos son simples representaciones de nuestra sensibilidad, cuya forma es el espacio, pero cuyo verdadero correlativo, esto es, la cosa en sí, nos es totalmente desconocida[...]”(Kant, 1973, p. 58) En otro fragmento de su obra Crítica de la Razón Pura declaró, que es imposible para el hombre el conocimiento de la realidad objetiva, porque lo que único que puede conocer son los fenómenos, es decir, las representaciones provocadas por los objetos cuando afectan los órganos sensoriales. Por esa causa, afirma: “Es para nosotros absolutamente desconocido cuál pueda ser la naturaleza de las cosas en sí, independientemente de toda receptividad de nuestra sensibilidad”(Kant, 1973, p. 64)

Por consiguiente, concibió las sensaciones como el efecto de un objeto sobre la facultad representativa; es decir, son fenómenos que nos dan a conocer la existencia de objetos que solo existen como representaciones subjetivas y no como objetos reales.

En 1839 Luz enriqueció su concepción acerca de la fuente y la naturaleza del conocimiento, al plantear: “En efecto, el punto de partida del hombre extraordinario, así como del hombre vulgar, es siempre la experiencia, puesto que el entendimiento humano no puede rigurosamente hablando proceder a priori.”(De la Luz, 2000b, p. 620) A partir de ese postulado, definió las sensaciones y describió sus funciones de la siguiente manera:

Las sensaciones son fenómenos reales que nos dan a conocer la existencia real de los objetos y fenómenos interiores y exteriores a nosotros. Por tanto nos enseñan la realidad de nuestra existencia y del mundo exterior, echando por tierra las cavilaciones del escepticismo: de aquí la certeza de nuestros conocimientos. (2001c, p. 173)

Los criterios emitidos por el sabio cubano lo condujeron a afirmar: “[…] el conocimiento verdaderamente tal ha de ser un reflejo o representación de la realidad”(De la Luz, 2000b, p. 933) Sus palabras descubren uno de los momentos esenciales del conocimiento, es decir, están referidas a determinar la manera cómo el saber reproduce el objeto. Al mismo tiempo, expresan como una de sus leyes internas, que el pensamiento es una aproximación infinita al objeto.

De los argumentos ofrecidos puede concluirse, que Luz asumió las sensaciones como el vínculo directo de la conciencia con la realidad objetiva; es decir, la sensación es la transformación energética resultante de la excitación exterior y la conversión del estímulo en imagen subjetiva del objeto en la conciencia. Desde esa posición explicó que en el proceso de aprehensión del objeto por el sujeto, el sujeto recibe las “[…] sensaciones por medio de órganos apropiados al efecto; tales son los cinco sentidos, y en general todo nuestro organismo”(De la Luz, 2001c, p.173) Las sensaciones constituyen el primer peldaño de la actividad sensible humana y la base sobre la cual surgen las percepciones y las representaciones.

Para Luz, el sujeto cognoscente no es un receptor pasivo de impresiones, sino un portador de actividad; ello le permitió superar, en gran medida, el carácter contemplativo y metafísico de la gnoseología de sus antecesores y contemporáneos cubanos, quienes no entendieron, como él, que el conocimiento no es el traslado mecánico de lo objetivo hacia el sujeto, sino el resultado de las mediaciones entre lo subjetivo y lo objetivo. Al plantear que los objetos y fenómenos excitan los órganos sensoriales y al hacer depender la sensación del cerebro, arribó a dos conclusiones de un gran valor epistemológico:

La tesis acerca de las sensaciones como el resultado del efecto regular de la materia en los órganos de los sentidos, unida al postulado de que aquéllas constituyen imágenes del mundo exterior, resultantes de la actividad cerebral (el pensamiento es una función del cerebro), le concede un carácter primario a la materia y sitúa las sensaciones y el pensamiento en calidad de productos supremos de la actividad de la materia altamente organizada (el cerebro).

La solución ofrecida por el gran pensador cubano al problema de la relación sujeto-objeto, le permitió concebir el objeto como aquella parte de la realidad material o espiritual, sobre la cual recae la actividad del sujeto cognoscente. De ese modo, presentó el saber humano como el reflejo de los objetos en la conciencia de los hombres. Por tanto, concluyó que sólo a posteriori, puede el hombre entender los fenómenos y procesos de la naturaleza y la sociedad, sus palabras así lo confirman:

Las sensaciones presuponen la existencia de los objetos en la naturaleza: luego el hombre conoce los objetos en virtud de las sensaciones; luego las sensaciones son una condición para el conocimiento de los objetos, y no el conocimiento mismo. “[…] Para adquirir conocimiento, se necesita objeto que ofrezca el material, y sujeto que sienta y perciba lo que en él hay”(De la Luz, 2000a, p.157).

Al continuar su análisis afirmó, que muchos de los fenómenos de la subjetividad humana son igualmente exteriores u objetivos para la conciencia, y agregó que puede hablarse de la existencia de dos clases de estos fenómenos, unos propiamente corporales como las sensaciones de dolor y de hambre, y otros realmente espirituales, como los actos volitivos y las operaciones del entendimiento:

[…] todo lo cual viene a ser tan objetivo para el entendimiento como el mundo exterior, pues de todo ello tiene el alma conciencia, o lo que es igual, percibe lo que dentro pasa como percibe cualquiera otro fenómeno de fuera. (De la Luz, 2000a, p. 158)

 En ese párrafo coronó su brillante exposición con la siguiente consideración: “[…] la naturaleza no existe para el hombre sino en sus propias sensaciones”(2000a, p. 158).

Kant, a pesar de haber introducido el principio del carácter activo del sujeto, concibió la actividad de un modo abstracto, ya que el idealismo no conoce la actividad real, sensorial, como tal. De esa manera, unió el conocimiento sensible y el racional en el acto único del pensamiento, contraponiendo el contenido a la forma, pues como él mismo señaló, el contenido surge de la sensibilidad mientras que los conceptos del entendimiento son las formas a priori que carecen de contenido. Por consiguiente, al afirmar que el conocimiento es el resultado de las sensaciones y los conceptos, supuso erróneamente que superar la unilateralidad epistemológica del empirismo y el racionalismo. Y, no llegó más lejos en su análisis de la relación sujeto-objeto, entre otras causas, porque al examinar la estructura interna del conocimiento no reconoció la unidad interna de sus componentes.

La concepción de Luz acerca del problema de la relación sujeto-objeto, trasciende por estar vinculada a progresivas conclusiones dialécticas. Sin embargo, su limitación fundamental radicó en haber admitido la actividad del sujeto como capacidad física del individuo para trabajar, y no la concibió como actividad práctica material humana, consecuentemente dirigida a un fin. Por esa causa, redujo la actividad del sujeto a acción empírica. No obstante, como la idea acerca de la práctica histórico-social recorría su pensamiento, emitió algunos criterios sobre el rol social que debe desempeñar el sujeto y la sujeción a leyes de su actividad. Así, llegó a la filosofía iberoamericana la posibilidad de interpretar el hombre a la manera de sujeto pensante y actuante; es decir, como sujeto de la actividad capaz de aplicar el método reclamado por las ciencias, para conocer y transformar conscientemente la naturaleza y la sociedad.

El educador cubano consideró plausible el intento de Kant de reconocer la unión de lo sensible y lo racional en el conocimiento, pero no estuvo satisfecho con su proceder, porque la unidad que defendía resultaba completamente externa. Sobre esa base, criticó con energía el apriorismo, pero resaltó como positivo que en la Crítica de la Razón Pura Kant planteó que nada hay a priori, sino lo que en las cosas pone el entendimiento; entonces Luz inquirió:

¿No es esta tesis profundamente exacta, la quinta esencia del sistema de Locke; y si me es lícito venir en pos de tan grandes maestros, no viene a ser precisamente la misma idéntica doctrina que en el Elenco de 1835 expresé en estos términos?.(De la Luz, 2000b, p. 594).

Luz captó con gran perspicacia los méritos de la concepción kantiana acerca de la relación sujeto-objeto, pero también descubrió sus principales puntos débiles. Ello le permitió otorgarle a la contemplación la condición de punto de partida del conocimiento, porque todo saber parte de la contemplación directa del objeto y luego el entendimiento procesa los datos sensoriales, para penetrar la esencia y conocer los secretos del objeto estudiado. De ese modo, planteó la existencia una necesaria correlación entre el nivel sensorial y el nivel racional del conocimiento, sustentada en el principio del carácter activo del sujeto, con lo cual logró superar las limitaciones mecanicistas y metafísicas de los viejos sistemas filosóficos. La genialidad de Luz radica en haber descubierto que Kant solamente combinó superficialmente el empirismo y el racionalismo, y ello le permitió resolver con un sólido criterio científico el problema del salto de la sensación al pensamiento.

Luz comprendió el relevante papel desempeñado por las operaciones abstractas del pensamiento en la búsqueda de la verdad. Al mismo tiempo, planteó que si los actos de contemplación y percepción sensorial no poseen el soporte de una observación ordenada y rigurosa, guiada por la experiencia del investigador y, si fuera necesario, orientada por las pruebas que aporta el experimento, entonces habría que poner en dudas la veracidad de los resultados alcanzados. Por eso, resaltó que la condición primaria e indispensable para asegurar el éxito de una investigación es fortalecer la contemplación, despojándose de los vicios del mecanicismo y la vieja metafísica idealista que ponía límites al devenir del saber científico.

Según sus criterios, los hombres ven, oyen y gustan de la misma manera que juzgan, raciocinan e imaginan, es decir, el acto de sentir o sentimiento es permanente, heterogéneo y cambiante, y discurre del modo siguiente: “[...]Primero lo vi, luego me acordé de ellos, después lo comparé, en fin deduje; pero todas estas diversas operaciones son distintos modos de sentir, desempeñados por diversos instrumentos y siempre por el mismo agente [...]”(De la Luz, 2000b, p. 919) El individuo no percibe con los ojos, sino con el entendimiento, es decir, la visión no puede producirse:

[…] sin que los ojos estén unidos y relacionados con el cerebro, formando parte del sistema nervioso; de modo que la imagen del objeto se pinta en la retina, se mira pintada; pero no se ve, sino por la interposición del cerebro; luego éste es un órgano más inmediato que los ojos para que el hombre o el alma del hombre vea. (De la Luz, 2000b, p. 918)

En su gnoseología la solidez del saber científico está asentada en la percepción sensorial de los objetos y su procesamiento racional ulterior. De tal manera, sostuvo que para adquirir conocimientos es necesario partir de las sensaciones y después dar tratamiento al material sensible mediante los procesos abstractos. Por consiguiente, primero es recibir impresiones que reflejarlas y primero es observar que deducir. Así los objetos devienen materiales de las ideas, los sentidos vehículos de las impresiones y el entendimiento agente de la observación, “[…] pues si bien es verdad que la ciencia principia siempre por las sensaciones, no es dable continuar sólo con ellas sin el ministerio de la abstracción y demás facultades intelectuales”(De la Luz, 2000a, p. 196).

Según sus puntos de vista, el entendimiento procesa la información sensorial para penetrar el objeto y revelar su esencia, en virtud de lo cual planteó:

Ni la idea de lo más material v. g. del color, de la figura, se adquiere sólo por los sentidos sin el entendimiento, ni se alza el entendimiento a lo más espiritual sin trabajar sobre los materiales del mundo exterior. (De la Luz,2000b, p. 631)

Desde esa perspectiva concibió el entendimiento como la matriz de la actividad intelectual humana y como el núcleo rector donde el conocimiento adquiere su acabado. Del análisis del fragmento presentado es posible deducir que todos los hombres pueden pensar, pero la percepción sensorial no depende del sujeto, porque la condición necesaria es que el objeto percibido no esté ausente.

Como argumentación de las tesis defendidas, Luz explicó que antes de recibir impresiones el entendimiento está como en una tabla rasa, en la cual nada hay escrito. Las ideas se forman a partir de las sensaciones que percibe el entendimiento, en otras palabras: “[…] la idea es, pues, el conocimiento o la representación intelectual de un objeto o de una propiedad” (De la Luz, 2001c, p. 173). “Por tanto, la sensibilidad impresionada de los objetos y fenómenos exteriores forma el manantial de las ideas”(2001c, p. 173).

Según sus puntos de vista, la idea es una imagen sensorial surgida en la conciencia como reflejo de los objetos exteriores; por consiguiente, “[…] es hija del entendimiento que trabaja sobre los objetos, siendo excitado por ellos mismos por medio de las sensaciones: así es como todo se enlaza y encadena en la naturaleza de las cosas[...]”(De la Luz, 2000b, p. 596) Es decir, mediante la sensación el entendimiento aprehende el objeto: “[…]luego sin sensación, aunque hubiera objeto y entendimiento no habría idea”(2000a, p. 436).

De acuerdo con sus criterios, las ideas constituyen la guía del pensamiento, en tanto actividad del entendimiento o acto de la facultad de pensar por medio del cerebro. El entendimiento percibe, juzga, deduce, raciocina y ordena el caudal de ideas y conceptos. Luego, mediante el análisis minucioso del objeto, el entendimiento descubre nuevos nexos y relaciones vinculadas con otros hechos que no están al alcance de la percepción sensible directa, con los cuales es posible ampliar el conocimiento del fenómeno estudiado y formular hipótesis y teorías científicas. Por tanto, a diferencia de Kant, el filósofo cubano concluyó con un marcado dinamismo que la “[…] verdad es la congruencia de mi idea con la realidad de las cosas”(De la Luz, 2000a, p. 439) Así negó la tesis apriorista del carácter innato de las ideas, porque creyó que las mismas nacen en el entendimiento con el concurso de los sentidos. Lo cual confirma con el siguiente postulado: “ideas sin objetos, sin sensaciones, prolem sine matre creatam[1]; ideas sin entendimiento, sin facultades, prolem sine patre creatam![2]; o reduciendo toda la doctrina a la precisión de una fórmula: “son innatas las facultades[3] pero no las ideas”(2000b, p. 595).

A partir de los anteriores postulados, en febrero de 1846, Luz declaró que la mayoría de los filósofos habían determinado que la virtud esencial del entendimiento es su capacidad de producir pensamientos, sustentados en ideas que reflejan los objetos y fenómenos tal y como son en la realidad. Pero señaló que una cosa tan clara como esa había sido oscurecida intencionalmente por los espiritualistas defensores de la doctrina cartesiana de las ideas innatas y el subjetivismo kantiano.

Mientras para Kant las categorías (conceptos especiales) son determinaciones derivadas de la conciencia en sí, que no reflejan la realidad porque son las condiciones a priori de toda experiencia posible, Luz reconoció los conceptos como compendios del saber humano. Desde esa base teórica, los asumió como formas del pensamiento por medio de los cuales el hombre organiza su actividad discursiva, a partir de los datos empíricos. Por consiguiente, sus conceptos, a diferencia de los conceptos kantianos están empapados de contenido.

De acuerdo con Luz, el pensamiento discurre de lo concreto a lo abstracto, en el curso del cual el análisis adquiere primacía para que el objeto investigado reaparezca ante la mente del investigador como un todo único. En este sentido expuso lo que él consideró ley de la razón humana: “[…] empezar por lo concreto para elevarse a lo abstracto; la práctica antes que la teoría, para después con el progreso de la ciencia ser fecundada de nuevo por la teoría. Este es el eterno círculo de los conocimientos del hombre”(De la Luz, 2000a, p. 195) Sin embargo, no logró explicar de manera transparente que lo concreto, a su vez, como síntesis y combinación de numerosas abstracciones, es la meta del conocimiento, no obstante se acercó tímidamente a esa postura filosófica, al considerar que el conocimiento discurre “[…] de la experiencia a las analogías y de las analogías a la experiencia; o en otros términos, de los hechos al raciocinio, y viceversa[...]”(2000a, p. 276).

La idea acerca del carácter infinito del saber humano que caracterizó su pensamiento lo condujo a ofrecer una respuesta profundamente dialéctica acerca de la trayectoria del conocimiento, porque lo concibió como un proceso de acercamiento progresivo a la verdad absoluta. A este criterio agregó que en el campo de la ciencia “[…] no hay verdad eterna, inmutable, invariable, para el entendimiento humano. La verdad, se nos dice, es fruto del despliegue de la humanidad [...]”(De la Luz, 2000b, p. 813). Por consiguiente, concluyó que la verdad es la unidad de lo objetivo y lo subjetivo, y no hay ninguna “[…] que no reúna ambos caracteres”(De la Luz, 2001c, p. 418) Con estas palabras, Luz expresa el carácter infinito de la cognición humana y fija su oposición a Kant, quien subjetivó el conocimiento al divorciarlo mecánicamente del objeto.

Luz estudió de manera detallada las posiciones de Benito Spinoza (1632-1677), David Hume (1711-1776), Denis Diderot (1713-1784) y Claude-Adrien Helvétius (1715-1771) acerca de la génesis y desarrollo del conocimiento humano, y de ellos tomó sus tesis más avanzadas y las analizó críticamente, para fundamentar su doctrina empirista y materialista del conocimiento. Por esa causa, puede descubrirse en él la influencia del filósofo materialista Diderot cuando admite que el conocimiento comienza por las sensaciones y que la observación, la reflexión y la experiencia orientan el camino del conocimiento hacia la verdad. Asimismo, consideró que la ligazón y el orden de las ideas son iguales al enlace y disposición de las cosas, porque las ideas constituyen reflejos exactos de los objetos y fenómenos de la realidad.

También se manifiesta la presencia del pensamiento ilustrador francés del siglo XVIII en su gnoseología, cuando reconoce la importancia de la acción individual de los órganos de los sentidos en la aprehensión de la información sensible. Además, como sus más agudos representantes del empirismo, afirma que la razón tiene la misión de integrar y procesar esa información sensible como condición indispensable para que el sujeto acceda a la verdad.

El filósofo cubano, consideró que el proceso de génesis del conocimiento discurre por dos etapas; en la primera, este transita de las cosas a la sensación por medio de los órganos sensoriales y por ese camino se dirige al pensamiento o segunda etapa de ese proceso. En el pensamiento o razón, se forman las imágenes mentales como resultado del contacto directo entre el sujeto y el objeto. Es decir, el saber parte de la aprehensión de los fenómenos u objetos de la realidad exterior, mediante las sensaciones que impresionan los órganos de los sentidos. Con otras palabras, consideró con nitidez, que el conocimiento en la etapa inicial de su movimiento, transita de la contemplación directa del objeto al descubrimiento de los vínculos y relaciones que le permiten al sujeto conocer las propiedades del objeto. De acuerdo con Lenin, reconocer “[…] la regularidad objetiva de la naturaleza y del reflejo aproximadamente exacto de esta regularidad en el cerebro del hombre es materialismo”(Lenin, 1973, p. 146).

Conclusiones

La crítica al apriorismo y el subjetivismo de la gnoseología kantiana, condujeron al notable pensador cubano a la elaboración de una brillante teoría del conocimiento que reconoce las sensaciones como fuente del saber, al ser el resultado del efecto de la materia sobre los órganos sensoriales. En su gnoseología, Luz hace depender la cognición del cerebro como órgano rector del sistema nervioso, es decir, asumió las sensaciones en calidad de imágenes del mundo exterior; por consiguiente, al abordar el tema de la fuente, la naturaleza y la trayectoria del conocimiento humano en dicho proceso, alcanzó las posiciones más progresivas de la filosofía iberoamericana de su época.

El artículo presentado cumple el objetivo de revelar las determinaciones principales de la crítica lucista al apriorismo y el subjetivismo de la concepción de Kant sobre la génesis, naturaleza y trayectoria del conocimiento humano y revela las principales especificidades epistémicas del empirismo materialista de Luz frente a los puntos débiles de la gnoseología kantiana

Referencias

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Kant, E. (1973). Crítica de la Razón Pura. Ciencias Sociales.

Lenin, V. I. (1976). Materialismo y Empiriocriticismo. Progreso.

Conflicto de intereses

Los autores declaran que no existe conflicto de intereses

Declaración de contribución de autoría

Falconeri Lahera Martínez: Conceptualización, redacción -borrador original-, investigación, metodología.

Franklyn Lahera Portelles: Redacción -revisión y edición-, conceptualización

Reinaldo Eugenio Martínez Otero:Redacción -revisión y edición-, conceptualización

Luz.23(3), e1477, julio-septiembre, 2024.


[1] Nota de la edición de 2000: “Prole nacida sin madre”.

[2] Nota del editor: “Prole nacida sin padre”.

[3] Nota de la edición de 2000: Para que fuera aun más rigurosa la fórmula, debería decir: “son innatas las virtualidades,en lugar de las facultades: porque en realidad no nace con nosotros ni una siquiera de las potencias intelectuales, y muchas de ellas no aparecen en el horizonte de la conciencia hasta largo tiempo después (años enteros) de haberse desarrollado ciertos órganos. Mas como no hay inconveniente, y aun está generalmente admitido, en llamar innato, o más propiamente congénito, a cuanto es consecuencia forzosa e inmediata de nuestra constitución, en contraste con lo que deriva del uso de las facultades, o de la educación, bien puede correr la fórmula como va expresada.